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Soria en su salsa

Rafael González Morera

Las Palmas de Gran Canaria —

Tengo una sensación agridulce por la desaparición de Soria de la política, y es que antes de pasar esta desgracia, su presencia me permitía hacer artículos fáciles, me salían con gran fluidez, y cuando no tenía ningún tema que llevarme a la boca, decidía escribir sobre Soria en su salsa, muchas veces picante. En realidad siempre me ha parecido muy gracioso para tratar de forma epistolar, dialéctica, porque es un personaje que te da juego para todo, para hacer una crítica durísima o para hacer un artículo irónico. Conocí a Soria en 1995, durante la campaña electoral para la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. Moderé varios actos políticos, y en uno de ellos que se celebró en la Iglesia del Pilar, con el salón de actos lleno a reventar, la que trató de reventar el coloquio fue Milagros Gil, y desde la tribuna con Soria, Ángel Luis Sánchez Bolaños, Marino Alduán, que eran los que intervenían ese día, me vi obligado a quitarle la palabra a Milagros en varias ocasiones. Insultaba de malos modos a Soria, y tuve que hacer de moderador y de vigilante de la señora Gil en muchos momentos. Al final de los espiches, en los cuales Soria destacó por su capacidad dialéctica, se pasó a un salón de la iglesia en donde hubo un ágape, y entonces fue cuando se dirigió a mí y me agradeció que le defendiera de las iras de Milagro Gil. ¨Has estado muy bien dirigiendo el coloquio y frenando a esa energúmena, te lo agradezco“.

Cuando llegué al periódico conté la grata impresión que me había producido José Manuel Soria, un compañero me dijo escuetamente. “Ya lo irás conociendo”. Efectivamente, Soria ganó las elecciones, se sentó en la poltrona del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, y comenzó su andadura dictatorial por todos los despachos, incluido el suyo en el cual llegó a tirarle un cenicero a un asesor, porque cuando entraba en cólera me contaban que era realmente muy agresivo. Un año antes Soria López era un desconocido en política, y se dedicaba a llevar la empresa hortofrutícola de su padre en Telde, y pronto conocería los pulóver de las islas Jersey. Pero antes de todo este embrollo de Panamá, y demás paraísos fiscales por los que ha transitado, Soria ha tenido que vérselas con la Justicia por numerosos casos de dudosa legalidad, cómo el chalé gratis total de Esquivel, los viajes a pescar salmón, las vacaciones a bajo precio en los hoteles de Martinón, los casos eólico, faycan, Grupo Europa, Emalsa, Góndola, Brisan, etc , etc.

Han sido desde 1995 veintiún años de auténtico caciquismo en Gran Canaria, y de führer en Canarias del Partido Popular, con todo el daño político y en muchas ocasiones personal que ha hecho a instituciones y particulares. Sus actuaciones en las islas han sido contadas y señaladas por Carlos Sosa con todo lujo de detalles, y no voy a repetir lo que saben mis amables lectores. Pero si quiero resaltar que Soria ha tenido que dimitir de su cargo de Ministro de Industria, Energía y Turismo por mentir, por ser un mentiroso compulsivo. Pero lo que es indignante ha sido que no haya tenido que dimitir por la paralización de las energías renovables, ni por la reforma del sector eléctrico que fue rechazada por todos los partidos del Congreso de los Diputados y que salió adelante por la mayoría absoluta que tenía entonces el PP. Tampoco dimitió Soria cuando defendió a capa y espada los intereses de Repsol en sus prospecciones petrolíferas a pesar del rechazo de la gran mayoría de los canarios, cuando además su hermano Luis Soria montaba por entonces una empresa comercializadora de petróleo en Londres. Tampoco dimitió, ni Rajoy lo cesó, cuando creo el genuino impuesto al sol, poniendo en marcha la legislación más restrictiva a escala mundial de autoconsumo, de las energías renovables, limpias, accesibles. Ni tampoco dimitió ni lo cesaron cuando el escándalo por la indemnización de 1.300 millones (mil trescientos millones) a Florentino Pérez por el proyecto Castor, el almacén de gas que construyó frente a las costas de Castellón, y que provocó seísmos, causa por la que el proyecto fue paralizado.

La vecina del quinto, a la que le cuento mis añoranzas sorianas, me pega una filípica. “¡Coño, lo que faltaba!. Ahora va a resultar que a usted le hace falta Soria para escribir, no me joda. Si no tiene temas dedíquese a hacer loas a las margaritas, a las rosas, a los claveles, vaya a su querida playa de Las Canteras, margulle en ”El Charcón“, y haga una poesía sobre las samas, las cabrillas, las salemas, los pulpos….”.

Le dije que ayer margullando vi el rostro del Soria en el fondo arenoso.

La vecina del quinto se puso echa un diablo. “¡Váyase al carajo, usted lo que necesita es un psiquiatra”.

Tendré que llamar a Enrique Hernández Reina.

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