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Tapar sus vergüenzas

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Rectificar es de sabios, debió pensar la sabihonda Dolores de Cospedal cuando despidió a Jesús Sepúlveda, apoyada en la reforma laboral que aprobó su Gobierno y que sirvió de excusa a un portavoz del PP para justificar la permanencia como empleado (él lo llamó funcionario) del exmarido de Ana Mato.

Ese refrán del sabio rectificador no se lo ha aplicado el secretario ejecutivo de la Fecao (Federación de Ocio y Restaurantes), Antonio Vélez, quien criticó que se permita el desnudo en las playas porque cree que eso favorece que paseen por ellas personas “viejas de carnes flácidas o voluminosas masas” que solo inspiran “lástima, burla o repugnancia”.

Vélez no soltó esta diatriba a cuenta de un calentón de “mirón y viejo verde”, como lo definió la diputada Ana Oramas, sino que su opinión fue producto de un comunicado escrito tras, se supone, una circunspecta reflexión.

La cosa tiene delito. Primero porque un directivo empresarial tira piedras contra su propio negocio (esos gruesos y viejos nudistas son los que se gastan una pasta en los locales de la Fecao). Segundo porque lo afirmó por escrito después de haberlo pensado. Si no fue así, peor aún por irresponsable. Y tercero porque en vez de apuntarse a la tesis Cospedal y rectificar su metedura de pata, se ha enrocado en sus palabras y de ahí no sale.

A lo máximo que ha llegado es a pedir disculpas a los que hayan podido sentirse ofendidos, que no son solo los nudistas gordos y blandos. Sus declaraciones rancias no han hecho más que empeorar la mejoría.

Lo más triste no es tanto lo que haya dicho este hombre, que al fin y al cabo, por muy extraño que nos parezca, es algo que piensa más gente a la que le da igual ser políticamente correcta. Lo más sorprendente e ilógico es que sus compañeros no lo hayan cesado ipso facto del cargo que ocupa inmerecidamente.

El Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana revocó la ordenanza que prohibía bañarse desnudo en sus playas porque no existe legislación en España que avale tal restricción. Pero a Vélez la ley se la suda. Él va más allá y sostiene solemnemente que pasear desnudo por la playa “es inmoral” y “despierta nuestras más bajas pasiones”. Serán las suyas.

Además de carcamal antediluviano, Vélez es un moralista reaccionario que discrimina entre el desnudo de los jóvenes bien proporcionados y el de los viejos fofos, que al parecer, como dijo aquel descerebrado ministro japonés, no tienen derecho a vivir. Solo a descansar en paz. O en la playa, siempre que vayan en bañador. Se equivoca. Son otros, como él, los que tienen que tapar sus otras vergüenzas.

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