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¡Vamos Ciudadanos!, pero ¿a dónde?

Juan José Pons

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Hace ya cuatro años y dos meses entré a militar en Ciudadanos. Lo hice, junto a muchos otros, en un arranque de ilusión por remover de sus asientos a los viejos partidos, a sus formas de hacer política y a sus estructuras afectadas, en demasiadas ocasiones, por la corrupción. Con esa consigna como bandera nos presentamos un mes y medio antes de la elecciones de 2015 en muchos pueblos y ciudades de España. Así, yo tuve el honor de representar a muchos vecinos de mi municipio durante cuatro años como concejal de Santa Brígida.

Ahora, tras años de ejercicio de una oposición constructiva, cuando repaso la trayectoria de Ciudadanos en nuestro archipiélago y evalúo qué se ha hecho por convertir en realidad nuestros ideales, no logro entender lo que ocurre hoy con este partido; mi partido.

Resulta incomprensible para la opinión publicada, -y más trascendente aún-, para la pública, las actitudes erráticas mostradas por los órganos de dirección. El prólogo a la situación vivida recientemente en la negociación de los pactos de gobernabilidad se sitúa en el Congreso de los Diputados. La manera de afrontar la reforma del Estatuto de Autonomía -con un voto de abstención de nuestros representantes-, ya auguraba una actitud de indefinición impropia de un partido con aspiraciones para gobernar en Canarias. De nuevo al negociar la formación de los gobiernos municipales, cabildicios, autonómicos y, en última instancia también del propio gobierno central, la indefinición, la ambigüedad y la cambiante posición política, han sido las marcas con las que poco a poco, desafortunadamente, nos reconoce la sociedad canaria, y también la española.

Dejando a un lado por el momento las reflexiones sobre la deriva del partido en el ámbito estatal, surgen mis primeras preguntas sobre su actuación en Canarias ¿Con qué criterios han tomado los órganos de dirección decisiones no concordantes con el ideario de Cs? ¿Qué órganos de decisión en Canarias han llegado a la conclusión de que fraguar acuerdos políticos con partidos que llevan más de tres décadas en el poder del archipiélago está más acorde con el ideal regeneracionista de Cs que hacerlo con formaciones que apuestan por la renovación?

Hasta un poco antes de las elecciones parecía existir una estructura organizativa que se dirigía a la población canaria con un solo mensaje: renovación sin Coalición. Pero pasadas 24 horas de los comicios, el mensaje cambió tan radicalmente por parte de nuestras máximas dirigentes, que llegó a causar sonrojo entre militantes y votantes al ver expuestas en medios y redes sociales sus vergonzantes versiones contradictorias.

No ha habido análisis ni reflexión crítica tras el enorme palo por no haber conseguido los resultados que las encuestas preelectorales nos vaticinaban en Canarias. Lejos de este reflexivo análisis, la dirección ha querido obviarlo, y así se ha sumido en el caos de órdenes y contraórdenes. Los hechos hablan por sí solos: basta observar el capítulo de las declaraciones públicas; el mensaje no ha podido ser más desastroso.

Exigir dimisiones no parece ser la mejor solución. El problema es más profundo. En primer lugar carece de sentido que ante los graves acontecimientos que estamos viviendo en Santa Cruz de Tenerife no haya ninguna autoridad oficial del Partido que haya manifestado nada al respecto. Los afiliados no hemos tenido la más mínima comunicación oficial emitida por la estructura de gobierno del Partido a nivel autonómico. Al tiempo, las manifestaciones aisladas y airadas de algunos directivos y directivas sólo han contribuido a reforzar la idea de que la nave está al albur de dónde sople el viento.

Pero ahora que he utilizado el símil náutico, por el que siento debilidad, quiero plantear lo que considero el principal, el esencial problema con el que se enfrenta Ciudadanos en Canarias y, si me lo permiten, en España. No hay rumbo, no hay una carta con una ruta hacia un destino claro.

En estos cuatro años se ha planteado dentro del partido un cambio de ideario con el que, desde la libertad de ideas que no dudo que existe en mi partido, discrepo. Hemos establecido un sistema de primarias dentro del partido que sólo afecta a las agrupaciones que cuenten con más de 400 afiliados, en el resto (que son prácticamente todas en Canarias) la elección de los cabezas de lista y de las listas en sí, quedaban a la discreción del Comité Autonómico; y, en lo fundamental, hemos abandonado las ideas socialdemócratas para quedarnos únicamente con las liberales.

Estos dos cambios, centrales, no han sido transmitidos de manera que los militantes tuvieran claro en qué partido estamos; imaginemos, entonces, qué idea podría tener la ciudadanía y el electorado. Hemos tenido cuatro años para explicar con nitidez a la sociedad canaria qué pretende Ciudadanos para cambiar, renovar y regenerar lo necesario en cada ámbito, en cada institución. La oportunidad más clara para demostrarlo fue el largo proceso para conseguir el cambio del sistema electoral canario, del que Cs se ausentó, mostrando el más bajo perfil posible. De igual forma, hemos dispuesto de todo este tiempo para ir haciendo madurar a unos candidatos que al final han sido reemplazados por desconocidos recién llegados al partido. ¿Tiene sentido mostrarse sorprendido acerca de cómo se comportan algunos de estos candidatos sin experiencia en las instituciones y sin experiencia orgánica? Está claro que no se está haciendo bien más de una cosa.

Lo que ha ocurrido en la constitución del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife es solo un síntoma, la explosión de algo mucho más grave y que resumo en lo que pregunto en el título de mi artículo, ¿A dónde vamos Ciudadanos?

Empecé hablando de regeneración, de nueva política, de lucha contra la corrupción, porque esos eran y siguen siendo los ideales del partido en el que milito. Por eso no puedo encajar -y como yo muchos compañeros y votantes de Ciudadanos-, ni asumir cómo se ha comportado el partido en Canarias. Llevamos toda una legislatura presumiendo de esos ideales, toda una campaña prometiendo que levantaríamos alfombras y que, en cuanto pudiéramos, desalojaríamos a los que hemos tildado de partidos impregnados por la corrupción y, ¡zas!, a las primeras de cambio, tras las elecciones, elegimos como socios preferente para formar gobiernos estables a unos que sólo se encuentran cómodos si pactan con los de siempre, con esos a los que hemos venido a dar de baja democráticamente.

Yo sigo creyendo en el partido que me dijo al afiliarme que era el partido de la regeneración, centrado, europeista, comprometido con la modernidad democrática y muro de defensa contra los ultra-retrógrados y los fragmentadores de nuestra convivencia.

Tenemos que volver a empezar y, no solo eso, tenemos que redirigir nuestro rumbo con la firmeza del timón de nuestras convicciones.

Apelo a la generosidad de los canarios para que nos den otra oportunidad y a la gran mayoría de mis compañeros que coinciden con esta orientación para reconducir el partido en Canarias.

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