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Electoralismo y respeto

Carlos Castañosa

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El respeto debido a la inteligencia y dignidad de los ciudadanos en su función de votantes, debiera ser motivo fundamental en cualquier discurso político en vísperas de elecciones.

No necesariamente en fechas inmediatamente previas, sino que varios meses antes de anunciarse la campaña oficial ya empiezan a expresarse las arenas movedizas de la propaganda electoral en todos los colores.

Encuestas provisionales para triunfalismo de unos y preocupación de otros.

Proyectos urbanos anquilosados que se resucitan sobre el papel por arte de birlibirloque.

Declaraciones de “lo bien que lo hemos hecho durante estos últimos tiempos”… o lo mal que lo están haciendo todos los demás.

Obras en marcha que se paralizan, de momento, para que la inauguración y fotos coincidan con la víspera de la consulta electoral.

Deserción masiva de militantes que no han conseguido medrar en su partido de siempre e intentan colocarse en el que más garantía de posible poltrona pueda ofrecerles –como inciso: parece que Cs sea el más “solicitado” por su táctica de aluvión para captar rebotados de otras formaciones–.

Avalancha de titulares llamativos y cotidianas declaraciones rimbombantes de quienes llevan 30 años en el machito y ahora se descuelgan con “lo mal que están las cosas” y lo “que hay que hacer para resolverlas” –otro inciso: este paradigma se plasma aquí con demasiado énfasis en el fracaso de Asuntos Sociales bajo cada una de las múltiples competencias que inciden sobre área tan sensible… en especial la inoperante Consejería del Gobierno de Canarias–.

Actitudes sospechosas con afán de significarse cuando alguien cayó en el ostracismo y, para volver a escena, se revuelve sacando a la luz supuestos escándalos añejos.

¿Y los alcaldes del sur?, con su cansina reivindicación de la segunda pista en el aeropuerto TFS, sin más criterio técnico que sus elucubraciones electoralistas, desde el desconocimiento más profundo sobre la inviabilidad y despropósito de tal proyecto, rebatido hasta la saciedad con datos concretos y fehacientes. Debieran confesar cuáles son sus verdaderos intereses al respecto y, por supuesto, estudiar más y mejor las auténticas necesidades e intereses de los ciudadanos bajo su férula.

¿Se les ha ocurrido pensar en la carencia de hospitales en su zona, en la precariedad de las instalaciones en sus colegios en barracones y poner los medios necesarios para solucionar el gravísimo problema de los vertidos fecales en nuestro litoral desde municipios que adolecen de falta de alcantarillado, con pozos sépticos en las inmediaciones de cultivos ecológicos (?), ausencia o mal estado de colectores y depuradoras deterioradas, con emisarios destrozados por el paso del tiempo y deficiente mantenimiento, para contaminar con residuos escatológicos unas playas que pretenden ser oferta de un turismo de calidad? No parece compatible la realidad con el discurso promocional de estos alcaldes, cuya gestión sugiere prioridades personales o de partido sobre las verdaderas necesidades de su pueblo; pues es evidente que atajar el problema fecal no huele precisamente a perfume para los potenciales votantes… Ilmos. e ilustrados Sres.: ¡Hay que estudiar más!

Se nos avecina otra temporada, una vez más, en la que se pondrá a prueba nuestra capacidad de aguante ante la emisión masiva de imágenes parlantes que van a contarnos lo mismo de siempre, desde algunos medios que cobran dichas intervenciones como si de publicidad comercial se tratara. Alguna cara nueva entre una gran parte de “conocidos” –tan poco fiables unos como otros– que nos aplicarán, previo esmerado ensayo, las técnicas persuasivas estudiadas a fondo para vendernos un producto infumable. Es ofensivo que intenten coartar nuestro raciocinio incidiendo en la vía emocional como si fuéramos tontos y crean que nos convencen con su dialéctica ramplona.

Preparémonos para sufrir este tributo que debe pagarse por el derecho democrático y obligación moral de depositar el voto. El problema para la mayoría estará en el “quién”… ¿A quién elijo si no hay nadie que merezca mi voto? Excepción hecha, con todo respeto, de los fieles contumaces que siempre votarán a los suyos, hagan lo que hagan y roben lo que sea… todo en nombre del partido… (Aunque sea el participio del verbo “partir”: mandarse a mudar o dividirse en dos o más…).

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