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Falso discurso del hambre

Teo Mesa / Teo Mesa

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El hambre y la extremada pobreza de los 642 millones existentes en Asia y los 265 millones en África, no hurga los sentimientos más nobles de los que vivimos cainitamente en el derroche al oeste del edén; a los que tenemos la despensa rebosante de alimentos que satisfacen nuestra miserable codicia; enfermamos con las orgías de la gula y practicamos el sibaritismo en la bacanal culinaria.

La superpoblación y el cambio climático que se atisba en pocos años, según las aritméticas de los agoreros en sus países, y en todos los perímetros del universo, y ante las carencias de agua potable y de suelos cultivables (que serán las causas de muchos conflictos bélicos), han optado muchas naciones del G8 por globalizar la agricultura, comprando en régimen de alquiler terrenos fértiles, para que sus países cultiven en cualquier latitud del globo, por lo que se pertrechan, desde ahora, con alimentos para las carencias del futuro.

El Gobierno de Madagascar, país en la pobreza, y de espaldas a sus conciudadanos, ha suscrito un contrato con la multinacional coreana Daewo, para cultivar maíz en 1.300 hectáreas durante 99 años. China hace una década que arrienda tierras agrícolas para su explotación a Méjico y Cuba, para sus 1.300 millones de seres. Malí, uno de los más pobres del universo con su miserable hambruna, contrató con Libia cultivar en sus fértiles tierras 100.000 hectáreas de arroz. Kenia ha alquilado a Qatar 40.000 hectáreas para productos hortofrutícolas.

No se trata solo de países de pobreza absoluta los que buscan estos contratos genocidas, para salir supuestamente de sus miserias, que no lo harán jamás, todo lo contrario: las hunde más. Existen otros que ofrecen sus tierras agrícolas en este mercado persa: Rusia, Brasil (que ha llegado a extremo de desplazar a etnias primitivas y a la tala indiscriminada y salvaje de la Amazonia, actual matriz de oxigeno del mundo, para cultivos de cereales); Ucrania, Sudán, Mozambique, Filipinas, etc.

Tantos de estos contratos suelen ser realizados por países tiranizados a manu militari; o con guerrillas, como en Sudán; o en pueblos sumidos en la ignorancia o alejados de los entresijos de canallescas políticas. Que se vendan los excedentes de una producción es loable; pero muy otra, es hipotecar sus mejores tierras de cultivo a multinacionales, quienes se llevarán los mejores frutos y dejarán hambre y miseria en los países de origen. Y solo se aprovechen de esta tropelía, los lunáticos que venden su país por poseer riquezas materiales.

Este es el futuro hecho presente, que espera, como es habitual, a los infortunados países que son ultrajados, y a sus subordinados solo les queda el cielo y la tierra (estéril) o esperar la caída del maná, entonando el mea culpa de haber nacido allí.

Teo Mesa

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