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Idiotas o democracia

Antonio Morales / Antonio Morales

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Dentro de muy pocas semanas, el 22 de mayo, vamos a vivir unas elecciones cruciales para el desarrollo democrático de la sociedad que compartimos. Se trata de un hecho histórico que no debería servir sino para garantizar la importancia de lo local, de la política más cercana; para sustentar los derechos básicos y más inmediatos de los ciudadanos. Pero me temo que en esta ocasión, más que nunca, van a estar mediatizadas por el miedo, por la rabia, por el desprecio a la política, por el desapego de lo público?

En los últimos años se ha venido tejiendo un inmenso entramado de dinero y poder para atacar directamente a la línea de flotación de lo público, para anularlo, para acogotarlo, vaciarlo de contenido y crear, al tiempo, una situación de rechazo de la población, desde la complicidad de una buena parte de los medios de comunicación, en manos de las grandes oligarquías económicas (lo de Berlusconi y las telecincos de turno no son sino la punta del iceberg del control social que ejercen) que pretenden individuos alienados y fundamentalmente consumistas (Galbraith, en su “La economía de fraude inocente” lo señala perfectamente: “las corporaciones han decidido que el éxito social consiste en tener más automóviles, más televisores, más vestidos y un mayor volumen de todos los demás bienes de consumo, sí como más y más armamento letal. He aquí la medida del progreso humano. Los efectos negativos ?contaminación, la destrucción del paisaje, la desprotección de la salud pública, la amenaza de acciones militares y la muerte- no cuentan”). Y también desde la complicidad, como no, de buena parte de los partidos y los políticos, incapaces ?tanto por la derecha como por la izquierda socialdemócrata- de aportar soluciones a la crisis, de plantar cara al neoliberalismo, de castigar y penalizar a los que nos han llevado a esta situación y de transmitir algo más que enfrentamientos, prácticas corruptas, defensa de una casta sustentada en el servilismo de los mediocres, de garantizar una auténtica división de poderes (¡ay la Justicia!), de hacer de la educación y la formación ciudadana ? uno de nuestros grandes déficits- el elemento estratégico del desarrollo de un pueblo, para conseguir una sociedad democrática, etc.

No es casualidad por lo tanto que los políticos sean, según los últimos barómetros del CIS, la tercera preocupación para los españoles, tras el paro y la situación económica, y por delante del terrorismo. Se duda de su honestidad y se duda de su eficacia. Se ha conseguido que prevalezca el cabreo, la apatía, la resignación, el desprecio a las instituciones democráticas y el cuestionamiento, la deslegitimación y la desconfianza de la política, frente al control, la participación de los ciudadanos y las decisiones políticas firmes.

Para Nicolás Tenzer (“La sociedad despolitizada”, 1991), si la política, el arte de definir el futuro de una sociedad, se derrumba es porque ya no hay interés en los asuntos comunes y porque la propia sociedad se disgrega, desaparece el sentimiento de comunidad y de trabajar por un bien común. Para los griegos los idiotas eran los habitantes de la ciudad que no participaban más que en sus asuntos privados y no en las decisiones colectivas. Cicerón llamaba dioses a los hombres que intervenían en la política y los romanos entendían que los políticos debían ser los más cándidos (por eso lo de candidato) y los poseedores de las mejores virtudes (decorum, honor, justicia?). Debemos reivindicar hoy más que nunca la política, con mayúsculas: “La política es lucha, y el político, a diferencia del burócrata educado en la obediencia, se distingue porque se atreve a romper los estrechos cauces que establecen las burocracias”, según Ignacio Sotelo; “necesitamos políticos virtuosos que excluyan a los indeseables, a los corruptos, abandonando la vergonzosa defensa que hacen de ellos, desplazar a los intransigentes, y a los incapaces?”, reflexiona Gregorio Peces-Barba.

No pocos pensadores coinciden en hacernos llegar que el desprestigio de la política es la antesala de la tiranía. No es casualidad el auge de personajes como el presidente italiano o de la extrema derecha europea. Como plantea Daniel Innerarity, sin Estados que funcionen no hay manera de hacer frente a inseguridades y peligros, y aquí está pasando bastante de eso. Albert Solé nos recordaba recientemente que la descalificación frontal del sistema acaba fortaleciendo soluciones populistas y mesiánicas.

En un extraordinario artículo publicado en El País el 7 de marzo pasado (Los políticos sobrantes), la periodista Irene Lozano nos decía que en los regímenes parlamentarios “política” y “democracia” son casi sinónimos y nos recordaba que todos nos reímos cuando recordamos la célebre frase de Franco “haga usted como yo, no se meta en política”. Pero sobre todo, me sobrecogió la frase de Primo de Rivera, al proclamar su golpe de Estado de 1923, con la que abría el texto: “Españoles, ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado de atender el clamoroso requerimiento de cuantos, amando la patria, no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política”.

Para Rafael Argullol “en el horizonte, aparentemente, no hay pretendientes capaces de ocupar el altar vacío (?). Sin embargo, también, es posible -y probable- que ahora mismo, a pesar de nuestra ignorancia al respecto, se esté incubando el nuevo aspirante a ocupar el altar del dios desconocido. Y que de la naturaleza de ese dios dependa que nos encaminemos a una Edad Oscura o pongamos rumbo hacia un Renacimiento”. Es lo que nos dice también Irene Lozano: “Pese a que los antipolíticos den la impresión de no tener recambio, saben que llegará por su propio pie y, como ignoran cuándo, solo se trata de mantener la tensión hasta que cobre cuerpo en el mesías más madrugador. Entretanto, los más honrados de entre nuestros representantes se quedan en un rincón recibiendo pedradas”.

Pero no quiero terminar en un tono pesimista. En Islandia nos han dado una lección de democracia. Nos la están dando en el norte de África librando una lucha titánica contra los tiranos de turno. Nosotros lo tenemos más fácil. Tenemos que luchar contra la indiferencia, romper las ataduras con el mal consentido y echar a gorrazos de voto a los que tienen secuestrada esta democracia, a los que se están cargando esta democracia.

Antonio Morales

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