Tuvo que decir la señor Déniz, porque ésa es su función, que son las subidas de los tipos de interés, decididos por el Banco Central Europeo y que afectan a las familias de los países emisores, las responsables de los malos resultados que está atravesando el sector turístico en las Islas. A continuación dijo más cosas, bastante tópicas por cierto, como que gobernantes y empresarios están trabajando en el empeño de atraer un turismo de calidad. Y blablá. Lo de siempre, aunque esos mismos empresarios y algunos políticos continúen suspirando públicamente por los vuelos de bajo coste, lo que se da de tortas con la calidad y la capacidad adquisitiva de los visitantes que se quiere atraer. Nada de autocrítica, por supuesto. Nada que ver con el deterioro paisajístico y el desastre urbanístico, con la decadencia de los buenos servicios, etcétera. La culpa de todo la tienen, ahora, los malditos tipos de interés. Por desgracia para el debut de Carolina Déniz, el mismo día en que sus declaraciones aparecían en la prensa, las agencias enviaban a sus asociados un informe del Ministerio del ramo donde se afirmaba que Canarias “es el único destino turístico entre los grandes españoles que pierde competitividad”. El Archipiélago aparece, en las estadísticas, como la única zona turística del país en la que descienden tanto el número de visitantes como el de ingresos por viajero. El resto de los mercados ha logrado mejorar sus datos en el primer semestre del año frente a los de 2006. Resulta de lo más raro que el incremento de los tipos de interés afecte, pues, turísticamente sólo a nuestras ínsulas, aunque se pueda alegar que estamos más lejos y que, mientras a otros destinos de la nación es posible llegar por distintos medios, aquí hay que venir volando. O en crucero, que es otra cosa. Pero, la verdad es que, vistos los precios de muchos paquetes y el chollo (para el visitante, no para nuestra economía) del todo incluido, el reparo no se sostiene en absoluto. En fin. Esperemos que doña Carolina no tenga que defender en adelante y en sus labores de portavoz, argumentos tan tremendamente débiles como los esgrimidos en un estreno de cargo que ella misma preferirá olvidar, seguramente. José H. Chela