Las obras comenzaron un año después de abiertas las oficinas, como si la Administración no supiera cuáles son las necesidades de unas dependencias para atención al público. Y como con esas obras se veían afectados los baños de los funcionarios, los responsables del edificio tuvieron la feliz idea de colocar dos retretes portátiles, de esos que se usan en el Carnaval o en cualquier concierto. Imagínense: olores a desinfectante, olores a pis y a caca, ruidos de toda índole... al lado de las mesas donde los funcionarios atienden al público. Los derrumbes de tabiques y la correspondiente rehabilitación han obligado a agrupar todos los puestos de atención al público en una única sala, es decir, codo con codo cada ciudadano junto al de al lado, sin intimidad, todos escuchando sus problemas, sus necesidades y sus cosas ante el fisco. Hace unos pocos días, tras sufrir en silencio como si de hemorroides se tratara, los funcionarios se plantaron porque el olor a disolvente hacía irrespirable el ambiente y les irritó los ojos. El delegado ordenó cerrar las dependencias.