Dudar aunque fuera someramente de que José Miguel Bravo de Laguna estuviera desde el principio de este mandato buscando fórmulas para blindarse es sencillamente no conocerlo. Veterano de la negociación y la contranegociación, experto en componendas que anulan componendas, curtido en mil traiciones propias y ajenas, el presidente del Cabildo grancanario ya se adelantaba en mayo a cerrar un acuerdo con el único consejero del CCN para impedir un posible pacto de todos contra él en la Corporación. Conseguido el primer propósito, había que trabajar seriamente en el segundo, bloquear la posibilidad de una moción de censura, para lo cual bastaba con inhabilitar a uno solo de los consejeros. Y Juan Dominguez volvía a ser el más vulnerable, la salsa de todos los guisos, por donde quiera que se le mirara. Para inhabilitarlo bastaba con hacerlo cambiar de grupo político, tanto si era voluntaria como involuntariamente, porque la ley electoral establece claramente que, en tal caso, el tránsfuga obliga a multiplicar por dos su voto para que la censura prospere. Desde este lunes, el consejero del CCN es miembro del grupo mixto, lo que le ha convertido en el blindaje de Bravo de Laguna. Ahora les hablamos del dedo.