Repsol cuenta con un padrino insuperable, miembro del mismo Gobierno que ha de aprobarle el estudio de impacto ambiental y otorgar las definitivas bendiciones para las prospecciones petrolíferas, el ministro canario José Manuel Soria. Quizás por eso a la petrolera le importa exactamente una higa lo que digan las instituciones y los ciudadanos canarios. Se limita a cumplir a regañadientes con el trámite preceptivo de la información pública y, a partir de su cierre, por ahí se las den todas a los canarios, que son unos majaderos que no entienden las bondades de los combustibles fósiles y se empeñan, en plan perroflautas, en las energías renovables. De ahí el desprecio con el que la compañía española se ha tomado las primeras noticias sobre el rechazo institucional a su estudio de impacto ambiental. También a esos exabruptos ha respondido el ala ambiental del Gobierno, que viene siendo la Consejería de Educación y Sostenibilidad, de la que es titular José Miguel Pérez. Y lo ha hecho de una manera muy técnica, explicando a la compañía petrolífera algunos aspectos irrenunciables en un documento así. Por ejemplo, le recuerda que la no inclusión de una serie de documentos anexos que Repsol no cree que sean necesarios “es una prueba irrefutable de que el proyecto no está completo y la participación pública no es correcta”. Además de esos anexos, faltan el plan de respuesta para episodios de descontrol del pozo; los vídeos de exploración del fondo marino de los sondeos Plátano 0, Cebolla 1 y Naranja 1; el plan interior de contingencias por contaminación marina accidental? Y falta la identificación plena, exigible para cualquier tramitación administrativa, de los técnicos que se responsabilizan de lo que allí se dice. Olvídese usted de estos detallitos en su expediente de cuarto de aperos y ya verá lo que le dicen. Ande.