María del Pino Torres no pasará a la historia como la mejor alcaldesa de San Bartolomé de Tirajana. Más bien estamos en condiciones de afirmar que será justo lo contrario. Sus casi cuatro años de gestión han estado marcados por la ineficacia, por la parálisis más absoluta, por la involución política y por una pastosa sensación de descrédito de la institución que preside que tardará mucho tiempo en difuminarse. Su partido político, Nueva Canarias, que tan buenos gestores parió cuando se llamaba de otro modo, ya no sabe qué hacer con ella porque, en el colmo de los colmos, aún cree que puede arañar algún voto gracias a esos gestos populistas y pueblerinos que le han caracterizado. Su última actuación estelar ha sido, como saben, la del Consorcio para la Rehabilitación Turística del Sur, y su gran logro, conseguir la dimisión de su gerente, el ingeniero de Caminos José Fernández. En la reunión de la junta de este martes, en un gesto de cinismo muy propio de su personalidad, Torres llegó a elogiar a la víctima de su mediocridad, después de haberse atrevido a discutir de legalidad con el abogado del Estado. Buena pieza esta alcaldesa.