Anunciaba este lunes el STEC que este martes llevarán a declarar ante un juzgado de la jurisdicción civil al ex vicepresidente del Gobierno por haber soltado con demasiada alegría e irresponsabilidad su lengua a paseo. Lo demandaron por haber dicho que hay profesores de la escuela pública que piden una baja por depresión y se les ve en la playa tan campantes. Mucho nos tememos que la demanda no va a tener mucho recorrido, más que nada porque, pese a lo desafortunado de la afirmación y lo chocante que resulta que se queje el que debiera luchar contra al absentismo, no hay una intromisión en la intimidad ni en el honor de nadie en concreto, sino de un colectivo que tiene su corazoncito y que ya está hasta las narices de que los mandarines canarios los tomen por el pito del sereno. Otra cosa es que el sindicato docente se conforme con ver a Soria explicándose ante un juez por unos exabruptos inadmisibles, pero ya les prevenimos que va a mentir y a chulearse por los motivos más inimaginables, que ésa es la marca de la casa y no iba a cambiar a estas alturas de la película.