Debemos elogiar el gesto de pluralidad del alcalde, desde luego, porque la diligente autorización para bocatas y refrescos ha operado en favor de un partido que no es el suyo. Luego, no estamos ante una decisión que pueda ser criticable desde el punto de vista del sectarismo, pero sí desde la óptica de unos muy cabreados comerciantes. Tras enterarse de la autorización escribieron al regidor quejándose, y éste se tomó 48 horas para contestar, el doble que lo que tardó en dar permiso al CCN. Tiene su explicación la dilación porque desarrollar la doctrina del mal menor (si no les autorizo a vender, regalarían los bocatas y sería peor la competencia) necesita su fase de meditación, nudo y desenlace. Y muchos bemoles. La oposición nacionalista cree que puede haber habido alguna actuación ilegal por parte del alcalde, así que ha pedido todos los informes, no vaya a ser.