Ya metidos en turismo ecológico y sostenible, es preciso comentar la primera aparición pública de calado que ha tenido el nuevo presidente de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE), Agustín Manrique, un empresario del sector turístico que no tuvo el menor recato este miércoles en anunciar al mundo que su postura es de encendida defensa de las prospecciones petrolíferas en las inmediaciones de las Islas Canarias. Su aportación al debate no ha ido por la creación de puestos de trabajo, quizás por ser un hombre serio que sabe que eso es una entelequia; ni por la conveniencia de que Canarias acceda a unos mecanismos de fiscalidad que le permitan lucrarse con los impuestos que paguen las petroleras, como defendía su antecesor, Sebastián Grisaleña. No, Manrique ha tirado por la “transferencia tecnológica” que va a suponer para las Universidades canarias tener campos petrolíferos en las inmediaciones. Y blandiendo una excusa absurda: hace tiempo que tenemos el petróleo metido en Canarias por la refinería de Cepsa en Santa Cruz. Ole. El nuevo jefe de la patronal cumple de este modo con una de las consignas principales de su mentor, el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, que anda estos días en su enésima campaña en favor de los negocios de Repsol en el Archipiélago. No coincide la posición de Manrique de Lara con la que ha manifestado públicamente el operador TUI -ya que andamos metidos en harina- cuyo responsable de Sostenibilidad, Harald Zeiss, puso por escrito no hace mucho que la actividad petrolera frente a Fuerteventura y Lanzarote representa “un alto riesgo” para el turismo canario. Es de suponer que tal postura, manifestada por carta al presidente del Cabildo de Fuerteventura, ya se habrá ido matizando una vez ha quedado constatado el inquebrantable apoyo de Soria a la todopoderosa RIU en sus afanes palmericidas y la particular interpretación que el señor ministro hace de la seguridad jurídica, es decir, la sobrevenida, la que tiene que ver con las licencias actuales, no con las sentencias imprescriptibles que siguen sin cumplirse en la zona.