Los escarceos del vicepresidente del Cabildo con bandas de ideología nazi no fueron breves. Al menos dos testigos de la época calculan que su pertenencia a los cabezas rapadas duró entre cuatro y cinco años, periodo en el que rompió definitivamente con muchos de los que anteriormente habían sido sus amigos. De esa etapa fue su decisión de hacerse un tatuaje en su antebrazo izquierdo, un tatuaje de la cruz esvástica, adoptada como símbolo por el partido nazi de Hitler, el santo y seña de los más fanáticos cabezas rapadas. Tras pasar aquel periodo, Juan Domínguez, Juancho, se arrepintió y trató por todos los medios de hacerla desaparecer. Sin embargo, aún hoy quedan restos en su piel de aquella fatídica decisión que le marcará para siempre. De punki, ya ven, a nazi; y de nazi a afiliado al Sindicato Obrero Canario (SOC); del SOC, a Comisiones Obreras; de CCOO a la UGT, y a través de la UGT, afiliado al PSOE. Sí, Domínguez ha sido afiliado al Partido Socialista. Sólo faltaría que fuera masón, quizás la disciplina que más se aleja del nazismo. Pues, bingo, también ha sido masón. Y como su culoinquietismo no encajaba en la logia que lo acogió, se montó la suya propia, Luz Atlántica, que vinculó al Gran Oriente de Francia. Ahora es consejero del Cabildo gracias a esos milagros de la política. Por delante de su puerta pasó en 2011 alguien del CCN que le ofreció ir en una lista en apaño con CC, y a ella se agarró en una decisión seguramente meditada en sus habituales largas noches de insomnio. Tras traicionar a CC, se abrazó al PP, y con el PP colocó a su esposa de senadora. La senadora ya ha roto la disciplina de voto, y Domínguez tiene con el corazón en vilo al presidente del Cabildo por ese voto decisivo que él tiene en cada pleno. Porque ante tanta incongruencia personal, ante una trayectoria tan abigarrada, cualquiera sabe lo que puede hacer pasado mañana.