Nadie tiene una sola fotografía suya, pero el caso cierto es que Daniel Fernández de Salamanca, un ingeniero radicado en Madrid que se vino para Canarias al olor del negocio eólico, es una pieza clave en todo este entramado eólico. Actuó de interlocutor con la Administración, negoció con múltiples personas aquí, presentó ofertas a nombre de importantes grupos empresariales canarios, pero siempre fue un personaje altamente escurridizo. Los que le presentaban le vinculaban a nobles familias de los grandes negocios españoles, pero lo cierto es que quienes pretendieron reunirse en sus oficinas centrales en Madrid siempre eran remitidos a la cafetería de un hotel. Incluso en Canarias, donde pasó largas temporadas, utilizaba oficinas prestadas, en Mesa y López 8, por el intermediario Wilebaldo Luis Yanes.