El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Magistrado graba a magistrado
Si Salvador Alba hubiera acudido en Madrid al curso que sobre comportamientos corruptos organizó a finales de octubre el Consejo General del Poder Judicial, con suerte se habría ahorrado el bochorno (segundo bochorno) que protagonizó este miércoles ante el juez de Instrucción 2 de Las Palmas de Gran Canaria, Rafael Passaro. Habría conocido con más detalle las técnicas más sofisticadas que utilizan las bandas organizadas de corrupción para eludir la acción de la justicia; las ramificaciones de las que se valen dentro del sistema, las relaciones con el mundo político y judicial, las más avanzadas técnicas de captación y grabación de voces y sonido y las tácticas perversas que, con brillantes y caros abogados, les sacan de los más exuberantes fregados.
Acudía Alba en calidad de denunciante a aportar pruebas que avalaran la denuncia que en mayo pasado interpuso como consecuencia directa de la publicación de los audios que le incriminaban como partícipe de una conspiración contra la jueza Victoria Rosell, diputada de Podemos por la provincia de Las Palmas en aquel entonces. Alba se inscribió y su nombre figuraba en el listado de jueces interesados en aquel curso, entre cuyos profesores figuraba el magistrado Pablo Ruz. Pero nuestro hombre no se constituyó pese a haber presentado ante Passaro un escrito en el que pedía que le libraran de prestar declaración alegando que tenía asuntos personales y profesionales que atender en Madrid justo en aquellas fechas. El curso sobre corrupción, desde luego, no fue uno de esos asuntos.
Es una más de tantas y tantas circunstancias obscenas de cuantas vienen adornando a este magistrado desde que en mayo pasado se descubriera que había participado en un complot para engordar la querella que José Manuel Soria había interpuesto contra la magistrada Rosell en el Supremo. Era, efectivamente, la tercera excusa de Alba para evitar comparecer en un pleito en el que exigió que se le leyeran los derechos que le asisten como víctima de un presunto delito en el que habrían incurrido la persona que le grabó subrepticiamente y el abogado que, teóricamente, preparó aquel encuentro. Alba, víctima: un delirio.
Pero como nunca es tarde cuando la dicha llega, este miércoles llegó el sublime momento tantas veces pospuesto por Alba: el juez le exigía que le presentara los mensajes de WhatsApp y los correos electrónicos en los que, según su denuncia, unos malvados compañeros de la carrera judicial le habrían presionado para que librara a Miguel Ángel Ramírez de la penosa carga de los delitos de fraude fiscal que sobre él recaían. A Alba le había parecido fatal de la muerte que el empresario presentara ante el juzgado del que él había sido sustituto (Instrucción 8 de Las Palmas de Gran Canaria) una grabación de la que claramente se colige que promovía un amaño para que, a cambio de su desimputación en aquella causa de delito fiscal, Ramírez declarara en contra de la jueza Rosell.
Y ¿qué fue lo que presentó Alba para escurrirse de su bulto? Las primeras informaciones (a la espera de ulteriores ampliaciones) hablan de que el magistrado de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas, en funciones de cogido con las manos en la masa, habría grabado a su compañero Carlos Vielba presuntamente ofreciéndole que se dejara de rollos y acordara una salida airosa al mismo pleito que le llevaba este miércoles ante el juez Passaro. En resumen y sin animus jodiendi: que retirara la denuncia contra Miguel Ángel Ramírez a cambio, vaya usted a saber, de que Miguel Ángel Ramírez desistiera de presentarle una querella de libro por denuncia falsa. Porque hay que tener muchas lapas en las puñetas de la toga para intentar que, una vez pillado conspirando, pretendas que los conspiradores sean los que te han pillado conspirando.
Pero lejos de ser llamativa la intentona de Alba, lo que realmente es noticia es el método que aplicó para trincar a Vielba proponiéndole tal acuerdo: primero lo escuchó en su despacho y, diez minutos después, necesitado como está de acopiar sus pruebas y sus cositas, presentóse en el despacho de aquel, grabadora del móvil en ristre, para pedirle que le repitiera en qué consistiría el acuerdo. Y el ilustrísimo Vielba picó en el anzuelo repitiendo el asunto: “Nos vemos en una piscina de su casa del sur, todos en bañador, sin móviles, para que nadie grabe, y lo hablamos”. ¡Y lo estaban grabando! Estamos en buenas manos, señorías, no hay duda.
Resulta fascinante conocer que el mismo juez que se quejó (y denunció) amargamente ser víctima de una grabación que algunos medios han tachado de clandestina y hasta de ilegal, en la que se le escucha claramente ejecutar las órdenes de José Manuel Soria contra una adversaria política; el mismo juez que en el minuto uno relacionó esa grabación con el contrato de seguridad que en la Ciudad de la Justicia ejecuta la empresa de Miguel Ángel Ramírez, haga exactamente lo mismo, es decir, que sea él quien activa su grabadora premeditadamente para pillar a uno de sus compañeros en un renuncio ¡en la Ciudad de la Justicia!. Todo ello, bueno es recalcarlo, cuatro meses después de que se conociera su escandaloso comportamiento. Como mínimo, acojonante.
Paradójicamente, ésa de su grabación a Vielba parece ser la única prueba destacable que Alba presentó este miércoles ante el juez Passaro, prueba que carecer por completo de valor respecto a la denuncia inicial, en la que relataba presiones durante la etapa en la que estuvo al frente de Instrucción 8 (noviembre de 2015 a abril de 2016). Porque los correos electrónicos y los mensajes de WhatsApp que dijo que iba a aportar a la causa se han perdido en las procelosas aguas de la Red o han quedado reservados en su teléfono móvil para vaya usted a saber qué otras estrategias. Sus acusaciones a otros compañeros de magistratura que en los meses en los que manipuló el sumario de Ramírez supuestamente le hablaron en su favor, han quedado sin la guarnición necesaria. Salvo esta conversación de Mortadelo y Filemón que en varios tramos sostiene con su compañero y padrino de su hija Carlos Vielba.
Alba no ha puesto su ventilador enfocando hacia arriba; se ha quedado en una explosión controlada de la mierda que amenazó hacer estallar. Habrá que esperar nuevos acontecimientos a ver si se anima. No es el único intranquilo.
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