No es por jeringar, pero de todo el mundo es sabido que Luis Soria tiene en su jornada laboral dos fases perfectamente definidas. La primera es la mañana, de una hiperactividad sin límites, pero la segunda, la de la tarde, es un auténtico suplicio: el hombre está desencajado porque es como si nunca llegara la hora de acudir ante su hermano, en la casa de éste, a recibir las instrucciones que frenéticamente deberá ejecutar la mañana siguiente. Una de esas instrucciones fue dar calor a Iberdrola, que empezó contactos en verano pasado con la visita de su director comercial Salvador Font, que fue recibido por el más chico de los Soria. El trato se cerró en Madrid recientemente, de la mano del consejero delegado de la eléctrica, Ignacio Sánchez Galán. Pero, qué pidió Iberdrola. Pues, de entrada, no quedarse fuera del negocio del viento.