No tiene mucho sentido, la verdad, que el Gobierno quiera cambiar el nombre al teatro Guiniguada, antiguo cine Avellaneda, en Las Palmas de Gran Canaria. Un nombre, por cierto, que también le fue puesto por el Ejecutivo regional, lo que ya tiene su cosa, como la tiene que el que quiera cambiarlo ahora tenga color presuntamente nacionalista. Ya han puesto el grito en el cielo los de Nueva Canarias, que reconocen el papel desempeñado por la familia Avellaneda y que creen, los de NC, que se despacha con una placa en el vestíbulo. Viene un poco a contrapelo que un teatro que ha estado más tiempo cerrado que abierto como tal, pierda el nombre del barranco cuya desembocadura pasa a su lado y que será potenciado con la actuación urbanística que el Ayuntamiento prevé para la zona.