La escuálida rectificación de don Pepito, que obligará a sus aplicados abogados a regresar al juzgado a defenderse de la nueva reclamación de Ángela Mena, vino acompañada este viernes de un encendido artículo editorial en el que el dueño de El Día vuelve a clamar por lo mal que le trata la Justicia. Ese mal trato es producto, según ese editorial, de “la lucha, siempre pacífica, emprendida por El Día y su editor para conseguir la independencia de Canarias”. Esa “lucha” (¿a qué nos estará recordando?) es la que hace que “los enemigos de los canarios arremetan contra él [don Pepito] y contra nuestro periódico [El Día] desde todos los frentes, incluido el judicial”. Es decir, que las sentencias condenatorias por injurias, calumnias, intromisiones en el derecho al honor y en la intimidad de personas a las que ha sido o va a ser condenado el insigne editor responden o responderán a una persecución ideológica, seguramente diseñada desde algún lúgubre despacho de la secretaría de Información y Turismo, donde se sientan oscuros señores con manguitos y viseras que diseccionan cada día los editoriales de don Pepito a ver qué desbarre comete. Sigue sin enterarse este magnate de la comunicación amarilla y amarillenta del siglo pasado que su tiempo de manipulador, de mangoneador de voluntades políticas, económicas y empresariales, ya ha tocado a su fin, y que la ley también existe para él.