La contaminación lumínica frustra el vuelo de las aves de la Macaronesia

En la imagen de archivo, ejemplares de pardela cenicienta. EFE/ Gelmert Finol

Gara Santana

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La contaminación lumínica se ha convertido en una seria amenaza para los ecosistemas de territorios tan delicados y singulares como los archipiélagos que conforman la Macaronesia. Espacios protegidos que albergan el hábitat de especies amenazadas o que son sitios de paso de aves oceánicas que terminan su viaje de manera prematura tras morir desorientadas por las luces artificiales.

Según un macroestudio sobre contaminación lumínica publicado el pasado mes de enero por la revista Science, el incremento de la claridad durante las noches es de un 10% anual, un ritmo de crecimiento mucho mayor del que se pensaba, ya que hasta ahora se creía que crecía ‘solo’ un 2% anual, según los datos del Programa de Satélites Meteorológicos de Defensa de Estados Unidos.

Ante esta situación, desde la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) se emprenden proyectos como Life Natura@night que pretenden concienciar y actuar contra los efectos de la luz artificial nocturna (LAN) en 27 áreas protegidas de Canarias, Azores, Cabo Verde, Madeira y las islas Salvajes.

La contaminación lumínica es la segunda causa de muerte de las aves marinas de la región macaronésica, solo por debajo de la depredación que sufren por parte de animales como gatos o ratas. Otras amenazas que pueden interrumpir los vuelos de estas aves son los tendidos eléctricos y telefónicos o los parques eólicos.

En Canarias, las denominadas brigadas científicas impulsadas por este proyecto, han recopilado datos interesantes en municipios piloto de las islas de Gran Canaria y Tenerife. Al menos 3.250 juveniles de aves marinas (cifras provisionales), sobre todo pardelas cenicienta, han sido rescatadas en Tenerife entre el 15 de octubre y el 15 de noviembre, dentro de la campaña de salvamento de pollos deslumbrados organizada por el Cabildo y en la que SEO/BirdLife ha participado. Las aves siniestradas fueron atendidas en el Centro de Recuperación de Fauna La Tahonilla desde donde fueron liberadas junto al mar para que emprendieran su primer vuelo.

En los territorios donde ya se ha llevado a cabo este proyecto durante el otoño, las campañas de rescate de aves marinas en Madeira salvaron 123 aves, gracias a los esfuerzos de 93 personas voluntarias. En Azores, más de 300 voluntarios rescataron 119 aves en Graciosa, 154 en Corvo y 357 en São Miguel.

Sobre el proyecto

El proyecto Life Natura@Night, Por una noche con más vida, echó a andar en 2022 de la mano de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), quienes desde entonces y durante un período de cuatro años trabajan junto a SPEA Madeira (BirdLife en Portugal) en acciones de investigación y divulgación ciudadana para mapear y reducir la contaminación lumínica en los archipiélagos de la Macaronesia.

Coordinado por la SPEA, se concreta en 27 áreas protegidas de la Macaronesia de la red Natura 2000, con 150.000 hectáreas amenazadas por la pérdida de biodiversidad debido al impacto de la luz artificial nocturna, y pretende proteger a endemismos de aves, murciélagos e insectos a los que perjudica la luz artificial nocturna.

Además de las diez especies de aves marinas que anidan en estos archipiélagos, también se ven afectados unos nueve taxones de murciélagos nativos y centenares de mariposas nocturnas.

Las pardelas, siempre amenazadas por la luz

Las pardelas son aves oceánicas con un canto inconfundible, que puede parecerse al llanto de un bebé, y que son capaces de realizar grandes migraciones aunque la vida industrial y la contaminación de los seres humanos las haya puesto en una situación de vulnerabilidad. Son aves pelágicas; solo se acercan a la costa para reproducirse y alimentar a sus colonias de cría y el resto de su vida lo pasan sobrevolando el mar. Tienen costumbres nocturnas para anidar, prefiriendo las noches sin luna para minimizar la depredación. Las características de estas aves las hacen muy poco adaptables a los cambios rápidos del entorno. Pueden vivir varias décadas, pero sólo ponen un huevo al año, siempre con la misma pareja y en el mismo lugar. La pesca, en cuyas redes quedan atrapadas, depredadores como los gatos o las ratas, los residuos humanos o los parques eólicos, se suman a la contaminación lumínica en la lista de amenazas que la pardela tiene que sortear para poder vivir.

La subespecie de pardela borealis pasa el periodo de cría en Canarias, Azores, Madeira y en la costa de Portugal. Se calcula que en las Islas Canarias hay unas 30.000 parejas reproductoras. Los lugares en los que hay mayores concentraciones son: Alegranza, Montaña Clara, Lanzarote e isla de Lobos. Su presencia y su particular sonido ha ido desapareciendo a medida que las luces artificiales han ido ganando terreno y restándoselos a su hábitat y en el archipiélago se hicieron familiares desde la década de los 90 las imágenes de ejemplares muertos en carreteras nuevas o en puntos que antes no estaban iluminados.

Desde la la Sociedad Española de Ornitología hacen un llamamiento a que “podamos volver a ver el cielo con estrellas” y en declaraciones a este periódico recuerdan que “tradicionalmente las noches son de búhos o corujas, pardelas, murciélagos, perenquenes y muchos invertebrados, sobre todo de lepidópteros (mariposas) nocturnas”.

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