Preocupante hallazgo en aguas canarias: “Entre la superficie y el fondo no hemos encontrado muestras sin microplásticos”

Microplásticos recogidos por el 'National Oceanic and Atmospheric Association Marine Debris' y fotografiados en laboratorio

María Rodríguez Santana

29 de abril de 2021 17:43 h

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Medusas y caballas con plástico en su interior y filas de residuos en las costas de Canarias. La contaminación y la cada vez más abundante presencia de microplásticos en el Archipiélago, lamentablemente, no son incidentes novedosos y ya se han instalado en la cadena trófica. Sin embargo, pocos son los que reparan en que el pedazo de una botella que ven durante un paseo en la arena ya tiene un largo viaje oceánico a sus espaldas. Pero no todos los plásticos llegan a la costa, algunos permanecen en las profundidades marinas. Precisamente, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y la Plataforma Oceánica de Canarias (PLOCAN), se ha puesto manos a la obra en un estudio pionero que analiza el microplástico presente en mar abierto y en la columna de agua.

La mayor parte de las investigaciones sobre estos residuos que se realizan en el mundo se centran en su presencia en la superficie oceánica o en el suelo, el denominado lecho marino. “Nosotros estábamos preocupados por lo que ocurría en la columna de agua, en toda esa zona hay entre la superficie y el fondo”, explica Daura Vega, profesora en el departamento de Química de la ULPGC e investigadora principal del proyecto, DeepPLAS. Las profundidad atlántica de Canarias, además, es bastante alta, ya que entre Tenerife y Gran Canaria ronda los tres kilómetros y medio.

Actualmente, el proyecto cuenta con financiación de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información (ACIISI) y a pesar de que se empezó a ejecutar de manera oficial a comienzos de 2021, el equipo de Vega siguió trabajando desde que lo solicitó, hace dos años.

Muestreo inicial

Durante ese entonces, se utilizaron buques oceanográficos del IEO que cuentan con el tradicional sistema de rosetas que permite recoger agua a distintas profundidades. “Nosotros hicimos muestreos específicos para microplásticos utilizando la roseta entera para intentar coger la mayor cantidad de agua posible y poder filtrarla”, explica Vega. Estas rosetas tienen instaladas 24 botellas Niskin (destinadas a recoger agua a distintas profundidades), con 12 litros de capacidad por unidad, lo que permite extraer casi un total de 300 litros de líquido. “Además, este sistema avanzado permite decidir a qué profundidad vas a cerrar cada botella. Nosotros en el proyecto elegimos cuatro profundidades de cierre y en cada una de ellas cerramos seis botellas”, precisa la experta. Posteriormente, toda esa muestra se filtra para observar qué microplásticos puede haber y estos se envían a la Universidad de La Laguna (ULL) para su análisis químico.

Actualmente, el proyecto cuenta con la financiación de la ACIISI, lo que permitirá mejorar su metodología con la compra de nuevos materiales, como las Bottle Net, para filtrar mucha más cantidad de agua.

“Que no sea visible no significa que no esté”

“En profundidad nunca vamos a tener fragmentos grandes, por debajo de la superficie todo lo que encontramos es inferior a un milímetro y esto es por el proceso que sufre el plástico”. Daura Vega incide en que, desde que llega al medio marino, cualquier fragmento plástico, “sea del tamaño que sea”, puede sufrir la degradación (durante 1.000 años en algunos casos) pero también se rompe, se fragmenta en pequeños pedazos que pueden medir unos centímetros. Pero no acaba ahí. “Esos fragmentos de varios centímetros se vuelven a romper y al final podemos estar hablando de fragmentos que pueden medir menos de un milímetro. En el caso del microplástico, puede abarcar desde las 10 micras hasta los cinco milímetros”, explica la química.

Es por ello que el microplástico puede no ser visible a simple vista, “ese es uno de sus grandes peligros en el medio marino”, pero Vega recalca que “que no sea visible no significa que no esté”, porque, precisamente, los residuos más abundantes de este tipo son los no visibles a simple vista“.

Restos de fibras tirados por el agua de las lavadoras

En todas las muestras analizadas por estos expertos hay microplásticos, “todavía no hemos dado con una sola profundidad en la que no hayamos encontrado alguno”, lamenta la investigadora principal de DeepPLAS. Por otro lado, en ellas, Vega asegura que han llegado hasta los 1.100 metros de profundidad, donde hay “mucha predominancia de fibras procedentes de tejido, es decir, de ropa”, generalmente, expulsadas de las lavadoras.

“Hay algo que sí nos ha sorprendido en Canarias y es que hay muchos restos, hablamos de 100 micras, de pintura de barcos”. Los barcos se pintan con antifouling, una producto que evita que se adhieran organismos en la superficie de las embarcaciones y prevenir, por ejemplo, el crecimiento masivo de algas. “Estos restos de pintura son tan pequeños que parecen arena, pero estamos encontrando cantidades significativamente altas” en las aguas del Archipiélago.

Zonas estratégicas de análisis en mar abierto

Para extraer las muestras, “nosotros no nos paramos en un punto aleatorio del mar”, explica Vega. El primer punto al que acudieron fue en abril de 2017, a una estación de series temporales de Canarias llamada STOC (Estación Europea de Series Temporales Oceánicas de Canarias). “Es un punto del océano en el que no hay nada físico y que se lleva muestreando desde 1994 periódicamente, como mínimo dos veces al año”. Su control está en manos de la PLOCAN, por lo que permitieron a la profesora de la ULPGC “ir a bordo de sus campañas oceanográficas” y, además, de todo lo que se ha muestreado tradicionalmente en STOC (como la temperatura o el CO2), “incluimos el microplástico en la columna de agua”.

La última campaña fue durante este mes de abril. “El IEO hizo una campaña al volcán Tagoro, en El Hierro, y nos invitaron a ir para aprovechar el trayecto de vuelta desde Tenerife. En los tránsitos nos dieron permiso para analizar este tipo de fenómenos y aprovechamos que había un remolino, frecuentes en Canarias, justo en esa zona”, cuenta Vega. Los remolinos son zonas de anticiclónicas que convergen agua, por los que son zonas idóneas para este tipo de estudios, porque “puede haber una concentración más alta de microplásticos que en cualquier otro punto, que es lo que nos hacen creer los estudios preliminares”.

El mar no es una balsa, explica, por lo que la dinámica oceánica arrastra ese plástico a pesar de su densidad. El microplástico a pesar de tener una densidad que, en teoría, nos diría que flota, “es tan pequeño, que el mar se lo lleva”, lo que se denomina “derivadores pasivos”.

Lo cierto es que la corriente de Canarias invita a que el Archipiélago sea el destino de gran cantidad de basura proveniente de distintos puntos del mundo, desde el norte del continente americano o incluso de México, por lo que las Islas “tienen y deben ser un referente en este tipo de estudios”, concluye la experta.

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