Alexis Ravelo, el escritor que no necesita aniversarios
Los aniversarios sirven para recordar, pero Alexis Ravelo no necesita aniversarios. Los homenajes a su persona y su carrera no han cesado en doce meses. Su muerte, hace hoy justo un año, dejó huérfanas a las letras canarias y al género que más frecuentó, la novela negra. Durante 2023 han sido incontables los homenajes, destacando especialmente, la de Hijo Predilecto de Gran Canaria y la Medalla de Oro de Canarias, máxima distinción que concede el gobierno autónomo.
Ravelo fue un lector empedernido y un escritor comprometido con las causas de su tiempo, no rehuía ninguna. El grancanario retrató a través de sus obras sobre delincuentes y perdedores las desigualdades sociales, la corrupción empresarial y política o la relación entre la violencia física y la violencia estructural. En muchas de ellas con su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria, como escenario.
Creció en el barrio de Escaleritas. Hijo de una modista y de un marinero convertido en recepcionista de hostal, devoraba libros para “escapar de la monotonía”, para “salir del mundo en que vivía y, a la vez, entenderlo”. Estudió Filosofía a distancia y trabajó durante años como camarero en la mítica Sala Cuasquías. “Antes de escribir hay que vivir y hay que leer mucho. Y leer con otra mirada, aprendiendo, y siempre teniendo los pies en la tierra”, decía en una entrevista en septiembre de 2015.
A Ravelo le atraían los ambientes sórdidos de las novelas negras de Raymond Chandler, Horace McCoy, James M. Cain o Jim Thompson. También el cine negro de los sesenta y setenta. Aprendió narrativa en los talleres de Mario Merlino, Augusto Monterroso o Alfredo Bryce Echenique. Su abanico de influencias era inabarcable. Entre los autores canarios destacaba a Pedro García Cabrera, Dolores Campos-Herrero, Agustín Espinosa o Benito Pérez Galdós, a quien no se cansaba de releer.
Ravelo era un escritor con conciencia de clase, tanto que cuando construía a un personaje se imaginaba en qué barrio vivía y cuál era su casa exactamente. El lugar de nacimiento influye en las oportunidades y era una de las enseñanzas que el escritor dejó en una reciente entrevista en el programa Informe Trópico.
Sus personajes de barrio tenían en común ese afán por querer mejorar. Contaba que existía una gran diferencia entre los delincuentes que entrelazaban sus historias de novela negra; el de barrio lo hace empujado por su contexto, mientras que los personajes de barrios más privilegiados delinquen por ambición pura y dura. Y es esa una de las claves que a sus textos le da una lectura política. “En mis novelas, no puedo dejar a un lado la política, aunque no aluda directamente a personas públicas con nombre y apellido, la intención es claramente social y política”, decía.
Una mirada política que se palpaba no solo en sus libros. También se posicionó del lado de los más vulnerables y se mostró comprometido con causas sociales. Fue una de las primeras personalidades del mundo de la cultura en impulsar la iniciativa #NoalasprospeccionesenCanarias, unos sondeos con los que fue muy crítico desde el principio. Como otros autores y autoras canarias, la crítica al modelo de turismo “depredador” que ha pervivido en el Archipiélago también ha estado muy presente. “En España faltan escritores menos complacientes con cierto tipo de lector burgués”, llegó a afirmar.
La corrupción es otro de los grandes temas de su obra. De la que no escapaban políticos, pero tampoco policías o personas del mundo de la judicatura. Sobre el protagonista del libro Un tío con una bolsa en la cabeza dijo que era el fiel reflejo de la corrupción que se ha vivido en España y, en concreto, en Canarias: “Más cutre no se puede”, señaló Ravelo. Le indignaba pensar en corrupción, en qué se hacía con el dinero que a su juicio debía ir destinado a los más débiles.
Ravelo se consagró en la última década como uno de los grandes autores de la novela negra española. En 2014 obtuvo el Premio Hammett por La estrategia del pequinés, una obra que sería llevada al cine por el director Elio Quiroga. Un año antes, había sido galardonado con el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe por La última tumba y un año después se llevaría el Premio Valencia Negra de 2015 por Las flores no sangran. En 2021 recibió el Premio Novela Café de Gijón 2021 por Los nombres prestados.
Aunque se enfocó más en el género de la novela negra, Ravelo era un autor polifacético. Escribió guiones, libros infantiles e, incluso, un libreto de ópera. En 2016 sorprendió con la publicación de La otra vida de Ned Blackbird, una novela que se alejaba de la literatura negra para jugar con los límites de la realidad. “De alguna manera me di cuenta de que esta, probablemente, fuera mi novela seria. La novela personal en la que no estás pensando en que se va a editar, en la que estás intentando experimentar libremente con tu escritura. Por suerte sigue habiendo espacios en los que es posible publicar o ubicar novelas difícilmente etiquetables”, decía en una entrevista en Canarias Ahora.
Amado y recordado por los suyos, Ravelo cosechó el afecto de todas las personas que le rodeaban o que tuvieron la fortuna de trabajar o aprender con él. Su enrome sonrisa, su afición por la buena música y los buenos asaderos, su saber estar y saber reír, estarán siempre en los corazones de sus amigos y los amantes de sus libros. El poeta Pedro García Cabrera lo explicó mejor que esta crónica: “Vida tendré mientras mi sueño viva y su rumor levante mi palabra desde los pies del agua sin fronteras hasta las sienes de la eternidad”.
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