Fuel Fandango disloca 2.500 caderas en La Riviera madrileña

MADRID, 26 (EUROPA PRESS)

En contraposición a los djs millonarios que marcan tendencia pinchando con un inerte USB, la maquinaria orgánica de Fuel Fandango disloca caderas con la misma facilidad que, Alex DeLarge, el protagonista de 'La Naranja Mecánica', destroza rótulas, sin perder la sonrisa, con elegancia, marcando el ritmo, inmisericorde.

Por supuesto, el concierto que el dúo ofreció este jueves en una abarrotada Riviera madrileña volvió a provocar no pocos partes de urgencias, en una velada casi de fin de gira (resta sólo otra para en Barcelona el sábado) con la que están concluyendo la exitosa gira de presentación de su debut mientras, según ellos mismos desvelaron desde el escenario, trabajan ya en el que será su segundo disco, con la intención de publicarlo en 2013.

Y es que su propuesta de flamenco fusionado con electrónica (y rock y pop y funk y soul) ha calado rápidamente entre el público, que disfruta de unas composiciones en las que tradición y vanguardia rompen fronteras cogidas de la mano y generando algo único a la par que profundamente patrio.

Repasaron Nita (voz) y Ale (guitarras, teclados y programaciones) profusamente su primer álbum, desde 'No Sense', con la que abrieron, hasta el final con 'Always Searching', pasando por 'The Engine' con su puntito a lo Depeche Mode, 'Talking', 'Monkey', 'Shiny Soul' o 'Brazil', entre otras, durante alrededor de noventa minutos.

Ale lleva todo el peso musical, mientras Nita, torrente vocal tocada por una diadema floral imposible, sería una especie de cruce entre Dave Gahan y Martirio, aunque en ocasiones pierda los papeles y, por pura incontinencia energética, recuerde también a Tina Turner. Ambos forman un dúo efectivo, reforzado en el directo por la batería de Carlos Sosa, a quien ya quisiera Skrillex para dotar a su música sin alma de un poquito de latente humanidad.

Vive Fuel Fandango un momento dulce, justo tres años y medio después de su primer concierto en la capital, en La Boca del Lobo. Ahora presentan una escenografía sobria con unos cuantos fuorescentes, jaulas de pájaros colgantes y flores, muchas flores. Claveles y rosas tersas pero también espinosas y hemorráigicas. Porque después de todo, al final del día también puede haber sangre en la música electrónica, sobre todo cuando hay voz, guitarra y batería poniendo toda la emoción en el asador.

“Es un sueño cumplido estar aquí, nos sentimos súper privilegiados”, grita la vocalista desde el escenario entre dos canciones, justo antes de seguir perforando a la audiencia con esa mezcla de Massive Attack, Jamiroquai y... Lole y Manuel. Sorprende que en un país como España, tan influenciado por lo anglosajón, pero que siempre se aferra con cierto orgullo a su tradición y su folclore, nadie haya sido capaz hasta ahora de llevar esta fusión hasta estos niveles de éxito y aceptación popular.

Fue, en definitiva, una noche notable, con 2.500 personas gastando zapatilla y aireando axila, agarrando el momento, entregados al baile y ajenos a la omnipresente amenaza de la prima de riesgo y el fin del mundo inminente. Felicidad en el escenario y satisfacción entre el respetable gracias a una propuesta de 'electroflamencofunk' capaz de animar el más desconsolado de los velatorios. En este mundo angustioso que vive en un chirriante derrape continuo y sin final, el mensaje de Fuel Fandango es, en definitiva, esperanzador. Así que, ya sabes: huele las flores mientras puedas.

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