Mártires de la indignación argentina
“A Darío y a Maxi los vamos a vengar con la lucha popular”, corearon el pasado fin de semana en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, miles de miembros de organizaciones sociales al cumplirse el noveno aniversario del asesinato de dos jóvenes militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados. Darío Santillán y Maximiliano Kosteki murieron por impactos de balas disparadas por la policía bonaerense a finales de junio de 2002 en el marco de las protestas desatadas en Argentina tras el estallido de crisis económica, política y social de diciembre de 2001.
Un decenio atrás, la recesión económica del país a causa del déficit fiscal y la deuda externa generados por la paridad con el dólar y otras políticas neoliberales aplicadas por el presidente Carlos Menem culminaron con la decisión del gobierno de Fernando de la Rúa de imponer un corralito financiero, una restricción sobre la libre disposición de dinero en efectivo para evitar el colapso del sistema. Al grito “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, la ciudadanía se autoconvocó para expresar su indignación en cacerolazos, sonoras protestas identificadas con la clase media, y piquetes, cortes de carreteras vinculados al sector obrero, antes de plasmar sus propuestas alternativas de democracia directa en asambleas barriales o de economía social en la autogestión de fábricas.
Finalmente, el gabinete de Adolfo Rodríguez Saá, tras la dimisión de su predecesor entre una oleada de disturbios con una treintena de muertos, decretó la suspensión de pagos, la mayor de un país en la historia, antes de perder el respaldo político y ceder el testigo a Eduardo Duhalde, que estabilizó parcialmente la economía con garantías sobre los depósitos bancarios y el fin de la convertibilidad peso-dólar. Sin embargo, la crisis social persistió y, de hecho, Duhalde debió adelantar los comicios y renunciar a la reelección tras la masacre de Avellaneda, cuando una jornada nacional de protestas para reivindicar un incremento de los subsidios de desempleo trató de bloquear los principales accesos a la capital federal y los piqueteros del puente Pueyrredón sufrieron la represión policial con el resultado de más de 150 detenidos, una treintena de heridos y dos muertos en presencia de la prensa.
Desde entonces, el Frente Popular Darío Santillán, surgido en 2004 por la unión de organizaciones obreras y estudiantiles, y colectivos similares honran la memoria de los dos jóvenes militantes cada 25 de junio con una jornada de diversas actividades en la estación ferroviaria de Avellaneda, donde cayeron abatidos en su huida, antes de bloquear el puente Pueyrredón durante una vigilia nocturna para celebrar una manifestación a lo largo de la mañana del día siguiente. Mientras continúan adelante los trámites para cambiar a Estación Santillán y Kosteki la denominación oficial del recinto, la parada del ferrocarril Roca en Avellaneda ya presenta el aspecto de un lugar recuperado por las organizaciones populares gracias a la decoración de todo el espacio con motivos en recuerdo de los dos activistas asesinados y la construcción de un centro cultural y textil en el solar adyacente por parte de una cooperativa.
Aunque sentenciaron a dos policías a prisión perpetua y a otros seis agentes a penas de varios años, familiares y compañeros de Santillán y Kosteki aprovechan la efeméride para mantener su exigencia de juzgar a los responsable políticos del fatal suceso como Duhalde, ahora candidato en las elecciones presidenciales de octubre. Precisamente, el padre de Darío, Alberto Santillán, enumeró en una carta abierta todos los presuntos autores “intelectuales” y lamentó que continúen en libertad “amparados por la impunidad de acuerdos políticos oscuros y complicidades perversas”.
En opinión de la hermana de Maxi, Vanina Kosteki, “Duhalde no puede gobernar porque es un asesino, tiene que sentarse en el banquillo de los acusados y terminar entre rejas. Mientras los asesinos están en el gobierno, la lucha sigue en la calle hasta que caiga el último responsable”. Aunque “extraño a mi hijo, he aprendido que la lucha es alegría”, concluyó Alberto Santillán ante una pintada con el lema “Dario y Maxi presentes” y entre los vítores y aplausos de la muchedumbre congregada frente la estación de Avellaneda.
“Ustedes están en las entrañas del monstruo”
Anteriormente, Diego Abu Arab, miembro del Frente Darío Santillán, se refirió sobre el mismo escenario a las recientes revueltas sociales de la primavera árabe, por los ajustes en Grecia o el 15M en España. “Esas plazas llenas de gente en España cuánto habrán aprendido de Argentina, del 'piquete y cacerola, la lucha es una sola”, se preguntó el militante popular.
En posterior conversación con CANARIAS AHORA, Abu Arab abundó en ciertas similitudes entre los indignados españoles y el argentinazo de 2001 como la espontánea y unánime reacción ciudadana ante una determinada realidad económica y política con la “diferencia de la permanencia” de las acampadas, aparte de la disparidad de algunas causas y consecuencias de los dos conflictos. Tras alabar el pacifismo de las protestas, porque también “acá las asambleas barriales jodían más que la violencia”, el activista del Frente Darío Santillán argumentó: “Latinoamérica es un terreno en disputa porque funcionó como un laboratorio del neoliberalismo y después del cambio social. Parecía una locura luchar por la transformación social durante las dictaduras latinoamericanas, pero no fue en vano y ahora somos más maduros y fuertes fruto de una coordinación de 10 años”. Eso sí, “ustedes están en las entrañas del monstruo, lo tienen el doble de difícil”, advirtió. Y Diego Abu Arab subió de nuevo al escenario para agarrar el micrófono y, puño en alto, gritar: “Vamos a cortar ese puente del que no nos van a bajar nunca”.