El pueblo senegalés que lloró la muerte de sus hombres en el mar y hoy levantan las mujeres
A Yaye Bayam Diouf no le quedan lágrimas en los ojos, las oculta en su corazón. Desprende fortaleza y coraje cuando habla de la asociación de mujeres que preside en Thiaroye Sur Mer, en Senegal. Se trata de un pueblo costero situado a pocos kilómetros de Dakar y que lloró la muerte de sus hombres durante la denominada crisis de los cayucos. Aloumenar, hijo de la líder de la asociación, fue uno de los muchachos que perdieron la vida en el mar. Fue este golpe y el hecho de ver a su pueblo desolado lo que la impulsó a luchar contra la inmigración clandestina y aunar fuerzas para salir adelante junto al resto de mujeres.
Entre 2005 y 2008, miles de personas de distintos países de África fallecieron tratando de alcanzar las costas de Canarias (6.000 sólo en el año 2006). En su mayoría, hombres que tan solo pretendían alcanzar un sueño. “Europa o la muerte” era el lema que gritaban en distintas regiones, no solo en Thiaroye Sur Mer, antes de poner rumbo a las Islas. Allí, sin embargo, en poco tiempo se quedaron sin maridos, hijos, hermanos o vecinos. Un pueblo al que le robaron su juventud.
Yaye Bayam narra que no ha sido fácil el camino a emprender por parte de las mujeres que se han quedado solas en este pueblo. En una sociedad patriarcal, donde lo que manda es la firma del marido en los documentos o incluso a la hora de tener propiedades, se hace muy duro. Explica que el hecho de que muriera su hijo le hizo pensar que las mujeres deben tener poder de decisión, poder para hablar e impulsar proyectos. Por ello, siempre ha mantenido la convicción de que podrán lograr lo que se propongan.
Un día, las mujeres plantearon la necesidad de movilizarse para cambiar la situación gris que atravesaban. Yaye Bayam explica que acudieron a las administraciones públicas, angustiadas porque la emigración estaba dejando no solo a su pueblos, sino a todo un país sin jóvenes. Fue así como nació el Colectivo de Mujeres en Lucha contra la Emigración Clandestina (Coflec). Asegura que gracias al trabajo de todas, hoy hay más jóvenes concienciados de los peligros que supone emigrar de forma no segura, a pesar de que la movilidad entre países debe ser un derecho.
Microcréditos y educación, bases para un futuro
No solo con campañas de concienciación estas mujeres pretenden que la juventud se quede en Senegal. Consideran que la mejor arma es la educación. En el día a día, orientan a los hombres jóvenes para su futuro laboral y formativo y les derivan a otros centros. Con las niñas y adolescentes, se centran mucho más en ofrecerles actividades de formación, ya que es más difícil que se puedan integrar en el mercado laboral. Los hombres, desde muy pequeños tienen más posibilidades de ganarse la vida en Senegal, colaborando en distintas tareas. Sin embargo, ser mujer conlleva una serie de riesgos, como el hecho de que las familias se vean forzadas a que sus hijas contraigan matrimonio muy pronto por la situación de pobreza.
El trabajo de la asociación también consiste en convencer a las familias para permitirles que las niñas aprendan un oficio y contribuyan más adelante en la economía familiar. Maman Dione o Azouyiae son algunas de las jóvenes que risueñas enseñan las instalaciones del centro donde aprenden costura, estética, matemáticas o clases de repostería y cocina. Cursos con los que esperan en un futuro poder conseguir un trabajo. También es un lugar donde se relacionan con otras jóvenes, comparten confidencias y pasan buenos ratos practicando una de las pasiones que se palpa por todo Senegal: la danza.
La palabra sororidad cobra más sentido que nunca en una región marcada por los valores tradicionales y en la que han tenido que ser ellas quienes tomen las riendas de su futuro. Pagar los gastos de sus casas y sacar adelante a los hijos es posible gracias a un sistema de microcréditos con el que funciona este colectivo. La líder señala que para formar parte de la asociación cada integrante debe aportar mil francos CFA. Actualmente, forman parte de COFLEC 375 mujeres. Acuden a distintos grupos de trabajo: desde fábrica de jabones, karité, hasta el procesado de productos como cocos y otros frutos. También cuentan con personas que transportan sus productos para venderlos en otros puntos del país. Con todo ello, pagan los gastos del centro, a los profesores y salen adelante.
Yaye Bayam se enorgullece de haber podido visitar Gran Canaria en sus ansias por concienciar sobre lo que ocurre en su país. En la isla, participó en una conferencia en el año 2006 donde pudo hablar de su proyecto. Allí, consiguió financiación por parte del Cabildo de la isla a través de la asociación que gestiona Hermanos Thioune, compañía senegalesa afincada en el Archipiélago. Con esa partida, se construyó el centro con el que hoy cuentan las mujeres para desarrollar sus actividades.
Las palabras de la líder del colectivo son de constante agradecimiento a todas las personas que se interesan por su proyecto. Sin embargo, es a ella a quien las mujeres y niñas de la localidad admiran por haber logrado algo de lo que probablemente no es consciente: haber creado un referente en el que se fijen las que en el futuro serán mujeres empoderadas que luchen por Senegal.