Aguiar en palabra de Aguiar
Corría el año 1928. José Aguiar (Vueltas de Santa Clara, Cuba, 1895 – Madrid, 1976) estaba en plena juventud creadora. Descubiertas sus habilidades para la pintura y el dibujo, desde comienzos de la década de los 20 el joven artista se había afanado en buscar un lenguaje propio que le desmarcara –si eso fuera posible- de las incipientes vanguardias que comenzaban a penetrar en las Islas al calor de su implantación a nivel europeo.
Precisamente, esta idea central de buscar un lenguaje propio es el eje central de una entrevista que el periodista Antonio Martí le hizo en abril de ese mismo año para La Prensa. Habría que aclarar que el artista gomero estaba exponiendo en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife su primera gran exposición individual donde se encontraba la que quizá es su obra referencial de esta primera etapa: La Romería de San Juan, hoy en el salón de Plenos del Cabildo de La Gomera.
Para Martí, Aguiar “es un espíritu inquieto, batallador y dotado de una incansable actividad”. No podía tener más razón el periodista. Estamos en una etapa clave de su biografía para entender su manera racial de concebir la pintura antes de su viaje a Italia en la década de 1930. Hablamos de un estilo singular, muy vinculado a Zuloaga, pero con profundas raíces gomeras, como sus conocidas Figuras del pueblo donde sus comadres isleñas llenan el vacío de la composición en una de sus obras más recordadas.
Apuntaba el periodista que Aguiar no descansaba, sino que, cuando dejaba el pincel, lo sustituía por el lápiz o el grafico. “Yo descanso así –señalaba entonces el artista gomero-; además, todo esto necesito irlo haciendo como labor de preparación inevitable, persiguiendo a trozos, en fragmentos, la honda esencia regional de que pretendo saturar la masa de mis obras”. Efectivamente, la búsqueda de los tipos insulares, de las mujeres de campo, la rotundidad de sus formas, forman parte de esta etapa de su pintura, a la que algunos críticos han denominado como racial.
Antonio Martí traza de esta manera sus impresiones sobre el pintor gomero: “Aguiar es un pintor recio, de trazo firme y dominio absoluto del dibujo y de la técnica. Sus cuadros, todos sus cuadros, aún el menos importante de estos lienzos, abocetados casi, donde él estudia la prodigiosa gama del color y la movilidad rítmica de la composición, presentan la huella maestra de la pincelada segura que, en un solo trazo, marca la modelación completa del detalle”.
Aguiar expone en la entrevista no sólo sus inquietudes sobre la exposición que mantiene en curso y una próxima con nuevo material (entre el que se encontraba el retrato de Ruiz de Padrón que se encuentra en el salón de Plenos del Cabildo), sino que además adelanta su idea de viajar a Nueva York, viaje que tuvo que haber sido un anhelo, pues no hay constancia de que haya estado en América.
Junto a ello, apuntaba que para la Exposición Universal de Sevilla de 1929 estaba trabajando en un tríptico encargado por el Cabildo de Tenerife donde mostrará tan solo dos: “un motivo floreal y otro evocador del puerto. Son los dos que tengo terminados. En ellos quiero recoger el aspecto del puerto y el del campo. El tercero, en el que trabajo ahora, será La fiesta y su motivo central las maravillosas alfombras de La Orotava”.
En cuanto a sus proyectos de futuro, Aguiar explicaba que pasaban “desde luego, por trabajar; trabajar sin descanso, como ahora y aún más que nunca. Ahora, si lo que me pregunta es cuáles serían mis deseos, puedo responderle mejor. Desearía poder trabajar aquí… [por Tenerife]. Marcharme sí, pero para volver. Tenerife un estudio en Tenerife y junto a él una pequeña casita para vivir”.
Años más tardes dejaría las Islas tras ser becado por el Cabildo de La Gomera para estudiar en Italia y de ahí directamente a Madrid, donde comenzaría su etapa artística más fructífera y donde hizo del muralismo su seña de identidad. Justamente, tras su regreso del viaje de estudios, La Gomera quedó en un segundo plano como motivo artístico. Había descubierto el desnudo y su pintura cambió de manera radical. Mientras, para el imaginario pictórico insular, sus mejores obras de carácter costumbristas estuvieron representados en esa muestra de 1928. Como reflejó Aguiar en esta entrevista “sólo necesito reposo y tranquilidad para trabajar”. Un trabajo que nunca le faltó hasta el día de su muerte, allá por 1976.