Recordando al 'Valbanera'

Antigua postal del vapor 'Valbanera'

Miguel Ángel Hernández

Valle Gran Rey —

Durante la noche del 9 al 10 de septiembre de 1919, sorprendido en aguas de la provincia cubana de Matanzas por un ciclón y ante la imposibilidad de entrar a puerto por la bahía de La Habana, el vapor Valbanera salió a mar abierto a enfrentarse a su destino, hundiéndose en aguas del Estrecho de La Florida con 500 personas, entre pasajeros y tripulantes (muchos de ellos canarios), a bordo. Hemos querido acercarnos a esta tragedia de la emigración canaria, a través del lado humano, de la voz de uno de sus supervivientes.

INTRODUCCIÓN

En tiempos como los que nos ha tocado vivir, en donde vemos casi a diario, en los medios de comunicación, la tragedia de los inmigrantes que intentan alcanzar nuestras costas, no está de más hacer un ejercicio de memoria. Recientemente, veía en un periódico las imágenes de un gran barco, de aspecto deplorable (chatarra flotante) en las aguas del puerto de Freetown, en Sierra Leona, dispuesto a zarpar hacia aguas canarias, con su triste cargamento de seres humanos en busca de un futuro mejor. No pude por menos que recordar a tantos canarios, que a lo largo de la historia, tuvieron que dejar su tierra, en busca de lo que su país les negaba, y que en este septiembre de 2004 se cumplía el 85 aniversario de la tragedia del hundimiento del Valbanera.

POR EL LADO HUMANO DEL VALBANERA

¿Por qué me ha perseguido siempre la décima en mis investigaciones o las ha propiciado? se preguntaba el investigador Ricardo García Luis en su Paisaje humano de la décima en La Gomera, que servía de prólogo al libro: Décimas de La Gomera. Poetas de Valle Gran Rey. En él evocaba vivencias inolvidables, como el conocimiento de Juan Jara Santos, en el barrio de La Hondura, en Alojera, Vallehermoso (La Gomera). “Aún recuerdo su humilde casa: con piso de tierra batida y escaso mobiliario (pero donde se veía un baúl de emigrante eterno: a Cuba los años 1913 y 1919 -en el último viaje del mítico Valbanera- y como a los cincuenta y seis años, coge la derrota incierta delTelémaco). Ese día, ante su insistencia, tuvimos que escuchar la versión que nos hizo su esposa, dña. Isabel Santos, acerca del hundimiento del Valbanera en aguas del Estrecho de La Florida. Posiblemente uno de los relatos modernos, en verso, más populares de Canarias y que en sus diferentes versiones, tanto en romance como en décimas, recrean el último viaje del vapor Valbanera.

Septiembre mes memorable

de mil nueve diecinueve,

el público se conmueve

ante un caso irremediable.

Las familias apreciables,

de alta y baja esfera,

preguntan por donde quiera

todos los días sin cesar,

por saber en que lugar

se halla el correo Valbanera.

El Valbanera fue construido en 1906 por encargo de la compañía naviera Pinillos, Izquierdo y Compañía, con la doble función de transportar pasajeros y mercancías, capaz de realizar largos viajes trasatlánticos. Tenía una capacidad para 1.200 pasajeros, en cuatro clases: Primera, Segunda, Tercera y Emigrante. De las condiciones en que viajaban los emigrantes no da perfecta idea el hecho de que el Valbanera ocupó las primeras páginas de los periódicos de Las Palmas de Gran Canaria el día 16 de julio de 1919 -dos meses antes de su hundimiento-, al desembarcar en el Puerto de La Luz a 1.600 pasajeros cuando sólo tenía 500 camarotes. Los canarios emigrantes que regresaban a su tierra habían pagado por el pasaje cantidades que oscilaban entre las 300 y 500 pesetas. La falta de camarotes obligó a que casi 1.500 personas viajaran en cubierta durante catorce días con alimentación insuficiente y soportando las inclemencias del tiempo. Se desató una terrible epidemia de gripe y treinta cadáveres fueron arrojados por la borda durante la travesía. La indignación popular ante el testimonio de los pasajeros llegó a tal punto que se intentó linchar al capitán del barco. La prensa local insistía en el procesamiento del marino y del médico de a bordo, con comentarios cómo este: pueblos que consienten sin protestar que vuestros hogares se vistan de luto y vuestros seres queridos perezcan víctimas de epidemias en los barcos de Pinillos son pueblos muertos que deben desaparecer. Continuaba el editorial responsabilizando al capitán y a la compañía de las condiciones inhumanas del viaje y pedían la intervención judicial. (Extraído de Cultura oral y música tradicional de la emigración Canarias-América. Proyecto de Desarrollo Comunitario. La Aldea de San Nicolás de Tolentino).

De Málaga el día trece

salió el vapor Valbanera

emprendiendo su carrera

como hizo varias veces.

Tranquilo en el mar se mete

y toma su dirección

para hacer escalafón

a Puerto Rico y Canarias

sin ideas temerarias

de su negra situación.

Tomamos el testimonio de Juan Jara Santos: “Mire, nosotros dibamos siete de Alojera y el único que había estado en Cuba era yo y para donde iba me seguían. Los pasajes iban pa La Habana, los siete. Cuando salimos de aquí (el 29 de julio de 1919) como que no habían barcos, porque los barcos que llegaban a Tenerife, que cruzaban por la península y eso, venían ya cargados. Estuve diecisiete días en Tenerife pa aguardar el Valbanera, ¡diecisiete días esperando! ¡aburridos ya! Zarparía el Valbanera el 19 de agosto de 1919 desde Tenerife con rumbo al puerto de Santa Cruz de La Palma para 'cargar' más emigrantes. Estuvimos también diecisiete días pa llegar a Santiago de Cuba”.

El día doce salió

de Santa Cruz de La Palma

con tranquilidad y con calma

hasta Santiago llegó.

Allí se desembarcó

todo el que lo deseaba,

el que a bordo se quedaba

para La Habana marchar

sin poder adivinar

la suerte que le aguardaba.

De Tenerife salió

con dirección a La Palma

con alegría del alma

hasta Santiago llegó.

A tierra desembarcó

todo el que lo deseaba

y el que a bordo se quedaba

para La Habana marchar

sin poder adivinar

la suerte que les esperaba.

“De lo más que me acuerdo es que diba desembarcando mucho ajo y mercancías allí, ¡qué sé yo! Entonces mis compañeros -los seis más que iban de Alojera- empeñados en que querían saltar por Santiago de Cuba. Todavía faltaban tres días para llegar a La Habana pero ya ellos deciden saltar en Santiago de Cuba, a rumbo, ¡qué sabían ellos si aquí había que atravesar una parte de la isla, o tres, o cuatro!, ¡qué si tenían dinero!, porque entonces no corría el dinero y cada uno díbamos ná más que con el pasajito. Entonces les dije: 'vamos a ver ¿qué dinero tienes tú?, ¿y tú?, ¿y tú?', a ver si hacía yo juicio de que saltando por Santiago de Cuba alcanzaba de llegar a las zonas que yo conocía. Al fin creía yo que nos alcanzaba y uno de Arure, que todavía tenía que atravesar la isla más que yo, que diba él y un hijo, me dice que si yo podía remediarle, que si me sobraban diez duros, saltaba por Santiago de Cuba y que si no, tenía que seguir pa La Habana. Y le dije: 'voy a echar el último resto porque a donde tengo que llegar ¡vamos allá a pasar hasta hambre! y no tengo con que llegar pero voy a darle a usted los diez duros'. Y salvé al padre y al hijo”.

No fue el vapor a La Habana

porque en su fatal destino

fue envuelto en un torbellino

en la costa floridiana.

No pudo la fuerza humana

detenerlo en su carrera,

porque parece que era

que el destino lo llevaba

donde parece que estaba

la tumba del Valbanera.

El último que salió del Valbanera pa Santiago de Cuba, fui yo. Y todavía me decía: ¿y podré llegar yo a dónde tenga conocíos?' Entonces, donde nos dejó el tren nos echamos la maletita a lomo y caminamos legua y media. Llegamos a un pueblo que se llamaba Remedios, que allí conocía yo a individuos que tenían casas de comida, frente a una plaza y a una iglesia; había allí una cera, y cuando llegué allí ya aquel negocio lo tenían otras manos. Entonces les digo: 'miren, quédense, dejen las maletas áhi y descansen en la cera que yo me voy a caminar por áhi, por las calles, a ver si veo algún conocío y nos da un plato de comía', porque todavía nos faltaba una legua para llegar a Central, donde yo quería ir después de llegar a Remedios ¡con las maletas a lomo! una legua caminando después que nos dejó el tren. ¡Llegar allí y no encontrar qué comer! Entonces allí, caminando, dando vueltas por las calles, me encontré con un amigo, que por cierto era de Tazo, y nos dijo: 'Vamos hombre, vamos a comer'. De allí garramos otra vez las maletitas y fui a Central donde yo conocía, que había trabajado cuando había ido soltero. Entonces no había trabajo porque estaba próximo a moler la caña en Central y ya estaban ocupados los puestos. Usted va p'aquí, y el otro p'allí... Y yo diba con ganas de ganar dinero. Entonces me mando p'al interior, en terrenos que estaban desplotando, montes y eso, pa sembrar caña. Los mosquitos estaban ¡así! y los jinjenes y todo eso... Llegue allí y a poquitos días, a los seis u ocho días de pegar a trabajar, me caen unas fiebres que me tuvieron que traer mis amigos y me metieron p'allí, pa un hospital, porque es lo que había en esos años allí. Lo que recuerdo es aquello oscuro, sucio, como ¡qué sé yo! Me metieron allí, abrieron una pluma de agua fría, que yo dije pa mí: ¡me muero del viaje! Y allí me emburujaron en dos andrajos y ¡gracias a dios que escapé!

Causa horror y causa espanto

en la ciudad Habanera

la nota que el Valbanera

no llega ni por encanto.

Todo el pueblo está en llanto

y es muy justo este dolor

al no llegar el vapor

por el puerto de La Habana

a la cosa no es jarana

tengamos piedad y amor.

“Como que nosotros nos fuimos p'al interior, lejos, donde no habían periódicos ni había nada. Cuando yo me enteré que se había perdido el Valbanera ya había tiempo y en La Gomera ya habían llorado y eso. La familia averiguando, preguntando a Tenerife, a la casa consignataria a ver los que sacaron los pasajes pa La Habana... Y los de aquí, de Alojera, nosotros todos pa La Habana. Yo escribí, sí. En cuanto llegué escribí, ¡ay señor! pero sin saber que se había hundido el barco. Huy, en aquel tiempo tardaban las cartas... La primera noticia llegó de Vallehermoso. Uno que iba de Vallehermoso a Chipude, mi tío, y venía para acá. '¿No sabes la noticia que llegó a Vallehermoso, Isabel? Ahí esta en el periódico: el Valbanera se perdió. (Causa horror y causa espanto/ en la ciudad habanera/ la nota que el 'Valbanera'/ no llega ni por encanto...) ¿Será posible?' Y me iban dos sobrinos. Pues, nada”.

“Mi tío encuentra una gente en el monte y me manda un papelito: 'Isabel, me dijo Antonio Mora Barroso, que elValbanera se perdió, así que ese rumor está. Esperar lo malo que lo bueno vendrá'. Fíjese usted qué noticia tan grande en aquel papelito. Eso fue en septiembre. (El pueblo se desespera/ la tristeza es sin igual/ el silencio es sepulcral/ pues noticia no se tiene/ (...)/ Nos embarga un gran pesar/ cuánto llanto en los hogares/ hay cientos de familiares/ que ya lloran sin cesar) El todo es que un lunes de octubre se me presenta una amiga que tenía yo en Valle Gran Rey -aquí todos en duelo que ni se amasaba ni nada-, vino a verme: 'Mira, Isabelita, vine hoy aquí por verte, para decirte que a tu marido alguna cosa le pasó, puesto que Pancho Rolo -de Valle Gran Rey- saltó en Santiago de Cuba, a ver a su padrino, saltó mucha gente porque en el barco diban mal y tu marido tuvo que haber saltado allí también'. Digo: Bueno, una esperancita es -pero sin dormir de noche, como el que estuviera de duelo-. Hasta que el 25 de octubre llega carta desde Cuba. ¡Aquello fue una alegría ...! Como dice Juan Jara: Lo que tiene que pasar, pasa”. Es el destino que había dicho 'sí', no sólo a él, sino a los 742 pasajeros-mayoritariamente canarios- que aquél 5 de septiembre de 1919 desembarcaron en Santiago de Cuba.

Un vapor tan importante

cuando a Santiago llegó

de a bordo se desertó

uno de sus tripulantes.

Ese ser tiene constante

un santo en su cabecera

y le dijo que no fuera,

que midiera bien sus pasos,

que iba a sufrir un fracaso

el correo Valbanera.

Está también la anécdota de un canario que perdió el barco pero ganó la vida 'cogiendo una borrachera'.

Fue en barco hasta Santiago

un hombre que no se arredra,

que en Canarias no se medra

porque al agua no hace amago.

Para un amigo dar pago

se mandaron la primera,

la segunda y la postrera,

y el barco se le escapó.

Hombre de suerte escapó

cogiendo una borrachera.

La poesía popular encontró campo abonado en la tragedia del Valbanera. No sólo recreando la suerte de los que habían tenido la fortuna de desembarcar en Santiago de Cuba y no seguir hasta La Habana aquel 8 de septiembre de 1919 -fecha en que el barco continuó su travesía- sino más aún en las circunstancias misteriosas de premoniciones y malos augurios sobre el fatal destino que le aguardaba al Valbanera.

En Santiago atracado estaba el barco todavía

cuando una niña llorando a su madre decía:

-Vamos a quedarnos, mamita, -le suplicaba la nena-

en el puerto de La Habana no hace escala el Valbanera.-

Muchos pasajeros más lo mismo querían hacer

pues la niña adivinaba y le podían creer.

Así lo hizo su mamá pero algunos le dijeron:

-Serán cosas de la niña porque ellas tienen miedo.-

La niña quería reír pero se puso a llorar:

-Desembarquen, caballeros, miren que se van a ahogar;

yo se lo vuelvo a decir porque me dan pena

de que se vayan a morir a bordo del Valbanera.-

La fatalidad selló el destino de familias enteras: pero vamos a otro, que era de aquí de Canaria, y le había escrito a la mujer como que iba a venir, pero entonces le salió un negocio que le convenía estar más y se lo mandó a decir a la mujer. Pensó: 'voy a tener que estar aquí alguito de tiempo y aprovecharme de esto y lo que voy es a dir y traer a mi mujer y mis dos niños, nos estamos unos añitos aquí y luego volvemos'. Cuando llegaron a Santiago de Cuba le dice a su mujer: 'mira, ahí va gente conocida, yo, me dan ganas de saltar con esta gente aquí pa cuando llegue a La Habana estar preparado y salirvos al encuentro'. Eran tres días más, de Santiago allá se gastan tres días. Pues salta el hombre por Santiago de Cuba y deja su familia a bordo: la mujer y los dos hijos. ¡Lo que está para pasar tiene que pasar!

Lo que me da que pensar

que un señor desembarcó

y en Santiago se quedó

para un asunto arreglar,

después tomó el tren central

en el carro de primera

y él espera y desespera

y llega a la capital

a esperar a su familia

que venía en el Valbanera.

Después daba compasión

cuando pasó los tres días

y en La Habana se decía:

'se perdió la embarcación'.

Se le oprime el corazón y dice de esta manera:

-¿para qué vivir quisiera?

salve la virgen piadosa,

a mis hijos y a mi esposa

a bordo del Valbanera.

Virgen de la Caridad

yo te ofrezco una oración

y con tu santo mantón

a todos los salvarás.

Reina de la felicidad,

si se llegan a salvar

te pondremos un altar

lleno de entusiasmo y fe,

pero nunca olvidaré

los estragos de la mar.

En cuanto al Valbanera, desaparece frente al puerto de La Habana la madrugada del 10 de septiembre de 1919. (Ni aparece el vapor/ ni hubo uno que lo viera/ (...)/ no se ha podido encontrar/ ni restos de ese vapor)... Y comienza la leyenda del Valbanera, hito trágico de la emigración canaria hacia el sueño antillano. Esta especie de 'Titanic' de los pobres en el que historia y mito han empezado ya a entremezclarse.

Allá fuera viene un barco

echando humo

¡Si será el 'Valbanera'

que viene de otro mundo!

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