Tribulaciones de un petroglifo benahoarita: agresiones, manipulaciones e intentos de robo
Les vamos a contar la historia de un grabado rupestre benahoarita, situado en la Zona Arqueológica de Buracas (Las Tricias. Garafía), que ha sufrido todo tipo de agresiones, manipulaciones e intentos de robo. Sin embargo, a pesar de todos estos avatares, ha conseguido permanecer en su sitio, si bien en unas condiciones algo diferentes a las que poseía cuando lo vimos por primera vez, allá por 1985.
Buracas se localiza en el tramo medio del Barranco del Corchete, tributario de la gigantesca hendidura que forma el Barranco de Izcagua, límite entre los cantones de Tixarafe y Tagalguén. El centro neurálgico del conjunto aborigen es un enorme caboco en el que manan dos puntos de agua permanentes. Los primeros datos de este yacimiento datan de 1941, la misma fecha que el hallazgo de los petroglifos de La Zarza-La Zarcita, y también con idénticos protagonistas: A. Mata y E. Serra Ráfols.
El conjunto arqueológico de Buracas está formado por un gran poblado de cuevas naturales de habitación, tres estaciones de grabados rupestres, una necrópolis y varios grupos de canalillos y cazoletas. El núcleo principal del asentamiento cuenta con 9 cavidades, dispuestas en tres pisos, que se concentran en la cara sur de un enorme risco que forma la margen derecha de un gigantesco caboco.
A ambos extremos del poblado nos encontramos con tres estaciones de grabados rupestres de motivos geométricos ejecutados con la técnica del picado de anchura y profundidad muy variables. En total estamos hablando de una docena de paneles en los que se representan espirales, círculos concéntricos y meandriformes, esencialmente.
Pero a nosotros solo nos interesa un panel que está situado junto al sendero que recorre todo el conjunto arqueológico-etnográfico. Tiene como soporte los paredones verticales de los riscos y está expuesto hacia el sur. Los motivos son espirales y círculos concéntricos. En 1988, aparte de estar completamente cubierto de líquenes, estaba en perfecto estado y los únicos desperfectos consistían en varias grietas naturales que atravesaban la anchura del panel.
Pero, desgraciadamente, apenas 10 años después, ya comenzamos a ver los primeros atentados contra estas preciosas inscripciones pétreas. En esta ocasión, los motivos aborígenes fueron rellenados de almagre rojo. Esta fue una moda, afortunadamente pasajera, que se inició en los grabados rupestres de La Zarza-La Zarcita (Garafía) si bien, poco a poco, se fue extendiendo a otros yacimientos de la Isla como El Calvario de Santo Domingo, El Cercado de Vicente y Barranquito de Silva-La Castellana (Garafía), Roque Teneguía (Fuencaliente), La Erita (Santa Cruz de La Palma), etc. El origen de este atropello se encontraba en una guía turística, escrita en alemán, en la que sus autores señalaban que ese era el rito que hacían los benahoaritas lo cual, por otro lado, es totalmente falso. Simplemente, pretendían conseguir que los motivos se viesen mejor y las fotografías saliesen con mayor nitidez. El problema es que se empezó con el almagre y la tierra para acabar con las tizas de colores, los pintalabios y hasta pintura.
Apenas dos años después comenzaron los primeros intentos para llevarse la parte superior del panel, para lo cual no tuvieron inconveniente en aprovechar varias grietas naturales que recorrían toda la anchura de la roca. Este método, absolutamente salvaje y chapucero, solo consiguió convertir un único y precioso panel en tres porciones. La introducción de cuñas de piedra en la grieta superior no consiguió el objetivo deseado aunque, eso sí, destrozó y dislocó para siempre la integridad del soporte. No pudieron consumar el expolio porque se trataba de una roca en su posición originaria y el peso del risco superior les impidió extraer la porción deseada y, seguramente, por el temor a ser descubiertos mientras llevaban a cabo este atentado patrimonial.
Los delincuentes no cejaron en su empeño y unos meses después intentaron debilitarlo, aún más, mediante la introducción de cuyas aún más grandes que, gracias a Abora, no surtieron el efecto deseado y los grabados continuaron aferrados a la roca madre en que fueron ejecutados. El panel resistió y así nos lo encontramos en marzo de 2011, cuando se estaba ejecutando el proyecto de Protección, conservación y puesta en uso de la zona Arqueológica de Buracas, auspiciado y financiado por la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo Insular de La Palma y ADER La Palma. Las actuaciones fueron múltiples y consistieron en la adecuación de los senderos, la realización de sondeos estratigráficos, la colocación de vallados protectores, la implantación de paneles explicativos, así como la restauración y limpieza de los grabados rupestres. (Felipe Jorge Pais Pais: Resultado de las actuaciones en los conjuntos de Buracas y del barranco de Las Ovejas (La Palma), Actas del Seminario sobre Gestión del patrimonio Arqueológico ARQUEOMAC, (Tenerife), 2011, Págs. 89-105)
Las labores de restauración fueron llevada a cabo. Este último trabajo fue desarrollado por el restaurador Jorge Afonso Álvarez, quien devolvió a los petroglifos a su primitiva belleza y esplendor. Y, aunque parezca mentira, en estos casi siete años transcurridos desde ese lavado de cara, el panel no ha vuelto a sufrir ningún tipo de agresión (crucemos los dedos) y ello a pesar de que cada vez es mayor el número de turistas que pasa junto a él. La amenaza es constante y, en cualquier momento, se puede volver a las andadas, por lo que se hace urgente y necesario proceder a la regulación de las visitas de este enclave de extraordinario valor natural, paisajístico y patrimonial.
Y, mientras tanto, el panel de grabados rupestres sigue en su posición originaria desde hace cientos de años, soportando viento, frío, calor y lluvia, señalando la entrada a un espacio en el que los benahoaritas vivieron, enterraron a sus seres queridos y pidieron a sus dioses todas aquellas dádivas indispensables para su supervivencia. Hasta hoy, nada ha podido con este panel y, confiemos, en que así continúe siendo por los siglos de los siglos.