Las ballenas
Para mí las ballenas son un sueño imposible de cumplir. Nunca he visto una. Sólo en documentales, en fotos, en películas de ficción. Las ballenas forman parte de mi ideario particular. De niña soñaba con ellas, las creía ver en cualquier horizonte que tuviera el mar delante. En mis viajes por el océano las buscaba en el agua, las escuchaba en las historias sagradas que me contaban las monjas, las veía en los cuentos que me leía mi madre en África. Las encontraba en el mar que rodeaba la isla de La Palma, en aquellos que vivían dentro de sus vientres y en las páginas de Pinocho. Eran ballenas enormes que se tragaban a la gente y las dejaban habitar en su interior. Así, el padre de Pinocho, así, Jonás, así, las sirenas que habitaban en las profundidades marinas y así, princesas y piratas que navegaban por encima del agua. Las ballenas eran buena gente. No mordían, eran cariñosas, un montón de carne calurosa y tierna. Las ballenas tenían cierta dignidad y sabían aparearse en secreto y en familia. Servían de refugio a San Brandán en su aventura oceánica; de montañas tersas y voluminosas para descanso de los pocos atlantes que sobrevivieron al cataclismo; de barcos a la deriva para poder orientarse los náufragos de los poemas homéricos.
Mitifiqué sus costumbres, su manera de vivir y morir. Incluso, no hace mucho tiempo, pedí como regalo de cumpleaños que me llevaran a verlas aparearse. Y hasta la Patagonia argentina fui para ver el milagro de cientos de ejemplares de ballena franca austral que llegan para juntarse, parir y destetar a sus crías. Llegué a La Patagonia y el destino no me permitió verlas. Algo extraño, dijeron los guías, esta es su época y sí, es raro. Podría ser el cambio climático, podría ser el miedo a los hombres que las alejan cada vez más de su vista. Sólo sé que volví defraudada y aquel sueño se desvaneció. Escribí sobre ellas dos o tres poemas y, para flagelarme, rebusqué en mis archivos las veces que las había señalado como algo especial en muchos de mis textos. Y descubrí esa pequeña obsesión que aún me acompaña. He escrito sobre ballenas islas, sobre ballenas piloto y sobre ballenas muertas y a la deriva. Pero verlas, verlas, jamás. Una vez, quizá, me avisaron de algo que aparecía en la lejanía semejante a una de ellas, probablemente extraviada, pero sólo divisé un chorro de agua vertical al horizonte. Nada más.
Ahora me llegan malas noticias. Un artículo que nos cuenta no las masacres en el mundo de la pesca para comer su carne en países como Japón o Noruega o hacer sopas repletas de poderes mágicos que curan y dan valor (siguen los mitos, ahora para exterminarlas), sino con la propuesta de construir un puerto allí donde ellas han creado un hogar posible. Iván Alejandro Hernández publica el 17 de julio la noticia de la construcción de un cuarto puerto comercial en la costa oeste de Tenerife (Islas Canarias) que amenaza uno de los tres lugares del mundo (junto con Hervey Bay en Australia y The Bluff en Sudáfrica) calificado como santuario de ballenas. El muelle de Fonsalía fue ideado a finales del siglo XX para descongestionar el puerto de Los Cristianos; la mayoría del Parlamento de Canarias ha respaldado la obra recientemente y el Gobierno regional asegura que está a la espera del permiso de Costas. El puerto de Fonsalía pone en riesgo una Zona de Especial Conservación (ZEC) de la isla, hábitat de cetáceos.
Cito parte de ese artículo: “En enero de 2021, la Alianza Mundial de Cetáceos, con sede en Reino Unido, reconoció la zona que discurre entre la costa suroeste de la isla del Teide y La Gomera como Patrimonio de Ballenas por una población residente de calderones tropicales única en el mundo, de unos 200 ejemplares. Además de estos cetáceos, también coexisten en la ZEC Teno-Rasca el delfín mular, la tortuga boba, aves marinas como el águila pescadora o invertebrados como las esponjas cerebro y multitud de algas. El reconocimiento permitiría reforzar la promoción de la Isla y fue celebrado por el Cabildo de Tenerife, que avalaba una actividad económica que en 2019 realizaron más de 1,4 millones de turistas. Previamente, el estudio universitario Análisis del estudio de impacto ambiental del proyecto del puerto de Fonsalía de 2019 concluía que el puerto de Fonsalía incrementaría el tráfico marítimo en la zona ZEC, aumentando la contaminación lumínica y acústica en el área y el riesgo de colisionar con animales marinos. De hecho, en marzo de 2019 un joven calderón de seis metros de longitud tuvo que ser sacrificado después de quedar malherido porque su aleta caudal quedó casi seccionada tras, probablemente, chocar con una hélice de una embarcación que posiblemente provenía del muelle de Los Cristianos. Jacobo Marrero Pérez, doctor en Biología Marina por la ULL, fue una de las personas que estuvo presente durante los últimos momentos con vida de la ballena denominada Hope y remitió una carta pública en la que denunciaba la presión náutica a la que a su juicio se somete a dichos animales. La fotografía de Francis Pérez del calderón con la aleta separada del cuerpo dio la vuelta al mundo y llevó a que incluso administraciones, desde el Ministerio hasta el Gobierno de Canarias y el Cabildo de Tenerife, reconocieran la necesidad de actuar ante las amenazas de la navegación marítima para los cetáceos. Ello no impidió que el Parlamento de Canarias aprobara el pasado 9 de junio una proposición no de ley presentada por el Grupo Popular para instar al Gobierno de España a impulsar el puerto de Fonsalía….. El puerto de Fonsalía aún espera por la luz verde del Gobierno central y, aunque la obtuviese, conllevaría un periodo de ejecución importante, además de contar con el rechazo frontal de ecologistas y de algunos científicos y políticos. Y el riesgo para uno de los tres santuarios de ballenas que existen en todo el planeta”.
Les remito al artículo completo (https://www.eldirio.es/canariasahora/ciencia-y-medio-ambiente/cuarto-puerto-comercial-tenerife-amenaza-único-santuario-ballenas-europa- 1-8142609.html) para que puedan leerlo y así enterarse de quiénes proponen esa barbaridad y quiénes defienden la idea de que no pueda llevarse a cabo. Unos y otros presentan sus alegaciones. Unos y otros saben lo que quieren y por qué lo quieren. Todos ellos conocen los entresijos del poder, sus redes y sus intereses. Los que defienden a las ballenas y quieren impedir su destrucción y los que defienden la construcción de ese puerto. Lo que no saben estos últimos o no imaginan por culpa de su ambición y su torpeza, es que hay mucha gente dispuesta a luchar porque ese puerto no llegue a construirse. Y yo soy una de ellas.
Elsa López
28 de julio 2021
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