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La capa de san Francisco y los terciarios franciscanos en Cuba

Facundo Daranas Ventura

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Uno de los episodios más conocidos de la vida de san Francisco es el que hace referencia a la donación de su propia capa a un pobre. Del tema se han hecho varias representaciones en el campo del arte y podría tener su antecedente en otro similar atribuido a san Martín de Tours (Francia), quien, en el siglo IV, partió su capa por la mitad para dársela a un mendigo. La otra mitad pertenecía al ejército romano donde servía. Más tarde se le apareció Jesús con la capa del mendigo. De ambos se han hecho representaciones en el arte por diversos artistas, v.gr. Giotto.

Por ello no es de extrañar que a la talla de san Francisco que se venera en el vecino templo de su nombre se le sobreponga una capa durante su festividad, por otro lado necesaria, ya que al tratarse de una talla concebida para retablo, la labra de su parte trasera no presenta la misma calidad en su ejecución y acabado que la delantera. Así, el disponer de esta capa en las mejores condiciones fue, en un determinado momento, objeto de especial preocupación por los miembros de la Orden Tercera de Santa Cruz de La Palma.

Cuando en 1858 José Mendoza Morales aceptó ser hermano del culto en la Orden Tercera, entendió que la primitiva capa del santo se encontraba muy deteriorada y era necesario adquirir una nueva de mayor calidad que estuviera en consonancia con la imagen «porque la única que tiene se encuentra inútil a causa de su mucha antigüedad».

Para ello se abrió una suscripción entre los terciarios y otros fieles devotos de san Francisco con el fin de tener disponible el efectivo en el momento de recibir la nueva capa que ya había encargado a la casa P. Martí y Codovar, una de las más acreditadas fábricas de Barcelona, que debía realizarse en «tisú con flores y blonda de oro fino» y cuyo importe «no debería de bajar de 2500 r.v.». Concluida la suscripción a la que efectuaron su aportación sesenta y nueve terciarios y devotos, se recaudó una cantidad de 2236,21 r.v.

Al mismo tiempo, el ayudante de Marina en Santa Cruz de La Palma, Miguel de las Casas y Lorenzo, terciario franciscano y amigo personal de José Mendoza, se había puesto en contacto con su amigo Antonio Serpa, emigrante palmero residente en La Habana, donde la fortuna le había sido favorable con la fundación de la empresa comercial Escaureza y Serpa, por si podía aportar algún donativo para la nueva capa del santo que se tenía previsto adquirir.

Transcurrido un corto espacio de tiempo, Antonio Serpa comunicó vía epistolar a Miguel de las Casas que la capa de san Francisco ya él la había costeado en su totalidad y le aportaba la factura de justificación. En la carta le manifestaba:

“Mi estimado amigo (…) Autorizo a V. por la presente para que en mi nombre haga V. donación de la mencionada capa a la cofradía de dicha imagen sin costo de ninguna especie por haberlo satisfecho yo a quien corresponda”.

Desde 1863, esta capa «de tisú con ramazón y puntilla de oro, con capucha de igual género y galón, en la capucha dos broches de oro con dos piedras falsas azules engarzadas», cubre las espaldas del santo en su festividad cuando procesiona por las calles de la ciudad y durante el año permanece en la sala museo de la Orden Franciscana Seglar. Hasta el último cuarto del siglo XIX la imagen de san Francisco en su trayecto procesional recorría únicamente la principal vía de la ciudad. Era la denominada procesión general. Y solo una vez cada cinco años, en un claro paralelismo con la Bajada de La Virgen, hacía extensible su recorrido hacia las aledañas calles de El Tanque y Los Molinos.

En agradecimiento por semejante donativo, el Discretorio de la VOT, además de manifestar su reconocimiento a aquellos que habían sido sus bienhechores por los muchos beneficios recibidos, dispuso que los retratos de Antonio Serpa y Miguel de las Casas «fueran colocados, como en efecto lo están, en nuestra sala capitular». En la actualidad no se conservan dichos retratos.

No sería esta la única vez que la Orden Tercera de La Palma mantendría contactos con terciarios palmeros residentes en Cuba. En 1879, el sacerdote y terciario franciscano Domingo Vandama y Calderón, emigrante a Cuba y párroco de la iglesia de Santa María del Rosario, en la Habana, envió una carta a la VOT de san Francisco en esta ciudad en la que acompañaba una libranza de 150 pesos fuertes contra la casa de comercio de Juan Yanes de Santa Cruz de La Palma «para la compra de 50 varas de terciopelo carmesí para la construcción de un dosel de terciopelo carmesí, del que hay tanta necesidad para la fiesta de Nuestro Seráfico Padre San Francisco».

Dicha libranza respondió a una insinuación hecha desde la VOT palmera, sin esperanza de éxito, y que Vandama supo canalizar entre las familias residentes en Cuba pertenecientes a la Orden Tercera de la Habana utilizando el método de la suscripción. Recibido con la lógica alegría por los terciarios palmeros, acordaron estrenarlo «en el recibimiento que esta Orden hace a Nuestra Señor a de Las Nieves en la procesión general del año venidero de 1880».

En otra ocasión, en 1892, el citado presbítero Domingo Vandama y Calderón, «envió una limosna de 25 duros, que cambiados produjeron 27 que se destinaron para la compra del tafetán necesario para la colgadura de la Iglesia», a lo que la junta lo agradeció y valoró como «prueba del amor que profesa a nuestra Orden».

Unos años más tarde ya retornado de Cuba, el obispo lo nombró, en 1894, padre comisario visitador de la Orden Tercera de La Palma, donde desarrolló una importante y meritoria labor.

Facundo Daranas Ventura, catedrático de Historia

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