La hipocresía humana

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La vida es muy complicada, es un entresijo que nadie ha logrado resolver, es un camino que va variando con cada paso que das, dirigiéndote en una u otra dirección sin importar hacia donde sople el viento, a expensas de si lo tienes a favor o en contra en ese momento concreto. La vida es muy compleja y nosotros, aun así, la seguimos enredando cada día, juzgando y estigmatizando al otro, por simple aburrimiento, por carencias afectivas o por no mirarnos al espejo y darnos cuenta que nos aterra lo que vemos. Podríamos decir también que la vida son contradicciones, narrativas mejor o peor contadas que permiten a cada individuo crear su propia historia. El problema de estas es que cambian según la persona que la cuenta y la escucha, generando infinitos relatos que se pueden ir mezclando, confundiendo y cambiando.

Eso sí, un personaje que permanece intacto en toda historia contada, y más en nuestra sociedad altamente observada, es la hipocresía. La hipocresía humana se basa en dañar por la espalda y llorar de cara, en criticar a la persona que tenemos al lado y ofendernos cuando recibimos algún comentario, la hipocresía humana nos arrastra cada mañana a su lado y nos termina devorando cada noche al acostarnos. Lo curioso de todo ello, es que aunque es una compañía estable de cualquiera de nosotros, solo se suele hacer visible y obtiene un nombre propio en algunas pocas caras. Tachamos de hipócritas solo a unos pocos, solo a aquellos que lo tienen más complicado para defenderse; solo a aquellos que por alguna condición se encuentran en los colectivos minoritarios y nos parece que pueden estar sacando provecho de ello, como si hubiera alguna ventaja de pertenecer a esos grupos; solo a aquellos que por cuestiones de género deben excusarse y pedir perdón y permiso por cuestiones que otros ni siquiera se hubieran planteado; solo aquellos… Y entonces, la palabra, hipócrita, nos debería rebotar en nosotros mismos, pero nunca lo hace.

Hace unas semanas, la hipocresía como personaje implícito en el relato de la vida, ha tomado presencia y se ha trazado con tinta invisible en las paredes de nuestra mente, haciéndonos cuestionar la decisión tomada por un grupo de mujeres de posar junto con el cantante C. Tangana. Porque la hipocresía nos muestra que nuestras decisiones serán juzgadas en base a la persona que las toma. La hipocresía nos dice que no podemos ser feministas y depilarnos, ya que solo estaríamos siguiendo los cánones de belleza de una sociedad patriarcal. La hipocresía nos vuelve a señalar si entramos en una discoteca de manera gratuita “aprovechándonos” de ser mujer, porque ese hecho se apoya en una decisión machista que busca atraer al sexo opuesto y estaremos utilizándonos, por tanto, como objeto de deseo sexual. La hipocresía nos acompaña si aceptamos que paguen la cuenta del restaurante, porque entonces seguiremos contribuyendo a unos ciertos valores misóginos que nos han inculcado desde la niñez. Y entonces, la hipocresía será la respuesta a nuestro nombre, nos llamarán hipócritas, y nos juzgarán por cada acción que realicemos. Porque solo nosotras, solo las mujeres debemos pensar, reflexionar y si hace falta meditar antes de actuar, porque da igual todo lo anterior que hayas hecho, basta una simple fotografía que genere controversia y volverás a tener que dar explicaciones y a pedir perdón, justificando tu lugar como mujer en esta sociedad.

La vida es muy complicada, pero, sin lugar a dudas, para algunas personas lo es mucho más que para otras. Las mujeres hemos tenido que aprender a vivir con la compañía de la culpa, con el acecho de la vergüenza y con la obligación de la explicación. Porque nuestras acciones son observadas con lupa, puestas en duda bajo un corte de doble rasero y manipuladas por el resto de participantes en la historia de nuestra vida. Una historia que, aunque debería ser propia, parece que no somos nosotras las protagonistas. Un discurso que avanza junto con la lucha de no ser juzgadas, denigradas ni humilladas por aquello que, aparentemente, el resto del mundo considera que no hicimos correctamente y que nos deja en un papel secundario de nuestro propio relato. Porque parece que nunca es suficiente, ni bastante, siempre habrá algo o alguien que te dirá que pudiste hacerlo mejor. La hipocresía, finalmente, parece que solo surte efecto en la boca de ciertas personas, el resto, hagamos lo que hagamos, seguiremos peleando contra el término, intentando construir una historia en donde la mujer no sea encajada en ningún molde y, por supuesto, sea la protagonista y narradora de su vida.

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