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Miguel, en el recuerdo

Julio M. Marante

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Se nos ha ido Miguel Hernández Ventura, un hombre sin dobleces en su manera de pensar y de actuar, honesto en la palabra, generoso en sus obras y valiente en los hechos… Era además, tan sencillo y humilde en su comportamiento como espléndido a la hora de marcarse objetivos en lo profesional (prestigioso rehabilitador de espacios); en lo deportivo (encarando funciones diversas en el Tenisca de sus amores), sin desmayo  y con entrega; y como mecenas cultural, al poner su prestigio personal al servicio de algunos proyectos tan importantes como la añorada Opera en el Convento, en la que nos consta se involucró durante algunos años, hasta el extremo de sus propios límites.

Hay personas que, por su forma de ser, de hacer y de decir resultan indispensables para la salud colectiva. Son puntos de referencia que los demás necesitamos para sentirnos representados, para elevar nuestro espíritu y no hundirnos en la mediocridad. Por eso, a Miguel Hernández Ventura le consideramos en vida como uno de los contrafuertes de nuestro deporte, porque, aunque exista una clara voluntad desmitificadora, no se puede destruir ni dinamitar la historia. La verdad existe y la realidad de sus logros con la Sociedad Deportiva Tenisca, de la que fue entrenador y presidente están escritos en los anales de la entidad merengue.

En cierta ocasión me pidieron que opinara sobre la labor de Hernández Ventura al frente de “la pequeña casa blanca”, y recuerdo que contesté: “…para que una empresa, organización, o entidad deportiva tenga buena salud corporativa, debe tener al frente al mejor. Y el mejor es aquel que, por su volumen de neuronas, por criterio profesional, por autonomía e independencia y por capacidad de trabajo saca adelante los asuntos complejos de manera eficiente y hasta brillante. No reconocer la labor de Miguel Hernández Ventura en estos aspectos, sería una prueba de morbosa mezquindad. Porque se quiera o no ha sido, es y seguirá siendo con todos sus defectos intactos, pero con todas sus virtudes intactas también, un símbolo para el tenisquismo”.

Recuerdo cuando Miguel Hernández Ventura me decía que la afición del Tenisca era una afición con rostro: hombres y mujeres de carne y hueso,  a los que siendo presidente conocía por sus nombres y apellidos… Y sobre todo, lo que para él era más importante, la ascendencia tenisquista de todos y cada uno de ellos, esa progenie que les inoculó en la sangre y para siempre el sentimiento merengue desde el momento mismo de nacer. Hernández Ventura creía firmemente en aquella afición que había superado los reveses, cuando la vía exterior al túnel de Bajamar implicó la desaparición de aquel recinto deportivo, en el que el Tenisca había labrado una parte importante de su historia. Una afición, Miguel, que te recordará siempre al conservar vivo en su memoria aquel ascenso, contigo de entrenador, a la 3ª División Nacional (entonces categoría de bronce del fútbol español). Esos seguidores blancos saben que te deben en gran parte, la construcción del Virgen de Las Nieves, y creyeron contigo que detrás de la humildad podía crecer un árbol como éste. Estos hechos tienen una luz que no se olvida. Como rezaba aquella placa que te otorgaron como homenaje: Recordamos la aventura / que nos llevó a lo más alto./Contigo dimos el salto, / Miguel Hernández Ventura./ Merengue es tu figura / y merengue tu blasón; / y con fe en el corazón / tantos éxitos suscribes,/ que en el Tenisca recibes / aplausos de la afición.

Dicen que para ser un buen ciudadano hay que ser un vecino activo y útil a la sociedad en la que vive. Creo que Miguel Hernández Ventura con su ejemplo, con su dedicación a la empresa, al deporte, y a la cultura llevó a sus convecinos hacia una actitud cívica positiva. Por eso, y aunque se haya ido le consideraremos siempre un buen ciudadano. Y además… un buen amigo. 

Julio M. Marante

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