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Carta para quien sea grande

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Durante toda nuestra infancia y adolescencia siempre hay una frase que nos acompaña a todos, una frase que, muchas personas adultas, vuelven su comodín para ciertas circunstancias, considerándola como suficiente y válida. Una frase que, para la mayoría de la juventud, se vuelve una losa pesada que nos hunde en un pozo de silencio e incertidumbre y que nos genera aún más dudas. Obligándonos, en muchos casos, a buscar la información en terrenos fangosos que más que sacarnos de la oscuridad, nos termina hundiendo aún más hondo. La frase es una sucesión de palabras bien hiladas que vienen a significar un: me es más cómodo no explicártelo o no tengo las respuestas que necesitas, pero que para nosotros, esas palabras, ese lo entenderás cuando seas grande, nos hace sentir indignos e insignificantes y nos insta a crecer antes de tiempo. Como si el tener menos edad nos hiciera menos capaces de entender las cosas.

Grande, nunca una palabra con seis letras ha tomado importancia en la vida de tantas personas al mismo tiempo, adolescentes de todo el mundo que buscan, una y otra vez, el significado de ese valioso concepto. Todos ellos como yo, y al mismo tiempo ninguno conmigo. Durante mucho tiempo temía mirarme en el espejo, me repetía esa frase sin cesar, cuando seas grande, mientras al otro lado, mi reflejo se reía burlonamente de mí, recordándome que grande, al parecer no era pero sí lo estaba. Solía tocar el contorno de mis muslos como intentando desdibujarlos a su paso, hasta que el tacto me empezaba a quemar en el dedo índice. Pero nunca paraba de dibujar sobre mi piel, una y otra vez, marcando mi dolor y ese grande en cada rincón de mi piel, intentando crear una visión imaginaria que me mostrara cómo quería ser. Me decía cuánto me gustaría dejar de ser grande, al menos en esa zona concreta de mi cuerpo, mientras, el resto del mundo me seguía diciendo que lo entendería cuando fuera grande.

Recuerdo bastantes situaciones por el estilo, mi mente vuelve a la época del instituto y al consuelo que solo lograba encontrar detrás de la pantalla, en mi chat de amigas y nuestras conversaciones desenfadadas. Pero ese recuerdo se ve empañado por otro tipo de mensajes que no recibía en mi teléfono móvil pero que causaban un efecto mayor: no bebas, no fumes, ten cuidado, no consumas drogas, no te distraigas, estudia, céntrate y por último y, aplastante, cada cosa tiene su edad, recuerda que lo entenderás cuando seas grande. Nuevamente, ser grande. En este punto, casi siempre, el dolor había subido a mi mirada y una lágrima traidora avanzaba hasta el comienzo de mi boca, yo, la mayoría de las veces, no la dejaba avanzar en exceso y la atrapaba con la lengua, intentando borrar el camino salado que había dejado a su paso. El mismo recorrido, pero a la inversa, lo terminaba realizando mi mano, bloqueando la pantalla y con ella, los mensajes, pero tristemente solo los del móvil, ese grande nunca se borraba.

Por desgracia hay ciertos comentarios que nunca puedes silenciar, como por ejemplo los relacionados con las relaciones sentimentales y sexuales, porque a tu edad no sabes lo que significa el amor y encima, tienes las hormonas muy revolucionadas como para entenderlo. En este período en que comienzan los cambios físicos, menstruar debería ser un síntoma de ser grande, pero tampoco parece serlo. Ya no somos unas niñas y lo notamos, las miradas de protección se tornan indiscretas a medida que nuestras curvas se hacen latentes. Pero tampoco somos mujeres, estamos en un limbo en el cual no tenemos edad para entender lo que significa la regla pero sí para sufrir lo que conlleva. Qué curiosa contradicción, no se dan cuenta de que el amor o los sentimientos no tienen edad, de que empezamos a sentirlo desde que salimos del útero de nuestras madres, desde que nos sujetamos a su dedo fuertemente con nuestra manita, desde que conocemos la palabra hogar entre sus brazos. Así que, cuando nos enamoramos por primera vez, ya sea a los diez o dieciséis años, no somos pequeños para entender lo que significa, porque ya llevamos muchos años antes amando.

Hay ciertas cosas, algunos sucesos que nunca llegaremos a entender, aunque seamos grandes. Pero aun así continuamos utilizando esa frase, seguimos minusvalorando a la otra persona y acomodándonos en nuestras respuestas, volvemos a recurrir a lo fácil sin ser conscientes del daño que genera. Ser grande nunca debería ser la respuesta para todo, ni ser pequeño la pregunta. Nuestra edad no es un equivalente de nuestra madurez, aptitud, ni valía. Porque si pienso en todas esas veces que me dijeron lo entenderás cuando seas grande, me doy cuenta que nunca lo hice y que ahora que ya me consideran grande, tampoco lo hago.

Miriam González Álvarez

* Cartas de la juventud es un proyecto de Karmala Joven, rama juvenil de la Asociación Karmala Cultura. Si tú también tienes algo que contar puedes enviarnos tu carta al correo electrónico karmalajoven@gmail.com y será publicada en el diario palmero La Palma Ahora.

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