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El machango del ‘entierro de la sardina’

22 de febrero de 2023 13:25 h

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Desde tiempos inmemorables la representación efímera del llamado popularmente Entierro de la Sardina se representaba con un pelele o machango, cabalgando sobre un equino, que terminaba siendo pasto del fuego entre lo desconsolados llantos del cortejo fúnebre. 

Según el antropólogo Julio Caro Baroja (1914-1995), en su obra El Carnaval, el Miércoles de Ceniza tenía lugar una procesión burlesca y profana llevando un pelele para quemarlo, era “el entierro del Carnaval”. Era el último día, final, muerte y entierro de las carnestolendas. 

En mi opinión es una burla grotesca y socarrona a los mandatos de la iglesia con la prohibición de consumir carne durante los 40 días de la Cuaresma, antesala de la liturgia de la Semana Santa, y la obligación y tolerancia de comer pescado (sardinas) durante los días cuaresmales y Semana de Pasión. 

La conocida representación del universal de entierro de la sardina representa la despedida a Don Carnal (carnaval) tiempo de jactancia radicalmente contrario al ayuno y abstinencia cuaresmal. Predomina la gula y los excesos culinarios, comer y beber, actos impíos y manifestaciones con indumentarias no acordes con los usos sociales de cada momento. Total, trasgresión. Todo se tolera, y se escucha a la vista de las mascaradas el consabido dicho: “propio de carnaval”. 

El entierro de la sardina es el último día de los excesos y trasgresión de los días de carnaval. Lo despiden con lástima y entre gritos y desconsolados lamentos. Hoy el calendario litúrgico se ha roto y los entierros de la sardina tienen lugar en plena Cuaresma, misma Semana Santa y otras fechas. 

Estás disposiciones eclesiásticas de siglos se solventaban, hasta no hace muchos años, con la compra de la llamaba “bula de la carne” expedidas por la iglesia, previo pago, y que eximia de la obligación del “ayuno y abstinencia” de la Cuaresma y Semana Santa. Evidente que adquirir la llamada “bula de la carne” estaba reservada para las clases sociales más pudientes. 

Recuerdo que durante el carnaval los colegios religiosos de la isla realizaban en las capillas actos religiosos, continuos rezos de rosarios y lecturas sacras, con el alumnado y profesores en desagravio de los calificados “excesos” de esos días. Curiosamente esos llamados “excesos” eran realizados por nuestros propios vecinos y familia. 

En los años 20, del s. XX, se recuerda en Los Llanos de Aridane, siendo párroco el tinerfeño Maximiliano Darias Montesinos, tuvo lugar un suceso que ha pasado a la memoria popular. 

En esos años el entierro de la sardina, que en este caso cada año era un machango o pelele vestido con ropas viejas relleno de paja y pinillo y el órgano viril masculino formado por bellotas de plátanos, bajaba hacia el centro de la población desde el barrio de Retamar entre toques de tambores, cacharros, esquilas, cencerros, bucios, gritos y alaridos y fingidos llantos. 

En ese recorrido de la mascarada por las calles aridanenses el vecindario trancaba, a cal y canto, puertas y ventanas. La familia al completo se escondía en el interior de la vivienda y comenzaban los rezos del rosario. Las personas mayores de las casas no permitían que viéramos, aunque se escuchaba perfectamente los sobrecogedora gritería, el entierro de lo sardina lo que para ellos era un auténtico sacrilegio a la santa madre iglesia. 

El cortejo de esta mascarada concluía con la quema del machango en la cruz de La Paloma, Retamar. En este lugar un figurante, con improvisadas y ridículas vestimentas sacras, ofrecía una satírica homilía alegórica, mientras otros soplando por cañas huecas lanzaban “moscas de caballos” a los asistentes. 

El cortejo “fúnebre” iba arrojando inmundicias pestilentes desde un balde o un orinal con una vieja escoba, a modo de hisopo, mientras iban soltando insectos atrapados por centenares en las cuadras de ganado. En ese momento, a la altura del callejón Aridane, el cortejo se encontró con las fuerzas de orden público y el mismísimo y corpulento cura párroco, Darias Montesinos, al frente. Nuestros informantes recuerdan que el cortejo de la mascarada del entierro de la sardina no se disolvió pacíficamente y hubo una acalorada refriega. 

En el año 1961, en plena dictadura franquista, se autoriza en la provincia de Santa Cruz de Tenerife las llamadas Fiestas de Invierno, realmente Carnaval. Aún con esa cierta, digamos, apertura el entierro de la sardina continuaba con una estricta prohibición gubernamental. El por entonces Gobernador Civil, Manuel Ballesteros, en Diario de avisos, el 14 de febrero, recordaba a la población: 

“El poder público no ignora que el día 15 del corriente mes de febrero de 1961, los cristianos se ponen ceniza en la cabeza, en señal de penitencia, al comienzo del periodo cuaresmal, y en aras del buen orden, se dispone: Cualquier acto que pueda recordar que la mascarada medieval conocida por el nombre de Entierro de la Sardina, será reprimido por los agentes de la autoridad, además de los bailes de piñata”. 

La hoy conocida representación con una “sardina”, y no con un pelele, vistosamente preparada para la ocasión, se implanta y generaliza después de la Constitución de 1978 con la recuperación plena del Carnaval. 

Nuestras gentes habían olvidado, a fuerza de la fuerte persecución eclesiástica y política de la dictadura franquista, la representación del entierro de sardina con un pelele o machango. Muchos de los números tradicionales y espontáneos del ancestral carnaval desaparecieron con la dictadura franquista, especialmente el más perseguido y combatido por la iglesia católica como fue el entierro de la sardina

Antecedentes documentados 

El monigote o machango del entierro de la sardina, que no una “sardina”, es el protagonista verdadero y ancestral del Miércoles de Ceniza. Así lo atestigua y documenta en las islas el periódico tinerfeño El abejón, el 24 de abril de 1887, diciendo:

“Allí, como en cualquier pueblo de la cristiandad, guardan la inventerada costumbre de enterrar la sardina el miércoles de ceniza.

Y este año salió, como siempre, el tradicional monigote, caballero en su rucia, por las calles de la ex cabeza del ex batallón de Abona.

Un considerable gentío, en el que dominaba el elemento imberbe, acompañándolo con bucios, cencerros, pitos, cacharros y demás instrumentos del caso, formando una algarabía de mil... sionistas”.

Otro ejemplo lo recoge el periódico herreño El deber, el 28 de febrero de 1921, manifestando: 

El entierro de la Sardina también resultó una buena nota de entretenimiento, pues después de recorrer las principales calles de la Villa, terminó la parranda, ya oscurecido, en el pico Asabranes, con la reducción a cenizas del muñeco artísticamente arreglado al efecto. 

Dos ejemplos actuales del machango o pelele del entierro de la sardina 

En las islas se conservan, al menos, dos manifestaciones del entierro de la sardina con machangos o peleles, concretamente en La Palma y en El Hierro. 

Retamar, Los Llanos de Aridane. En 1961 un suceso calificado por la prensa de “pirático” dio la vuelta al mundo. 

En la madrugada del 21 de enero, el capitán portugués Enrique Galvao -Galvoa- y 60 tripulantes asaltan el barco Santa María, anclado en el venezolano puerto de la Guaira. Dan muerte al piloto, resultando heridos un oficial y el médico. El capitán es apresado y tras varios días de navegación atracan en el puerto brasileño de Belén. 

La prensa internacional recoge este hecho insólito «como piratería del siglo XX». El buque traía desde América un pasaje de 600 personas con destino a los puertos de Tenerife y Vigo. La prensa palmera, en ese año Diario de avisos, recogió el día a día de esa “aventura” protagonizada por el capitán portugués Galvao. 

Era fechas coincidentes con Carnaval. El entierro de la sardina del Carnaval de Los Llanos de Aridane, concretamente del barrio de Retamar, hizo suya esta aventura. En ese mismo año, al grotesco y ancestral pelele de Retamar lo llamaron Galvao, representación personificada del mal que debía «morir en la hoguera». 

Los planes del peculiar cortejo se vieron truncados, una vez más, por las fuerzas de orden público, acompañados por el alcalde y el párroco. La burlesca manifestación fue disuelta entre carreras, pérdida de alpargatas, retención de un mulo «sin dueño», detenciones personales y alguna que otra multa que aún se recuerda amargamente. Con anterioridad a 1961 la memoria del barrio recuerda otros entierros de la sardina siempre utilizando un machango o pelele a la grupa de una burra o mula. 

La comitiva de la “sardina” de 1961, cogió desde Retamar la calle Francisco Fernández Taño abajo, alumbrada con teas encendidas, candiles y gomas de alpargatas y a los gritos de “¡¡Ya apareció Galvao !!!”, con dirección a la plaza de España aridanense. 

Al llegar al cruce con la calle Ángel la esperaban tres municipales y, como nos decía Juan Hernández Pérez, uno de los protagonistas: “El reguero fue tremendo de candiles, de jachos y gomas de pantuflas, todo por el suelo, todos corriendo. Con la burra sólo se quedó Nicolás, el gato. En el rebumbio y ”esparrameo“ una mujer, que no tenía donde esconderlo, se metió un candil en el seno y se quemó. Nos querían poner a todos presos, pero no cabíamos en la cárcel municipal. Nos multaron a cada uno. El machango tenía ”atributos“ que se los puso Benjamín, y en el entierro iba diciendo, ”esperen un momento que tiene que hacer sus necesidades“ y después continuaba”

Según testimonio del por entonces párroco Marino Sicilia González (1927-2012) desde el barrio de Retamar llamaba por teléfono Pepe Viña avisando de la salida del “cortejo” y reclamando, para que la “fiesta fuera total”, la presencia del alcalde, en ese año Manuel Pérez Acosta y el cura párroco. 

Al parecer “todo un montaje”, en esos 60, para que el “esparrameo o reguero” de la gente fuera total, a la vista de la autoridad civil, eclesiástica y las fuerzas de orden público municipales. Montaje o no lo cierto es que el acto concluyó con sanciones económicas municipales a los participantes identificados. 

Galvao, realmente un monigote, se preparó en casa de Antonio, el guisio, con ropas de este y relleno de pinillo y con la participación de la burra propiedad de José Francisco Álvarez Pérez, (a.) barriga de trapo. 

En esa tarde-noche del entierro de la sardina, la burra, que cuidaba Nicolás [Hernández Pérez] el gato, se había perdido. Ya al atardecer, cuando ultimaban el fúnebre cortejo, encontraron al buscado animal y la broma y la parranda, alegrada con unas copas de más, dio nombre propio a la sardina de ese año 1961. “¡Ya apareció Galvao!!!”, gritaban refiriéndose a la burra, que por suerte apareció. 

La “amenaza” de prisión terminó con una multa de 10 duros a cada uno de los identificados. Efectivamente, pasó “tal cual”. En el Libro de Multas, que se custodia en el Archivo Municipal de Los Llanos de Aridane figura el 16 de febrero de 1961 la relación de los vecinos, todos ellos con domicilio en Retamar, sancionados con 50 pesetas por “Actos de mal gusto”. Denuncia firmada por el guardia municipal Jesús Francisco Ríos. Ese año el Miércoles de Ceniza recayó el 15 de febrero. 

La relación de las personas infractores de los “actos de mal gusto” fueron: Francisco Álvarez Pérez; José A. Pérez Pérez, Francisco Benítez Reyes; José Viña Lorenzo; José D. Hernández Pérez; Marcelino Luis Hernández; Domingo Hernández Pérez, Nicolás Hernández Pérez; Wenceslao Sosa Pais y Martín Fernández Barreto. Los dos últimos, además de por “actos de mal gusto” se les sanciona por “excitación a las órdenes” con 100 pesetas por las dos infracciones. Las mujeres que participaron en este llamado “acto de mal gusto”, en realidad entierro de la sardina, no fueron objeto de sanción. 

En nuestra opinión los varones sancionados serían los que lograron identificar entre el nutrido grupo del cortejo de “Galvao”. Las notificaciones de la resolución municipal de la multa tuvieron lugar el 27 de febrero y cada uno de ellos fue abonándolas en fechas diferentes, según consta en el mencionado libro. 

Lamentablemente la representación actual conocido por Galvao, no guarda las fechas específicas de la historia, Miércoles de Ceniza. Tampoco recuerdan que en sus orígenes fue un entierro de la sardina y la vestimenta han adoptado el disfraz del cine de películas de piratas, calificativo de los titulares de prensa del hecho promovido en 1961 por el capitán portugués Enrique Galvao -Galvoa- y 60 tripulantes, sublevados a la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970) presidente de Portugal (1932-1968). 

La Frontera, El Hierro. Al menos desde el año 1921 en Valverde, El Hierro, se celebraba el entierro de la sardina según el calendario litúrgico el Miércoles de Ceniza con la quema de un pelele o machango y no una sardina como se ha generalizado en los últimos años. 

Lo atestigua el periódico herreño El deber, el 28 de febrero de 1921, diciendo: El entierro de la Sardina también resultó una buena nota de entretenimiento, pues después de recorrer las principales calles de la Villa, terminó la parranda, ya oscurecido, en el pico Asabranes, con la reducción a cenizas del muñeco artísticamente arreglado al efecto. 

En el año 2013 la Asociación Cultural Amador de Frontera, previa recopilación de información y testimonios, recuperó el acto carnavalero del entierro de la sardina representado por un pelele o machango. Una buena idea puesta en práctica por un grupo de entusiastas vecinos y administración pública y hoy totalmente consolidada esta muestra del auténtico ancestral carnaval tradicional de Canarias. 

La comitiva herreña, llorando al machango relleno de trapos, papeles y paja de centeno, van recitando o cantando: 

La sardina se murió jo, jo

y la fueron a enterrar jo, jo

veinticinco palanquines jo, jo

un cura y un sacristán jo, jo. 

Ese cortejo herreño que relata el cantar debió ser importante, multitudinario y con una pesada “sardina” para que fuera cargada a hombros, a modo de procesión o entierro común, por veinticinco palanquines y la solemnidad del acompañamiento de un cura y un sacristán. 

La quema del machando pone el punto final de los carnavales actuales de La Frontera mientras la comitiva, de grandes y chicos, asisten con la bulla ensordecedora de cacharros, guatacas, bucios (caracola marina) y tambores. 

Los carnavales se han caracterizado por ser el momento apropiado de la crítica política y social aprovechando cierta tolerancia y el anonimato oculto tras el disfraz o máscara. Valga el ejemplo que en la edición de 2018 el pelele o haragán de Tigaday, Frontera, representaba a Donald Trump, presidente de Estados Unidos (2017-2021), sobre una albarda, y cargado, mientras lo bailaban, por cuatro participantes o palanquines y lo conducían irremediablemente hacía una hoguera. 

María Victoria Hernández, cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)

 

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