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Volcanes, percepción social y ordenación del territorio en Canarias

Erupción de Chahorra, en el edificio volcánico de Pico Viejo.

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La ciencia estaba preparada. Sabemos que es imposible predecir el momento y el lugar exacto en el que se produce una erupción volcánica, ahora bien, la ciencia ha tenido claro (y ha avisado) que esto podía ocurrir en Canarias y, sobre todo, de cuándo y cómo podía ocurrir. Sin embargo, la sensación que tengo, es que gran parte de la sociedad canaria no estaba preparada. Y no hablo de la gestión de la emergencia ni de los sentimientos. Nadie está preparado para una desgracia así. Me refiero al simple hecho de esperar que esto podía ocurrir.

Son innumerables las afirmaciones de personas, de todos los ámbitos, que más o menos vienen a decir lo mismo: “Esto no se lo esperaba nadie”.

Pues vaya, ¿Qué era entonces lo que se esperaba? En la imagen podemos ver una de las coladas más recientes del volcanismo canario. Se formó con la erupción de Chahorra, en el edificio volcánico de Pico Viejo, allá por 1798. Solo hay que verla y entenderla. Una mole de roca que arrasa con todo. Ahí ha estado años y años, al igual que muchas otras, como testigo y advertencia de lo que en cualquier momento tenía que llegar. Pero parece que no le hemos prestado mucha atención.

En descargo de la sociedad canaria, es de rigor decir que, salvo aquel buen maestro que nos cantaba la canción de El volcán solo quería jugar y de la implicada profesora que en el instituto nos llevaba de excursión a Las Cañadas, nadie nos dijo nunca nada sobre volcanismo. Vivimos sobre un territorio volcánico activo y no sabemos nada de él. Solo así se explica el cambio radical en la percepción y en la comunicación de este acontecimiento de La Palma. Pasamos de una especie de visualización de espectáculo de fuegos artificiales el día del inicio, a llamar monstruo y desgarrarnos con la tragedia en los días posteriores. Ha quedado todo grabado.

Hoy será un día duro, con imágenes brutales como las que estamos viendo. La parte negativa del espectáculo volcánico. Ojalá todo esto sirviese para hacer una reflexión general del modelo de ordenación del territorio y la ocupación de los espacios en las islas...”. Esto escribía en las redes sociales el segundo día de la erupción, cuando mucha gente vivía aún en una especie de ensoñación.

No es que uno fuese adivino, pero quizás el hecho de tener formación universitaria en la materia, me ayudaba a visualizar lo que se venía encima. El problema es que la sociedad canaria, en general, parece ser que no sabía que esto iba a pasar tarde o temprano. Me pregunto si creían que las coladas de lava iban a descender repartiendo caramelos y lanzando serpentinas. El volcanismo es así. Y dentro de la gravedad y la devastación de este episodio eruptivo, pues hay que decir, en honor al rigor y a la verdad, que pudiese haber sido mucho peor. En primer lugar, porque existen en Canarias muchas zonas con una mayor densidad de población donde el volumen de daños hubiese sido mayor. Segundo, porque con unas condiciones meteorológicas adversas la ola de incendios forestales que se podría haber desplegado hubiese ocasionado muchos más daños. Pues eso, que nos preparemos, porque vendrán peores. Sí o sí.

Nada puede reparar el daño y la tragedia sufrida por las personas afectadas, pero quizás un mayor conocimiento del fenómeno volcánico y una sociedad más preparada para enfrentar la catástrofe, que en cualquier momento podía llegar, hubiese minimizado el sufrimiento. Por eso es tan importante reconocer el papel y la labor de las personas que están investigando en la zona, científicos y científicas que tiene que aprovechar este momento para recabar el máximo de información, más allá de que sientan también con tristeza las pérdidas materiales ocasionadas.

No podemos estar por encima de la naturaleza. Pero sí podemos intentar comprenderla y comportarnos adecuadamente para adaptarnos a ella. Y para ello, la ordenación del territorio es una herramienta fundamental.

Más tarde o más temprano, deberemos afrontar como sociedad el problema de la superpoblación de las islas. También debemos hacer una profunda reflexión sobre el modelo de ordenación del territorio que hemos desplegado. El poblamiento diseminado y la ocupación desordenada del territorio solo contribuyen a aumentar los daños de estas tragedias. Y no se trata de un problema de falta de legislación. Canarias dispone de una extensa y pionera normativa de protección del territorio. Sin embargo, la administración no ha estado a la altura a la hora de poner en práctica y hacer cumplir esa normativa. Es increíble cómo en nuestra tierra se ha construido con total impunidad en zonas no destinadas a los usos residenciales.

Toda esta lectura puede parecer inoportuna y dura. Pero no podemos mirar a otro lado. Lo más importante son las personas, y es de máxima urgencia ayudar y solucionar los problemas de todas las afectadas por la tragedia, pero ello no debe de impedir una sana y necesaria reflexión sobre el modelo de ordenación del territorio que hemos desplegado hasta la actualidad.

* Jonás Hernández Hernández es licenciado en Geografía, postgrado en Evaluación de Impacto Ambiental y técnico superior en Gestión del Medio Natural. 

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