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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Una crisis silenciada: la geopolítica de la migración hacia Europa

Protesta contra el bloqueo de migrantes en Canarias que tuvo lugar en La Laguna, Tenerife

Irina Betancor Almeida

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La migración es un fenómeno tan histórico como contemporáneo. Los movimientos poblacionales definen la creación, primero, de la polis, y a posteriori, del estado-nación. La migración intra-europea ha favorecido la aparición de estructuras transnacionales conducentes al aparato de gobernanza que hoy conocemos como Unión Europea. Sin un flujo constante de población no existirían las relaciones comerciales, culturales y políticas que definen al continente en la actualidad. Ahora bien, el valor subjetivo que se le da a la migración fluctúa según la época histórica, el ciclo económico, y, especialmente, el peso geopolítico de los países de origen.

Desde la llamada “crisis de las pateras” en 2005 y 2006, pasando por las catástrofes humanas de Lampedusa, la creación de la Europa fortaleza, el despliegue de las fuerzas de Frontex en las fronteras exteriores de la UE, la crisis diplomática entre Marruecos y España en la frontera de Ceuta y hasta el actual enfrentamiento entre el gobierno de Bielorrusia y la Unión, vivimos permanentemente en un estado de shock político y mediático. Naomi Klein, periodista, escritora y activista canadiense, conocida por su crítica de la globalización y el capitalismo, argumentaba en su libro, La doctrina del Shock, que la esfera discursiva en la que se envuelven determinados acontecimientos caracterizados como crisis sirve a las esferas políticas como paraguas para fomentar la legitimación de cambios de dudosa aceptación social. La construcción política del fenómeno migratorio tiende a seguir este esquema, que ha alentado la construcción de vallas, muros y fronteras fortificadas con sistemas de inteligencia militar. Sobre esta base, resulta cuanto menos llamativo que en la actualidad haya un consenso no escrito que ha llevado a un silencio institucional sobre la situación que se vive en Canarias.

Los datos de la migración irregular en Canarias

Según los datos del Ministerio del Interior, desde el 1 de enero hasta el 14 de noviembre de 2021, 18.021 personas han llegado por vía marítima al Archipiélago. Esto supone un 9,5% más que en el mismo periodo de 2020. Sin embargo, la alarma política y social fue más acusada en el periodo 2019-2020. Según el Informe publicado por el Defensor del Pueblo, en el que analiza la situación de la migración en Canarias, de las 19.852 personas que llegaron al Archipiélago en 2020, un 60% eran de procedencia marroquí, seguidos a mucha distancia de 3.104 ciudadanos malienses. Hay que recordar que, si bien el Gobierno de España tiene acuerdos bilaterales relativos a la readmisión de población en situación irregular, la Unión Europea, tras años de intensas negociaciones, no ha conseguido firmar acuerdos de retorno y readmisión con el ejecutivo marroquí. 

Ahora bien, la crisis diplomática y humanitaria acontecida en Ceuta fue resuelta con la aprobación exprés en el Consejo de Ministros de 30 millones de euros destinados a apoyar a Marruecos en la ''lucha contra la inmigración irregular’’. Una situación homóloga tenía lugar en la frontera entre Turquía y Grecia cuando, a comienzos del 2020, Tayip Erdogán, presidente de la república turca, amenazó a la Unión con romper los pactos informales según los que el país ejerce de “filtro” para la migración hacia Europa. La respuesta, una vez más, pasaba por la inyección de fondos en los bolsillos de un tercer gobierno. Una forma de gestión que, a pesar de ser catalogada como “gestión de crisis”, recorre un largo camino y se acerca a convertirse en estructural. Tanto es así que, el pasado 2 de diciembre, la UE asignó 325 millones de euros adicionales para ampliar el programa Red de Seguridad Social de Emergencia (ESSN, por sus siglas en inglés) hasta principios de 2023. La ESSN proporciona transferencias de efectivo mensuales a más de 1,5 millones de refugiados en Turquía para cubrir sus necesidades esenciales. En otras palabras, se les paga para que no vengan. 

El caso específico de Bielorrusia

Una dinámica muy diferente se desarrolla en la frontera este del espacio Schengen, donde tiene lugar una crisis geopolítica entre Polonia y Bielorrusia como consecuencia del flujo de migrantes, en su mayoría de Oriente Medio, que el régimen bielorruso está canalizando hacia las fronteras de la UE, en particular de Polonia, como represalia por las sanciones impuestas por la Unión. Bielorrusia es un país satélite de Rusia, con un marco político mayoritariamente pro-ruso y situado en una encrucijada geo-estratégica entre, por un lado, estados miembros de la UE, Letonia y Lituania, al noroeste y Polonia al Oeste y, por otro lado, Rusia al Este y Ucrania al Sur. El pasado octubre, Bielorrusia suspendió de forma unilateral su acuerdo de readmisión con la UE, tras un discurso en el que el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, indicó que su país no era el verdadero destino final y que, a partir de ese momento, dejaría de aceptar la devolución de aquellos migrantes que hubieran transitado por su territorio en su camino hacia Europa. Al cabo de unas semanas, las imágenes de la frontera polaca con miles de personas atrapadas frente a un fuego político cruzado abrían telediarios internacionales. En este este marco, la UE ha aprobado un amplio paquete de sanciones económicas que persiguen desincentivar las actuaciones del ejecutivo bielorruso, al que critica por poner en riesgo la vida de personas en situación de alta vulnerabilidad. 

Mientras tanto, el número de personas migrantes que han muerto en el mar en su intento por llegar a Canarias suma en 2021, con cifras hasta el 3 de diciembre, un total de 937 fallecidos, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Si bien los datos facilitados por organismos de actuación civil, como la ONG Caminando Fronteras, duplican las cifras de la OIM. En este marco, una reflexión social es imperante. 

La geopolítica de la migración es la nueva forma de hacer la guerra que tienen las naciones establecidas, y en situación privilegiada, frente al resto del mundo, frente a aquello que hemos convenido en llamar “terceros países”. La automatización pasmosa del mecanismo de financiación de las fronteras externas de la UE se cobra víctimas día si, y día también, y sin una alternativa política viable a la vista, seguiremos asistiendo (y desgraciadamente, normalizando) la muerte de miles de personas en el Atlántico, los cadáveres de niños llegando a las orillas del Mediterráneo, la hipotermia desgarradora a la entrada de Polonia o la violencia policial en Turquía. Todo ello con picos de atención que pierden rápidamente su carácter novedoso para afianzarse en una dinámica de crisis progresivamente silenciada que permite la militarización de nuestras fronteras, la financiación de gobiernos que violan abiertamente los derechos de los migrantes y el uso de sanciones económicas como métodos de gestión. 

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