“Para toda la vida”: los menores que llegan en cayuco a El Hierro ni consideran regresar a sus países

Exterior del centro de acogida para menores migrantes de Valverde, en El Hierro, instalado en la antigua residencia de estudiantes de la villa y gestionado por la ONG Quorum Social 77

Efe / Christian Afonso

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El director del centro de acogida para menores migrantes de Valverde, en El Hierro, Antonio Arencibia, asegura que los jóvenes que están bajo su atención tienen claro que el proyecto migratorio que emprenden al subirse a un cayuco y cruzar el Atlántico en busca de una vida mejor en Europa “es para toda la vida” y no consideran regresar a sus países.

Este centro de acogida, gestionado por la ONG Quorum Social 77, se ha convertido para decenas de menores no acompañados que han llegado a la isla en los últimos meses en una suerte de hogar, y muchos ya se han integrado en la sociedad del pequeño municipio, de apenas 5.000 habitantes.

Arencibia explica, en una entrevista con EFE, que, pese a ello, “la mayoría de ellos muestra inquietud por salir de las islas”, sobre todo de El Hierro, puesto que “ellos mismos notan que tiene su limitación”. La meta, para el 80% de ellos, es Francia.

“Siempre que se les pregunta cuáles son sus intenciones o cuáles son sus inquietudes: trabajar, trabajar y trabajar (...), aunque siempre hay excepciones, hay niños que vienen y piden expresamente estudiar”, comenta mientras algunos de esos jóvenes riegan los jardines de la residencia escolar de Valverde, donde se ha dispuesto este recurso.

Y es que, para ellos, lo más importante es poder enviar dinero a sus familias y, de hecho, no pocos mandan la asignación semanal que les da para sus propios gastos con el objetivo de ayudar a quienes se quedaron en África.

Muchos de esos padres no tuvieron más opción que llevar a sus hijos hasta la orilla del mar y embarcarlos en una aventura incierta. Pese a todo, entienden -cuenta Arencibia- que eso es mejor que seguir pasando penurias y huyendo de los conflictos que tienen en la actualidad países como Senegal o Malí.

“Casi siempre es acordado. Es decir, sus familias los animan a que se vengan por muy doloroso que les resulte, pero también hay casos de niños que se vienen sin decirle nada a sus padres, que toman ellos la decisión, no sé cómo consiguen el dinero, pero se montan en un cayuco y se vienen”, relata este educador, quien ha escuchado muchas historias de los chicos.

Los más pequeños, agrega, suelen estar acompañados por sus padres “a pie de playa”, quienes “si ven a algún conocido que vaya a hacer la travesía, le piden que cuiden al niño al menos durante el viaje, porque ellos saben que una vez llegan aquí las autoridades se van a hacer cargo de los menores”.

“Y si no ven a alguien conocido, pues a la primera cara que les despierte confianza, por decirlo así, le entregan a su hijo y le piden que lo proteja”, relata Arencibia.

Tanto en la travesía como una vez llegan al centro de acogida, “se crean vínculos muy fuertes” entre los menores hasta el punto que llega a existir “cierto corporativismo” entre ellos: “Incluso te montan una asamblea para hablar de algún tema en concreto que les preocupe”.

El turismo y lo social, posibles salidas

Arencibia también apunta que los jóvenes que quieren formarse piensan, sobre todo, en oficios manuales como la carpintería, la fontanería o la electricidad; pero hay otros que, al irse enterando de la importancia del turismo para Canarias, cambian de idea.

Entonces, muestran interés por el oficio de camarero, cocinero o recepcionista, si bien “tienen prisa por incorporarse al mercado de trabajo”, por lo que ven como la opción más rápida una formación en oficios.

“Ellos también ven una posibilidad en el propio trabajo nuestro como educadores o monitores en el centro, muchos se muestran interesados en estudiar algo relacionado”, asegura el director del centro de acogida, en el cual hay algún trabajador africano en el que los chicos han visto un ejemplo a seguir.

Por todo ello, tratan de facilitarles al máximo posible los pasos a dar para empezar a formarse, sobre todo para aquellos que no están en edad de escolarización obligatoria.

El fútbol y la lucha canaria

Otro modo de integrarles en la sociedad que les acoge, detalla Arencibia, pasa por que hagan actividades y cultiven sus aficiones. Lo más demandado es el fútbol, el cual practican muchos de los jóvenes tutelados, pero entre los senegaleses tiene también bastante éxito la lucha canaria, muy parecida a otro tipo de lucha de su país y, de hecho, varios están en un club local practicándola.

“Son muy activos, les gusta mucho hacer deporte. Intentamos que vayan a los gimnasios, lo cual también nos crea a veces problemas porque son muchos y tenemos que dosificar el número de chicos que mandamos a los recursos”, desgrana.

En Quorum Social 77 no dudan en que si participar en estos equipos “significa integración para ellos”, desde la ONG se les ayudará en todo lo posible para que puedan estar federados.

Y, en este punto, hay algún club de lucha canaria que ya les ha facilitado el poder participar en sus entrenamientos, y Arencibia espera que esta solidaridad se extienda a otras personas o entidades, sobre todo porque considera que la sociedad herreña “se ha volcado” con los chicos.

“Cuando llegamos a El Hierro en junio, tuvimos que traer gente de otras islas para sacar esto. Y a día de hoy, salvo yo, el resto de la plantilla es toda herreña o residente en El Hierro. Ha habido mucha demanda de empleo, hemos intentado atenderlo lo mejor posible. Porque ya que El Hierro nos ha acogido, pues nosotros también queremos devolver esa buena sintonía que han tenido con nosotros”, expresa el director del centro de menores.

Al final, la propia sociedad herreña, “sobre todo la juventud”, ha observado que esta experiencia “puede ser muy enriquecedora” para ellos, por lo que muestran “mucha inquietud” por lo que estos chicos les puedan ofrecer.

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