Por una sede -capital- del folclore canario

En un archipiélago como el canario, en el que su folclore está tan especialmente arraigado en cada una de sus islas, independientemente de las ricas y variadas especificidades que proliferan en cada una de ellas, ha sido muy recurrente, sobre todo en los últimos años -se opina y debate ostensiblemente-, poder fijar un centro en torno al cual se pueda gestionar todo lo inherente a la música popular de nuestra tierra, más allá de lo estrictamente indicado al respecto desde las administraciones públicas.

Disponer de un centro dedicado a dirimir las diferentes cuestiones relacionadas con el apasionante mundo de la cultura folclórica canaria posibilitaría su propio impulso y fortalecimiento, procurando la defensa de su identidad, sus peculiaridades e historia, de manera que su contexto no pueda someterse a ningún posible riesgo de desafección o pérdida progresiva de actividad o interés. Ese centro servirá para la investigación, la conservación y la difusión de la cultura tradicional.

Para alcanzar el objetivo que se plantea -la creación de la sede de nuestro folclore- hay que observar la oportunidad que ofrece la elaboración de los Presupuestos de la Comunidad Autónoma para el ejercicio de 2026, es decir, el último año completo de la actual legislatura, puesto que las cuentas que apruebe el Parlamento a finales del próximo año para el curso de 2027, a todas luces no lo contemplarán, ya que, tal y como suele ser habitual, el medio curso final de mandato tiende a someterse a la incertidumbre política de la convocatoria electoral, prevista, en este caso, para el mes de mayo de ese año, en tanto que iniciativas de la naturaleza que planteamos se pueden ver comprometidas y condicionadas por ese marco especulativo.

Siendo así, la participación compartida entre varias administraciones -Cabildo, Ayuntamiento y, sobre todo y principalmente, el Gobierno de Canarias-, propiciaría la disposición de una partida económica conjunta impulsada por el Ejecutivo regional, con la que habilitar la adquisición de un inmueble -como fórmula más viable desde la óptica administrativa, si bien se podría optar por cualquier otra alternativa posible- que albergue la tan ansiada sede para la gestión de lo comprendido en nuestra música popular. En tal sentido, se emprendieron gestiones conducentes a ese fin con la Consejería de Cultura del Gobierno de Canarias a finales de 2019, para lo que se estableció el principio de acuerdo de que el pueblo de Tetir (Fuerteventura) fuera, igualmente, la sede permanente del Festival de Música y Danza Tradicional de Canarias, que ese año se celebró en dicho pueblo a finales de noviembre, como una suerte de introducción a los trabajos para la cristalización de que fuera allí donde se implantara la sede del folclore canario. Tengamos en cuenta que, para 2026, la Consejería de Universidades, Ciencia e Innovación y Cultura del Gobierno de Canarias presenta un presupuesto de 424,5 millones de euros, reservando específicamente para el área de Cultura y Patrimonio Cultural un montante de 46,79 millones de euros, lo que supone un incremento del 12,76 % respecto a 2025, todo ello sin incluir la depuración resultante de la fase de enmiendas que presumiblemente no modificarán las cifras expuestas.

El Festival de Música y Danza Tradicional de Canarias de 2019, celebrado durante las tetireñas fiestas de San Andrés con el propósito de promover decididamente el folclore de las Islas, que reunió a varias agrupaciones de todo el Archipiélago, con la dirección artística de Domingo Rodríguez el Colorao, para destacar la identidad cultural canaria en Tetir, se lanzó como un evento que acompañara, al mismo tiempo, los trámites pertinentes que desembocaran en la fijación de la sede allí mismo. No obstante, se iniciaron por entonces las gestiones para la adquisición de un inmueble de marcado tipismo en el centro de Tetir que sirviera a esa empresa cultural con rango autonómico.

Desde la apuesta que al respecto se hizo por Tetir, se tuvieron y tienen en cuenta todos aquellos aspectos que refuerzan su candidatura como centro administrativo del folclore isleño, desde la constatación de una señera agrupación folclórica que ha superado el medio siglo de productiva vida creativa con una solera ampliamente reconocida, el tradicional y prestigiado Encuentro Regional de Solistas cada mes de agosto, una añeja romería referencial organizada por la propia agrupación folclórica a principios de cada diciembre, o uno de los pocos ranchos de ánimas actualmente activos en Canarias, todo ello en el entorno de un pueblo con un marcado tipismo tradicional canario. Más allá de lo anteriormente descrito, se debe considerar esa posibilidad como viable necesidad de que finalmente Canarias dé el paso institucional que su folclore le pide.

Fuerteventura, la isla más vieja del Archipiélago, es una tierra orgullosa de su historia, de quienes le han puesto cara durante siglos y de cada una de las huellas de su volcánica piel. Fuerteventura es, además, cuna de nuestra música popular, de nuestro folclore. Tanto es así que la isla congrega habitualmente las esencias de los ecos que han ido conformando esa esencial parte de nuestra identidad cultural.

Fuerteventura sabe a folía en el abrazo, resuena a parranda en las luces lejanas y se encuentra en las palabras sentidas de una copla que busca quien la escuche. Los días que hoy nos dan sentido parecen situarse lejos de los candiles que antaño alumbraban la alegría de lo sencillo. Sin embargo, siempre hay un momento para reclamar el sentido de lo que una vez empezó. Así, impelidos por esa obligación cultural del tiempo que siempre será nuestro, ahora celebramos la necesidad de preservar las glorias del pasado, por lo que debemos evocar la manera en que la vida se cantaba, para cantar y bailar en torno a la tradición. Ha llegado el momento, pues, de hacer sonar lo que nos mueve y de bailar al son de las cuerdas de los timples y de las guitarras que han labrado nuestra historia musical.

Canarias necesita visibilizar permanentemente nuestra cultura musical tradicional como fundamento de una identidad que debe luchar por su pervivencia y promoción, en torno a un centro irradiador especialmente vinculado con la historia de nuestras esencias folclóricas.