La ciudad sin sombra

Con más de tres millones de metros cuadrados de espacio libre, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria presume de superar la media nacional de superficie destinada a parques y jardines por habitante. Los datos oficiales del Ayuntamiento capitalino precisan que a cada vecino le corresponde 8,54 metros cuadrados de parque público, cifra que se sitúa por encima de los 5 que exige la legislación vigente, pero por debajo de los 10 que, como mínimo, recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para favorecer el bienestar físico y emocional de los ciudadanos.

Sin embargo, los indicadores del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) dibujan un panorama mucho más desalentador. Según el último estudio disponible, realizado en 2009, a Las Palmas de Gran Canaria, con 1,6 metros cuadrados por ciudadano, sólo la supera Pamplona como la ciudad con el menor índice de superficie verde urbana útil por habitante.

Para Carmelo Padrón, catedrático de Derecho Urbanístico y profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, el problema no radica en la cantidad de espacios libres con los que cuenta el municipio, sino en el tratamiento urbanístico que se les ha dado. ''Con el tiempo se ha generado una confusión entre parque público y zona verde, masa boscosa. La ciudad cumple con lo que marca la normativa en cuanto a espacio libre, pero tiene muy poca superficie arbolada, muy pocos lugares a la sombra. Hay mucha plaza dura, de hormigón“, sostiene.

Padrón puntualiza que el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) califica los espacios libres de titularidad pública con un régimen “muy flexible” y, “salvo en algunos espacios singulares”, no regula la superficie arbolada que deben tener. “En Las Rehoyas se ha optado por un parque deportivo y de paseo, pero no hay que cambiar el planeamiento para convertirlo en un bosque. Aunque hay árboles, no puede decirse que sea una masa boscosa como pueden ser las del Parque García Sanabria en Santa Cruz de Tenerife o del Retiro en Madrid”.

No sólo en Las Rehoyas se ha desaprovechado la oportunidad de dotar a la ciudad de un gran pulmón verde. A juicio del catedrático de Derecho Urbanístico, el barranco de La Ballena también era un espacio propicio para haber diseñado un área arbolada. “Ahora mismo los campos de fútbol están llenos de deformaciones, no se pensó en el terreno. El bosque sí que admite los movimientos diferenciales del suelo”, asevera.

No obstante, Padrón advierte que no se trata de “plantar árboles uno detrás de otro”, sino de crear lugares a la sombra, por lo que también es necesario que los ejemplares sean de gran porte y copa frondosa, una condición que no se cumple en el caso de la palmera canaria, especie dominante en los escasos reductos verdes de la ciudad, como el Parque Doramas o el Parque de San Telmo.

El catedrático grancanario apunta como espacios con potencial para la creación de zonas verdes en la capital el barranco de Guiniguada, “el gran desconocido para los ciudadanos”, o El Rincón. “En San José del Álamo hay un parque periurbano de una extensión considerable y Tamaraceite Sur y La Mayordomía constituyen dos buenas oportunidades, pero están muy distantes de la población. Las Palmas de Gran Canaria necesita zonas a la sombra donde el ciudadano pueda ir caminando. El mayor lugar a la sombra de esta ciudad es la panza de burro'', ironiza.

Estadio Insular

Con respecto a la posibilidad de convertir la parcela del Estadio Insular en ese respiradero que requiere la capital, Padrón advierte que la intervención en este emblemático espacio “es compleja”, pero que cualquier actuación que se desarrolle en la misma deberá adaptarse al PGO aprobado el pasado mes de noviembre, que ordena la pieza directamente, sin remitir a un estudio de detalle como hacía el anterior planeamiento. Para el interior de la parcela, el PGO determina que debe disponer de un 50% de superficie arbolada densa.

A este respecto, los vecinos de Alcaravaneras y Ciudad Jardín ya han expresado su oposición al proyecto que la empresa Borjana ha presentado al Cabildo de Gran Canaria, que propone convertir el solar en un espacio deportivo, comercial y lúdico, y han vuelto a reivindicar una gran zona verde de uso público.

Para Juan Félix Bordes, catedrático de proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en el espacio debe prevalecer el “uso y disfrute colectivo”, reservando un importante espacio a la superficie arbolada, pero combinándolo con actividades que lo hagan rentable. “Si sólo es un parque público, es difícil que se mantenga”.

Bordes defiende que la parcela debe cumplir tres requisitos fundamentales: “Ser útil para el ciudadano, rentable para la administración y atractivo desde el punto de vista arquitectónico”. Así, el catedrático muestra su rechazo a que el espacio donde se ubicaba el terreno de juego de la UD Las Palmas se destine a usos privados. Por ello, plantea la opción de que las canchas de pádel que proyecta la empresa Borjana se instalen en el subsuelo, siempre que estén “bien ventiladas e iluminadas”.

En relación a las carencias de zonas verdes en la ciudad, Bordes propone imitar la operación urbanística que se desarrolló en Barcelona “hace 15 o 20 años”. El arquitecto grancanario explica que el Ayuntamiento de la Ciudad Condal acometió entonces una serie de actuaciones en las que, a través de “convenios con los ciudadanos o expropiaciones”, se crearon “pequeñas plazas para que la vecindad tuviera hueco, para generar porosidad en la exacerbada trama urbana”.

''Desde Mesa y López hasta Las Alcaravaneras, o en la zona de Arenales, Las Palmas de Gran Canaria está colmatadísima, con aceras de 1,20 metros y casas a ambos lados. La gente vive asfixiada“, sentencia Bordes, en sintonía con lo expuesto por Carmelo Padrón, para quien la capital grancanaria es una ciudad ”hostil, de calles inhóspitas, difícil de pasear“.

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