El autor del Tritón se esculpe a sí mismo

Manolo González, en su taller habitual de trabajo.

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

Escultor grancanario, artífice de su vida y de su obra, actualmente estudia Filosofía en la UNED. Manolo González se reconoce atraído e influido por lo clásico, y su obra camina en dos vertientes que se cruzan, la obra pública y la obra privada. Amante del pensamiento y la reflexión, nos muestra parte del discurso que empuja, eleva y da sentido a toda obra de arte. A la vista de todos los ciudadanos se muestran sus esculturas como el Tritón en la playa de la Laja, a la entrada de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, el monumento a Unamuno en homenaje al escritor por su paso por las tierras de Artenara o los Muchachos I y II en la Biblioteca General de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Hay más esculturas suyas en la isla, que quizás, conociendo un poco a su autor te animes a descubrir. Eso queda a tu elección, como a él mismo le gustaría y apoyándome en sus propias palabras, “si no formas individuos capaces de construirse a sí mismos, tienes lo que vemos en la sociedad”.

Las fuentes clásicas y mitológicas le sirven como inspiración, Ícaro, Prometeo o Narciso están presentes en su obra. Para Manolo, la vida es un ejercicio de libertad, cada cual se construye como quiere, Prometeo también se auto crea, se emancipa de la figura divina. “La felicidad no es un estado que te viene como una epifanía del cielo, la construyes tú. Yo no sufro, pero tengo mis dificultades, mi torpeza a la hora de perfilar un tema entre otras, pero me enfrento a ellas y las voy superando”.

Nada más traspasar la puerta de entrada a su estudio, situado en el Risco de San Nicolás, Manolo se muestra abierto, simpático, vital y enérgico. No escatima en responder a las preguntas y sus respuestas rezuman pasión, rebeldía, vitalismo y en ocasiones algo de enfado soterrado. Por ejemplo, cuando le pregunto sobre unas figuras antropomórficas realizadas con maya que habitan en el estudio, se remonta al año 98, a una exposición en La Casa de la Cultura de Maspalomas, “es el resultado de uno de esos momentos en los que haces una exposición, un gran montaje, y te lo comes con papas fritas”.

Manolo no se considera un artista comprometido, cuenta que, conmovido por la estética de la obra, accede al conocimiento del dolor de algunos pueblos, lo dice refiriéndose a esa exposición que tuvo lugar en la Casa de la Cultura de Maspalomas cuya obra estaba inspirada en la inmigración gitana –explica−, “lo mismo podría ocurrir hoy con los desplazados en Guatemala, en Siria, Afganistán, El Tíbet o tantos pueblos en África. Pero claro, de eso, a decir, que es una obra comprometida con la causa, me parecería una apropiación no ética por mi parte. El comprometido es el que está a pie de campo en la batalla, la acción en el sitio. El artista puede transmitir a través de la obra, pero no se compromete más allá”.

“Yo soy un artista existencialista, mi obra tiene un alto componente autobiográfico, suelo hablar de mí y mis circunstancias. Pero todo esto es el motor de acción con el que se activan las ideas, para después concretar con una escultura donde todo esto queda atrás. Lo principal es lo que el público recibe de mí”.

Diferencia en su trayectoria la obra pública de la obra privada. “La pública, −refiriéndose a los encargos− está afectada de origen por una intención que no es la mía, sino del que me la encarga, y una responsabilidad que va más allá que en el caso de la obra privada o íntima. Son dos paralelas que caminan y a veces se cruzan, pero no es lo mismo”.

Comenta y pone nombre a los parámetros y valores que para él entran en juego tras un encargo. “Trato de conciliar mi filosofía, la que transporto a la obra, con la intención del solicitante, así como con el espacio y con la sociedad a la que va dirigida. No le puedes hablar chino a quien no entiende chino. La obra pública no es para mi disfrute, es para el del público, pero a la vez, es imprescindible que yo disfrute haciéndola, eso garantiza el buen trabajo”.

Piensa que el arte construye realidades nuevas y, refiriéndose a la disciplina que él cultiva diferencia entre el oficio de representar y el de crear, “una pieza de artesanía reproduce la realidad sin proponer nuevos escenarios. El arte tiene un discurso detrás, al que al menos yo, le exijo, el mismo oficio del artesano y dominio del medio que estás trabajando”.

Manolo cuenta con veintitrés obras en espacios públicos, de las cuales 18 están en la isla de Gran Canaria, así ha demostrado su capacidad de crear y parir símbolos dibujando espacios de fábula en el territorio. También hay algunas muestras suyas en Madrid y Tenerife. Para el ciudadano grancanario, quizás uno de los más relevantes por su ubicación, visibilidad y tamaño sea El Tritón. La escultura que preside la entrada Sur a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria representa a los que construyeron la ciudad. “Venían del mar”, −recuerda Manolo−,“ el triple apoyo de la escultura son la sabiduría, la fortaleza y la sensibilidad que son valores del buen ciudadano y, el nombre Tritón, me vino porque en esos momentos leía a Tomás Morales. ”Está orientado hacia la ciudad y no de cara al mar, porque el significado es ése, ´¡Pa dentro y arriba todos!´ Vamos a construir una buena ciudad sobre cimientos sólidos“. Con el mismo ánimo y valentía que construyó la escultura acepta que luego cada cuál ve e interpreta lo que quiere”.

No parece huir frente a los obstáculos, afirma que si encuentra una piedra en el camino, normalmente, se para y la mira. En su caso, ha demostrado, que tras la pausa, es muy probable que comience un nuevo proceso de creación, en el que reconoce disfrutar. “Me siento colmado por la escultura y disfruto mucho en el proceso, una vez acabada la obra la entrego y me olvido. No hay una obra que no tenga un déficit, no significa que esté mal pero siempre hay algo que no te deja llegar a la perfección”.

Maya, mármol y bronce son los materiales con los que más trabaja y cuenta cómo se relaciona con ellos. “En el mármol, cada golpe es irreversible, de todas las formas que he trabajado es la más cierta. Mente, mano y herramienta son uno solo. Al mármol no lo someto, a la maya si la someto. Yo soy mas seductor que dominador”.

“La maya es muy particular, hay pocos autores que trabajen con maya. A pesar que discuto con ella, me gusta. Con el mármol, estoy muy seguro de lo que estoy haciendo”. La cera es más pegajosa, −dice− mientras abre la nevera del estudio donde, en vez de cervezas, fruta o alimentos comestibles, guarda tres cabezas de cera. Aunque lo pueda parecer, no les ha llegado la hora.

La escultura se instaló en su vida desde muy temprano, hizo sus primeras exposiciones en el Real Club Náutico de Gran Canaria, a las que denomina “de ensayo-error”. Recuerda ese tiempo como un periodo de búsqueda. “Estaba buscando qué hacer, todas las piezas que hacía eran figuras humanas, estaba presente la tradicional Tomatera de Plácido Fleitas, una señora con el pañuelo, muchas de las piezas tenían nombre de piezas musicales, Adagio, Pastoral…iba probando e inevitablemente reproducía lo que me influía, en busca de mi lenguaje.” Para explicarse, recuerda una conversación reciente con un colega: “Un día, hablando con Félix Reyes, premio ´Magister´ 2015, otorgado por la Real Academia Canaria de Bellas Artes, comentó que de repente se dio cuenta de que la obra que hacía no era su obra, primero influido por su maestro Abraham Cárdenes, luego por la Academia y el totum revolutum actual, por el cual se alegraba, ya que cada uno elige qué es una obra de arte y qué no”.

Por ese entonces sus únicos contactos con la escultura habían sido en los libros y una exposición de Henry Moore en Barcelona, en la Fundación Joan Miró. Pero continuó aprendiendo y sus pasos no le han desviado del camino desde entonces. Desde el año noventa y ocho, tras un encuentro con la galerista Saro León que dura hasta hoy en día, sus obras han viajado a Santo Domingo, México, Cuba, Italia, Madrid, etc..

“A partir del noventa y dos empiezo a escuchar mi voz en las obras que hago y me siento influenciado por Donatello y Miguel Ángel. Yo Planteo las realidades que existen pero con un lenguaje sintético. Abstracción sería plantear nuevas realidades”.

Según avanza la conversación, hablamos del estilo en el que se reconoce menos expresionista que cuando comenzó. “El cuerpo humano sigue ocupando el lugar principal en mi obra, pero ahora mi lectura no es tan desgarrada. Utilizo el desnudo como vehículo de expresión. El desnudo no es un tema del arte, es una forma de arte y es trasversal a todos los temas. A través del cuerpo humano puedes comunicar todos los temas del arte.”

Durante su trayectoria se ha ido desprendiendo de algunas cualidades y adquiriendo otras. “Ha ido perdiendo dramatismo, voy evolucionando hacia una aceptación del ser humano, crece mi comprensión y afecto a pesar de todo lo no amable que poseemos”.

Se posiciona como observador ante temas de interés como la Iglesia y asegura no tener complejos ni prejuicios. “La Iglesia es una institución humana e histórica de 2000 años que ha construido Europa. Yo no participo de ella pero no voy a negar su existencia. Creo que con la edad he alcanzado un sentido de la tolerancia sincero. Todos hacemos bondades y maldades”.

Continua afirmando, “Todo es tan denunciable como todo es tan celebrable, si me pidieran una escultura para el dictador coreano, es muy probable que no la hiciera. O para cualquier vergüenza de la humanidad, pero no creo que la iglesia sea una vergüenza de la Humanidad, en absoluto. Como ninguna institución es una vergüenza. Hacen cosas de vergüenza que es distinto. Y en ese punto equidistante, que molesta a muchos, es donde me sitúo. Yo tengo un espejo, me miro y lo único que puedo pensar es…bonito estoy yo”.

Manolo considera que estar de un lado es una actitud maniquea y no entiende como se construyen ideas más allá de lo humano y violan la frontera de lo desconocido y hablan y componen y dicen. “Yo respeto y supongo que están en su derecho, pero no permito que me lo impongan”.

Reconoce que le gusta debatir y discutir por divertimento intelectual, pero nunca con ganas de desmontar a otro sus ideas. Ya lo dijo en su discurso de entrada a la Real Academia Canaria de Bellas Artes. “La realidad es una, precede y es indiferente a las verdades”.

Manolo defiende que las verdades son construcciones intelectuales, lo que nosotros conocemos del mundo es una construcción intelectual. “El mundo es indiferente a lo que el ser humano piense de él. Lo que no es indiferente es o que tú pienses de mí y yo de ti. Ahí tenemos que llegar a consenso, a una concordia, para poder caminar juntos, incluso aunque no queramos ir juntos, por lo menos no ir tropezándonos. Y por eso ni me molesta la Iglesia, ni me molestan las derechas, ni las izquierdas ni el capitalismo, ni el socialismo. El comunismo tirano impone y el fascismo tirano impone. Y la Iglesia de hace 300 años imponía. Esas son las fronteras en las que yo me muevo. Y no me voy a poner ahora a denunciar a la Iglesia por lo que hizo hace 500 años porque lo mismo podría hacer con España porque conquistó América. Soy bastante elástico, un poco como decía Groucho, estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.

Los principios no dejan de ser dogmas para Manolo, y su único dogma es construirse a sí mismo y vivir la vida con absoluta responsabilidad. “La vida es un accidente cósmico y al cosmos le importa un rábano si yo estoy o no estoy, pero a mí si me importa así que yo soy responsable de mi existencia y de lo que yo alcance a ser”. Este pensamiento se refleja en la escultura ‘Prometeo-La autocreación’, con la que obtuvo la Medalla de plata en la VII Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Florencia.

Considera que en la sociedad actual hay determinadas posturas absurdas y dañinas. Ahora, en la educación, quieren relegar la filosofía, “Me parece una insensatez, están construyendo autómatas”.

No se ubica en el “conjuro” de que los grandes poderes están manipulando al ser humano. “Siempre hay paranoicos, ¿El fútbol ha crecido porque es un plan maquiavélico? No creo que sea así, lo que sí creo es que con el devenir de los tiempos, si no estás atento para corregir las cosas, pues terminan funcionando así. Construir una sociedad de grandes urbes no es fácil”.

Manolo define dos posturas, la conservadora y la paranoica; en la primera sitúa a los que dicen “¡cómo están cambiando las cosas…!” A lo que él replica que estas personas piensan que la evolución era exacta hasta llegar a ellos. Son lo que piensan que el mundo evoluciona para llegar a ser como ellos, lo han conocido y aprendido y ahí debe terminar la evolución.

La paranoica, son lo que están todo el día construyendo monstruos. “Puede haber grupos de poder que manipulan el presente, pero de ahí a que tengan capacidad de construir un futuro perverso en el que vamos a terminar todos como en Matrix, me parece de novela”.

El mundo no es como a uno le gustaría que fuera pero Manolo se siente satisfecho entre humanos. “Mi mundo ideal, por lo pronto es este que conocemos ahora. Somos humanos. El respeto recíproco me parece lo más importante. Las verdades de cada uno, son sólo las verdades de cada uno, no tienen por qué ser las verdades de otro”.

Durante la participación en un congreso bajo el título ‘Amor y Soledad’, Manolo escribió estas palabras: “Nada más estimulante que saber que estamos solos, en el sentido que hemos de tomar nuestras propias decisiones y ser consecuentes con ellas, y que el amor solidario es el instrumento para que el camino sea de progreso, sin saber cuál fue el Origen y qué será el Fin, pero sí sabiendo cómo hacerlo”.

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