Así se inunda Santa Cruz

Inundaciones en Tenerife.

Dácil Jiménez

Santa Cruz de Tenerife —

No es la primera vez ni será la última. Y no, no es el cambio climático, es que las trombas de agua y la ciudad de Santa Cruz de Tenerife coexisten desde la propia fundación de la ciudad. De hecho, la capital tinerfeña se asienta, o más bien, se intenta asentar, sobre la desembocadura de cinco barrancos distintos. Hagamos un ejercicio de imaginación y remontémonos unos 500 años atrás, cuando Santa Cruz era solo un pequeño pueblo de pescadores. En la zona costera, de piedras y arena, torrenteras y barrancos llegaban hasta el mar, al Este, trayendo el agua procedente de las cumbres cercanas. Al Oeste la ciudad se abría sobre una pendiente que ascendía de forma progresiva hacia el interior de la isla, hacia San Cristóbal de La Laguna. Sin embargo, por su cara Norte, una barrera natural cerca la ciudad hasta el mar. Es el macizo de Anaga, cuyos picos y barrancos han determinado en gran medida el pasado y el presente de Santa Cruz. En ese momento, hace varios siglos, la urbe podría haber crecido respetando los cauces de agua existentes. Sin embargo, la ciudad creció, y sigue creciendo, obviando esta realidad. Hoy los chicharreros sufren las consecuencias.

La capital de Tenerife no deja de ser, por muy moderna que se vea, la desembocadura de las aguas pluviales de la zona nororiental de la isla. Con el paso de los siglos esto se ha ido borrando de la memoria de muchos chicharreros y también de la propia faz de la ciudad. Sin embargo, es una realidad que sacude con violencia a la urbe cada vez que ocurre un fenómeno como el del domingo 19 de octubre. Calles transformadas en torrentes, plazas anegadas, carreteras sumergidas o túneles convertidos en profundos pozos de lodo. ¿Por qué se inunda Santa Cruz? Según explica Jesús Parada, miembro de la Asociación Canaria de Meteorología (Acanmet), confluyen tres factores: “Una zona muy urbanizada, donde el agua no se filtra al subsuelo sino que corre, una fuerte pendiente, y una planificación y encauzamiento de los barrancos que no ha sido la apropiada”, explica. “Algunas desembocaduras son demasiado estrechas y otros barrancos están tapados”, dice. Además, hay que sumar otra característica, el relieve de Anaga. “Es el que favorece que cuando llega viento del sur, este choque con la montaña y se formen las nubes. Yo diría que es uno de los sitios del archipiélago con mayor riesgo de formación de tormentas”, asegura.

Según Parada, lo ocurrido ese domingo responde ya a un patrón determinado que se viene repitiendo en las últimas décadas. “Sabemos que cuando se dan ciertas condiciones, como son el viento sur, la humedad y cierta inestabilidad, entonces existe un riesgo elevado de precipitaciones fuertes en la zona más sensible de Tenerife”. Esta es, según él, la que va desde el valle de Güímar hasta Anaga, convirtiendo la zona metropolitana de Santa Cruz en el epicentro de una posible tormenta. Y eso fue lo que ocurrió en la mañana de ese domingo torrencial, “una borrasca con embolsamiento de aire frío en altura, que provocó fuertes lluvias en la zona de Santa Cruz”, tal y como lo describe Pedro Dorta Antequera, profesor titular de Geografía Física y codirector de la cátedra de 'Reducción de riesgos y desastres. Ciudades resilientes', de la Universidad de La Laguna (ULL).

El relieve canario dificulta las predicciones

Para el profesor Dorta, fenómenos como el de este fin de semana ya son fuertes de por sí, pero se ven agravados por la propia orografía de la isla. “Hace más difícil saber dónde va a llover exactamente y además, el relieve incrementa la precipitación de agua y su concentración en el espacio”. Las montañas, explica, “favorecen el movimiento ascendente del aire y aumentan la cantidad de lluvia que cae”. Por eso, las montañas determinarán que “llueva más en determinadas cuencas que en otras y eso dificulta la predicción”, ya que “no es lo mismo predecir en un área homogénea como pueda ser La Mancha, que en un sitio como Canarias, donde las cuencas están muy fragmentadas y son muy diferentes”, explica. Pero a pesar de la dificultad, tanto Dorta como Parada coinciden en que la predicción hecha desde la Agencia Estatal de Meteorología fue acertada. “Como mucho diría que tal vez se subestimó su importancia por parte de las autoridades, pero la predicción fue correcta”, matiza Dorta.

Las lluvias torrenciales volverán a repetirse

Mientras exista el macizo de Anaga, la ciudad seguirá viviendo episodios como el del penúltimo fin de semana de octubre ya que Santa Cruz reúne todos los ingredientes para que se den, cada cierto tiempo, este tipo de lluvias torrenciales. “Sabemos que va a pasar, es evidente que ocurrirá, y es más, sabemos que pueden pasar cosas peores”, afirma Dorta.

Estos fenómenos “no son algo nuevo, sino que se han producido siempre en la historia de Canarias, incluso antes de que se midieran y se tomaran datos”, añade. El problema, explica Parada, “es que hemos vivido de espaldas a los barrancos y las infraestructuras no estaban preparadas, y aunque ahora hay más conciencia de lo que supone tapar un barranco, aún queda mucho por hacer”, añade. Sin embargo, aunque no se pueda evitar que llueva de esa forma, sí que se puede minimizar su impacto sobre la ciudad.

En marzo de 2002 quedó patente que Santa Cruz no estaba preparada para evacuar lluvias torrenciales. Ahora, 12 años después, muchas cosas han cambiado. Tal y como explica Dámaso Arteaga, concejal de Proyectos Urbanos, Infraestructuras, Obras y Servicios Públicos del Ayuntamiento de Santa Cruz, “a lo largo de los años la ciudad ha tenido suficientes experiencias como para ir resolviendo todos estos problemas en cuanto a la red de infraestructuras se refiere”.

Según explica, el consistorio ha invertido más de 30 millones de euros desde 2007 en obras para la mejora del encauzamiento de las aguas pluviales de la ciudad. El Cabildo tinerfeño ha aportado otros 22 millones. El resultado, según él, se ha notado en que algunas de las infraestructuras que antes estaban identificadas como un problema, ahora “han respondido muy bien, como el barrio de María Jiménez, el barranco de El Hierro, el encauzamiento de Somosierra o las obras de contención del barrio de la Alegría”.

Sin embargo, el presidente del Cabildo, Carlos Alonso, reconocía los días posteriores a la riada en rueda de prensa que, respecto al barranco del Cercado, Tío Pino o la Avenida de Venezuela, había que hacer “autocrítica”. La tromba de agua volvía a poner de manifiesto que en múltiples zonas de la ciudad aún queda mucho por hacer. “Santa Cruz debe reforzar su red de pluviales y en ello estamos trabajando, conjuntamente con el Cabildo, para mejorar algunas de las obras previstas”, indica Arteaga. “Hay que seguir actuando”, dice, sobre todo para “evitar la virulencia con la que discurre el agua en algunas zonas urbanas”.

La solución, más obras

El consejero de Aguas de Tenerife, Jesús Morales, apunta que algunas de las obras de mejora de las infraestructuras tendrán que realizarse ahora de manera “urgente”, como la rehabilitación del Puente del Cabo, un proyecto aprobado en agosto y que costará algo más de un millón de euros. Para subsanar algunos de los problemas de la ciudad, y que han quedado en evidencia tras la tormenta, hay programadas obras por valor de ocho millones de euros. “Teníamos previsto una serie de inversiones en trabajos de canalización de aguas pluviales junto con el Cabildo, mediante el Plan de Cooperación. Esas obras van a ser ahora mejoradas y nos permitirán estar mucho mejor preparados”, explica Arteaga. La mayor parte del presupuesto, el 70% aproximadamente, irá destinado a la canalización de los barrancos de El Hierro y San Andrés. “Son las actuaciones más caras que tenemos previstas”, explica el consejero de Infraestructuras. “Invertimos y seguimos invirtiendo”, dice, y “ojalá tuviésemos más cantidad de dinero, pero la crisis ha hecho que se ralenticen las inversiones, aunque el Cabildo sigue priorizando este tipo de obras”.

Muchos de estos trabajos están contemplados en el Plan de Defensa Frente a Avenidas, creado para analizar las inundaciones que se producen en la isla, tanto las causadas por la lluvia como las causadas por las mareas, y determinar en qué zonas existe un elevado riesgo de inundación y en cuáles el riesgo es menor. Ese plan identificó diferentes zonas en el área metropolitana de Santa Cruz con alto riesgo de inundación, y es ahí donde se ha proyectado realizar distintas obras para mejorar el encauzamiento del agua. Sin embargo, según Morales, aunque el Plan mitigue los riesgos hasta el nivel de aceptable, “nunca se podrá decir que estamos perfectamente preparados”. Aún así, añade “estamos mejor que hace 10 años”.

Y sin embargo, vuelve a inundarse

Ni los 55 millones invertidos, ni los recursos destinados, ni el Plan de Defensa Frente a Avenidas, puesto en marcha por el Consejo Insular de Aguas de Tenerife en 2010, han conseguido evitar que la ciudad vuelva a verse inundada. “Los hechos son los que son”, afirma Eustaquio Villalba, de la Asociación Amigos de la Tierra (ATAN). “Santa Cruz ha vuelto a inundarse y, si se comparan los puntos conflictivos en 2002 con los daños actuales, vemos que son los mismos. Es decir, no se ha solucionado nada”, asegura. Los puntos clave “no han superado la prueba del algodón”. Villalba señala específicamente a la desembocadura del barranco de Santos, el de San Andrés, la zona de Ifara, el barranco de El Hierro o el del Cercado.

Según él, muchos de ellos no tienen una verdadera salida al mar, ya que están cegados o tienen una desembocadura muy estrecha. El de Santos, por ejemplo, termina su recorrido en el puerto de Santa Cruz. Eso provoca que “los sedimentos se acumulen en la desembocadura y esta se vaya taponando”, explica. Por eso se inunda de forma recurrente la parte baja de la ciudad, donde se encuentra la histórica Iglesia de la Concepción. “Esto lo hemos denunciado un montón de veces, es un fenómeno histórico y se saben las causas que lo provocan, pero no se soluciona”, afirma.

Parches, en lugar de soluciones

Según él, muchas de las obras que se hacen solo sirven para parchear los problemas que van surgiendo, pero no son una solución. Por lo tanto, no es solo la tendencia histórica de los canarios de “construir pueblos en los márgenes de los barrancos”, como señala Morales, sino que, según apunta Villalba, “son las obras realizadas en los últimos 30 años las que han agravado el problema”. Un ejemplo es la falta de aceras en algunas zonas, como la calle Castillo o la Plaza de la Candelaria, algo que facilita que el agua que discurre por el suelo entre en los comercios y casas bajas. “Las aceras ya estaban en la Pompeya romana para evitar precisamente eso, que el agua entrara en las casas, pero aquí se ha optado por quitarlas porque queda más bonito, con las consecuencias que eso supone”, afirma. Es decir, “se ha priorizado la estética a la funcionalidad”, sentencia. Otro ejemplo de esto es el túnel de la Avenida de Anaga o Vía Litoral, una obra inaugurada en 2013 y que también se anegó en la última riada. Según Arteaga, “ese túnel no debió haberse inundado porque tiene sus propias bombas de evacuación, así que estamos esperando a que el Gobierno de Canarias y la empresa constructora nos den el informe definitivo para saber exactamente qué ocurrió”. Para Villalba, es “un ejemplo más de una obra mal hecha”.

Culpables

Tras una catástrofe, casi siempre la primera reacción suele ser la de buscar culpables. La orografía, el cambio climático, una predicción que se quedó corta, la caótica planificación urbanística o las autoridades que han permitido e incluso fomentado una urbanización irresponsable y que además subestimaron el alcance de la alerta. Todos ellos han sido señalados después de la última riada como responsables de los efectos que la lluvia produjo en la ciudad el 19 de octubre.

No hay que olvidar que la tormenta dejó una víctima mortal y destrozos por valor de unos 15 millones de euros. Desde el Cabildo, el presidente Carlos Alonso lamentó que la predicción hecha por la AEMET no hubiera sido “más precisa”, ya que se estimó que las precipitaciones alcanzarían los 30 litros de lluvia por metro cuadrado cuando en realidad se superaron los 130. Sin embargo, acertar la cantidad y el lugar exacto donde va a llover “en territorios tan montañosos como Canarias es muy difícil”, asegura el profesor Dorta. Desde la Asociación Canaria de Meteorología, Jesús Parada es optimista. “Creemos que en el futuro será algo más fácil de predecir porque hemos aprendido de lo ocurrido y hemos desarrollado un patrón para estos casos”, asegura. Pero hasta que ese momento llegue, si es que algún día las predicciones pueden ser 100% precisas en tiempo, lugar y precipitación, a Santa Cruz no le queda más remedio que prepararse para más riadas. Hacer obras para arreglar desperfectos no es anticiparse a lo que vaya a ocurrir, y eso queda patente cuando las obras nuevas sufren los mismos daños que las hechas hace 50 años. Y “la ordenación urbanística disparatada no es algo de ahora”, dice Villalba. “Son décadas acumulando y que dan como resultado la ciudad actual”, añade Dorta.

Sí, “tradicionalmente hemos vivido de espaldas a los barrancos”, como dice Parada. Los hemos cerrado, tapiado, estrechado y utilizado de vertederos. Pero el agua sigue su camino, el que ha seguido siempre, y recuperará su cauce por mucho que nos duela y por mucho dinero que se invierta en transformar la ciudad. En lugar de aprovechar esa orografía singular, con sus puentes y cauces limpios y verdes, Santa Cruz ha preferido hacer de los barrancos carreteras y calles comerciales, como la calle Barranquillo, en pleno centro de la ciudad, y que en nada recuerda ya al viejo barranco que le dio su nombre.

“Hay que valorar si preferimos arreglar todo lo que hay que arreglar y gastar mucho dinero, o soportar que esto ocurra cada cierto tiempo”, afirma Dorta. ¿Volverá a inundarse Santa Cruz? Villalba sentencia: “Un territorio mal ordenado, que no tiene en cuenta condicionantes como la orografía, es un territorio que siempre tendrá problemas”. Y volverá a llover, de eso sí que no hay duda.

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