La altas temperaturas también provocan 'incendios' en la convivencia

Cuando las altas temperaturas aprietan se multiplican las recomendaciones para evitar riesgos tanto en la salud como en el medio ambiente, aunque se olvida, en ocasiones, que la ola de calor también provoca incendios en la convivencia.

Los expertos coinciden en que la irritabilidad y el nerviosismo son las primeras consecuencias de la subida brusca del termómetro, porque el organismo tarda, al menos, siete días en adaptarse al calor y éste suele presentarse de golpe y porrazo.

Un tercio de las demandas de separación que se registran en España se formalizan en septiembre, tras la convivencia de las vacaciones, si bien no se debería desestimar que el ardor de las temperaturas hace más tórridas las discusiones.

El psicólogo Ricardo Ros, experto en técnicas para frenar la ansiedad, ha declarado que “adaptarnos a la ola de calor depende tanto de nuestro cerebro como de nuestro cuerpo”.

“Irritabilidad, cansancio y sensación de agobio” se manifiestan cuando llega el calor sin avisar y “por mucho que lo hayamos deseado, de repente nos parece excesivo: es incómodo, nos hace sudar y nos impide dormir”.

Malestar psíquico más que físico

A su juicio, “en realidad es más un problema de adaptación que de temperaturas”, porque está claro que el ser humano puede vivir en estas condiciones pero “en España no estamos acostumbrados”.

“Los cambios bruscos no nos dan tiempo a adaptarnos al clima y eso genera una ligera ansiedad”, ha comentado, lo que hace más difícil aguantarse a uno mismo y, también, al prójimo.

El doctor José Javier Varo, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria de la Clínica Universitaria de Navarra, ha explicado que el malestar psicológico asociado al calor no es otra cosa que “la expresión de la adaptación del cuerpo” a un cambio drástico.

Varo ha hecho hincapié en que “son situaciones de la esfera psíquica derivadas de cambios fisiológicos” porque aumenta la temperatura corporal así como la frecuencia cardíaca, hay mayor vasodilatación para intentar eliminar calor y eso disminuye la presión arterial, y se registra una lentitud o torpeza general.

A todo esto se le suma la disminución del apetito y el intentar descansar empapado en sudor, dando vueltas y revueltas entre sábanas enredadas, y entre pesadillas y desasosiegos.

El especialista ha confesado que dormir mal pasa factura al bienestar psicológico, al matizar que estos días el clima español no respeta los criterios de la Organización Mundial de la Salud que sitúa en veinte grados, el límite para un descanso adecuado.

Factores de riesgo

Ha recordado que existen además factores de riesgo individuales que incrementan los efectos negativos de las altas temperaturas, tales como la edad -los niños y los mayores sufren más-, las patologías crónicas o la ingesta de algunos medicamentos.

El psicólogo ha alertado de que la situación puede ser peor para aquellas personas que ya están predispuestas al estrés, la ansiedad o la tristeza.

De este modo, muchas veces “las personas socialmente bien adaptadas no se desadaptan porque haga frío o calor” pero las que “tienden todo el año a la irritabilidad, también estarán irritables en verano o en invierno, haga frío o calor”.

Ros ha abundado en que todo está en el pensamiento y en cómo enfoquemos la nueva situación. “Si sudamos y creemos que eso es algo desagradable, nos sentiremos mal con el sudor; si sudamos y creemos que el sudor nos ayuda a eliminar toxinas, estaremos contentos de poder sudar”, ha apuntado a modo de ejemplo.

Para los que trabajan en agosto ha aconsejado estos pensamientos: “mientras otros están de vacaciones, tú tienes la posibilidad de estar en una habitación con aire acondicionado ganando dinero; puedes ir a muchos sitios sin aglomeraciones; disfrutar de una caña al salir del trabajo y disfrutarla el doble; puedes gozar de muchas cosas que no son posibles cuando todo el mundo está en la ciudad”.

Los dos expertos han subrayado que es necesario fomentar el “autocontrol” para que no paguen los demás nuestro estado de ánimo así como seguir la sabiduría popular que invita a poner “al mal tiempo, buena cara”.

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