La crianza de la abeja negra canaria, un oficio por el que empujan nuevas generaciones: “Si no nos formamos, en un futuro lo vamos a lamentar”

Soraya Godoy observa el cuadro de abejas.

Silvia Álamo

La Aldea —

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Es una de las aficiones en las que puede compartir tiempo con su padre y tiene claro que debe seguir practicándola para que se mantenga en el tiempo. A ello se le suma que tiene la posibilidad de complementarla con su trabajo y aportar su granito de arena en la protección del medio y el equilibrio entre la naturaleza y la vida humana, por lo que se convierte en el hobby perfecto. Soraya Godoy creció, literalmente, rodeada de abejas. Hoy, con 22 años, es titulada con el Certificado de Profesionalidad Apícola tras estudiar un año en la Escuela de Apicultura ubicada en la Granja Agrícola Experimental del Cabildo de Gran Canaria, y lleva el apiario familiar junto a Federico, su padre y profesor, no solo en la escuela, donde imparte clases, sino en su día a día alrededor de las colmenas y en otros muchos ámbitos de su vida. 

Desde que era muy pequeña Soraya paseaba entre las colmenas y observaba a su padre trabajar sin imaginar que en un futuro se convertiría, junto al baile, en una de sus pasiones. La historia se repitió unos años después con Armando, su hermano pequeño. En la actualidad los tres disfrutan del ganado en su pueblo, La Aldea de San Nicolás, un municipio de algo más de 7.000 habitantes ubicado en el oeste de Gran Canaria. 

Con diferentes proyectos en mente vinculados a las abejas y muchas ganas de seguir formándose y abriendo caminos a futuras generaciones, Soraya es consciente de que en la actualidad dedicarse a la apicultura en exclusividad es muy complicado, más aún en su pueblo, ya que es una zona muy seca de la Isla donde no se puede garantizar la floración en muchos meses del año. Por ello combina la actividad con su trabajo en Las Palmas de Gran Canaria. Ahora sí, cada semana espera ansiosa su día libre para volver a La Aldea, donde encuentra su paz y se siente feliz. “Mi ilusión es estar cerca de mi familia, mis amistades y mis colmenas”, manifiesta.

Un total de cien colmenas forman su apiario -por debajo de 150 es actividad de recreo-. Trabaja con la abeja negra canaria, una especie única en peligro de extinción que tiene un plan de conservación, recuperación y selección por parte del Gobierno de Canarias. Sus orígenes se encuentran en la abeja africana, pero la diferencia su fuerte componente genético que la convierte en una especie única que se adapta a la perfección al clima de la Islas. También destacan sus pautas higiénicas y, en el caso del apiario de esta familia aldeana, su gran mansedumbre. Han conseguido que su ganado cuente con una conducta apropiada para tener su casa al lado, a menos de 50 metros. Con una sonrisa que delata la complicidad entre ambos, padre e hija afirman que se sienten muy afortunados, pues desde su vivienda pueden escuchar el zumbido y verlas salir y entrar a sus colmenas. 

Se encuentran en un lugar privilegiado, a unos 600 metros de altura en el municipio del oeste de la Isla. Federico explica que La Aldea es “buena zona” para la producción de miel, ya que cuenta con la influencia de estar cerca del mar. Hasta los 400 metros se puede encontrar toda la arboleda como aguacates o cítricos, además de tabaibas, tajinastes, veroles, tuneras, etc., especies autóctonas del Archipiélago que se dan en abundancia en la zona. Todo ello hace que en La Aldea se produzca una miel explosiva que despierta los cinco sentidos cuando roza el paladar. 

Sin embargo, lamentan que, desgraciadamente, están notando los efectos del cambio climático y la alteración de las estaciones. Las lluvias de final de septiembre, provocadas por la tormenta ‘Hermine’, que causó grandes estragos en La Aldea, se convirtieron en una “falsa primavera” para las abejas, que se despistaron con esta situación anormal. “Ellas, al igual que otros seres vivos, están sometidas a un estrés constante provocado por el cambio climático, la contaminación acústica, la radio frecuencia, su mal manejo o los pesticidas, estos problemas se pueden transformar en agresividad o pasividad”, explica Federico. “Y nosotros sufrimos mucho cuando las vemos mal”, añade Soraya, quien apunta que juntos trabajan para crearles un mundo en el que estén a salvo de esas amenazas. 

La apicultura, al igual que otras actividades del sector primario, siempre ha existido en La Aldea. Se trata de una costumbre que ha perdurado en el tiempo y que se ha ido transmitiendo de padres a hijos. En el caso de Federico la pasión por esta actividad viene de su padre y su tío, que a la vez la heredaron de sus antepasados. El cronista oficial del municipio, Francisco Suárez Moreno, expone que desde tiempo inmemorables en el valle había familias que tenían colmenas de corcho de palmeras en sus fincas, hasta que posteriormente llegaron las cajas. Cuenta que estaban distribuidas por muchas zonas del pueblo, pero se veían especialmente en los barrios de El Hoyo, El Barranco o Tasarte. Apunta ‘Don Siso’, como cariñosamente se le conoce en el pueblo, que, precisamente, su abuelo Manuel Moreno falleció en 1939 castrando unas abejeras silvestres en el Caidero de El Palillo, una historia que recoge en su libro ‘Tasarte: Territorio, tiempos y gentes’.

En el municipio existe la Asociación Apialdea y un centro de producción y envasado donde los apicultores del pueblo realizan la extracción, pero este sector sería “muy difícil” de sostener sin las ayudas de las administraciones públicas, señalan. En este sentido, además de las subvenciones, cada año la Consejería de Sector Primario y Soberanía Alimentaria del Cabildo de Gran Canaria, que dirige Miguel Hidalgo, organiza el concurso de mieles de la Isla, un certamen que sirve de aliciente y reconocimiento para el sector, donde las mieles aldeanas suelen salir victoriosas. Así mismo, anualmente se celebra el concurso de mieles regional. 

Desde el Ayuntamiento aldeano también muestran su apoyo y promocionan el sector con la realización de formaciones, entrega de equipamientos de trabajo, alimento… “Es muy importante el trabajo que hacen para que la población se conciencie de la importancia de este sector y normalice la convivencia con las abejas”, expresa la concejala de Sector Primario, Isabel Suárez. 

Ahora, con la floración de la primavera en pleno apogeo, la familia espera ansiosa a que avance esta estación para valorar si es un buen año de cosecha y comenzar la castración -quitar los cuadros con miel de las colmenas- para llevarlos al centro de envasado. Un momento que también desea la madre, Maribel, que regenta en el municipio la tienda La Tabaiba Dulce, donde comercializa, entre otras cosas, productos de gourmet canario como la miel aldeana, muy demandada por sus clientes y turistas. 

Con tan solo 22 años y muchos sueños por cumplir, Soraya tiene claro que la idea es tener algún día su propio colmenar y transmitirle la importancia de la apicultura a futuras generaciones. “Tengo grandes proyectos, ojalá algún día pueda hacerlos realidad”. 

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