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CRÓNICA
Miles de personas celebran El Charco con los pies en el barro y el cesto en el cielo

Así celebró Gran Canaria su centenaria fiesta de El Charco.

Gara Santana / Christian Martínez

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Entre la montaña de Guguy y el océano Atlántico se queda atrapado en septiembre un charco que da nombre a una fiesta centenaria que en la tarde de este miércoles ha llenado La Aldea, en Gran Canaria, con varios miles de personas, que con disciplinada espera (salvo algún impaciente), se lanzaron a las 17.00 horas después del volador contra el barro y contra todo a la pesca de la mejor lisa, y para pedir que el año nuevo sea mejor o, al menos, mejor que este. Porque cada 11 de septiembre, desde hace siglos empieza el año nuevo en este municipio con alma de isla aparte, tras una fiesta que es un don de la subida de las Mareas del Pino en esta época del año.

“El año que viene hay que pedirse el día en el trabajo”, decían los asistentes que acaban de meter un pie en el charco de este año y ya están poniendo a remojar el pie del año que viene. Un hombre semihundido, con barro hasta las orejas toca el bucio para conectar con un sonido que con total seguridad escucharon los primeros pobladores de esta remota aldea.

“Son cinco minutos, pero merecen la pena” contaba un hombre vestido a la antigua usanza, como cuando la tradición se convirtió en fiesta para sobrevivir. La fiesta es eterna en cinco minutos con el sonido de la multitud, que es la voz de todos y no es de nadie, y el chapoteo de quienes buscan el mejor ejemplar de lisa, pero se tienen que conformar con bogas más pequeñas que la palma de la mano. Algunos tragaron agua porque siempre algo entra, “pero es agua salada”. Luego un baño en la playa y algunos dejan atrás la ropa y las penas, esperando otra vez al año que viene por ese breve instante de enorme alegría. La mayoría de foráneos, vuelven a sus municipios y dejan a los aldeanos con su eterna intimidad, con sus conciertos y sus menesteres.

Una de las grandes

La Fiesta de El Charco es una de las más populares del archipiélago y pone el broche a un verano que inicia La Rama y cuyo relevo coge La Traída del Agua en Gran Canaria. Se enmarca dentro de las fiestas patronales en honor a San Nicolás de Tolentino, que comienza cada año su programa festivo a finales del mes de agosto y lo finaliza a mediados de septiembre. Desde tiempos antiguos al día siguiente de la festividad religiosa -el 10 de septiembre- se bajaba hasta la playa para practicar la Embarbascada –una técnica de pesca que consistía en verter savia de plantas como el cardón o de tabaiba para provocar un efecto sedante en los peces de los charcos y así poder pescar fácilmente con las manos- en este caso en aquella laguna. 

No existe una fecha determinada para la iniciación de la celebración de esta fiesta, según afirma el cronista de La Aldea de San Nicolás, Francisco Suárez Moreno, podría situarse a finales del siglo XVII – principios del XVIII. De hecho, la primera referencia histórica que se tiene es un mandato obispal de 1776 que determina que ya está integrada en las fiestas patronales. En aquel entonces el obispo Delgado y Venegas intentó poner orden a la fiesta regulando la participación de los hombres mezclados con mujeres. “En la segunda mitad del siglo XVIII es el momento histórico en que las fiestas canarias alcanzaron su gran esplendor en todas las Islas. Santos, vírgenes, finados… tenían sus cofradías que organizaban, en su honor, grandes festejos al amparo de las parroquias, institución creada en La Aldea en 1742 y confirmada en 1783”, recoge en su libro El Charco. Fiesta, Paisaje y Patrimonio el historiador aldeano. 

El 26 de junio de 2006 a través de una publicación del Boletín Oficial de Canarias la laguna donde se celebra la Fiesta de El Charco era declarada como Bien de Interés Cultural (BIC) por el Gobierno de Canarias, con la categoría de Sitio Etnológico. Se cumplía con ese propósito que había iniciado el Ayuntamiento aldeano a principios de los años noventa por su “gran influencia simbólica, paisajística y la fuerza representativa de la cultura y la historia de Canarias”, como símbolo del alma de una fiesta que ha dejado su impronta en la cultura, carácter y en la historia de los pueblos canarios.

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