Adiós a la emergencia sanitaria por COVID: de los niveles de alerta a las cifras de muertos, así se vivió la pandemia en Canarias
Se acabó. La alerta sanitaria mundial más reciente de la historia, provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, ha finalizado. Así lo ha anunciado este viernes la Organización Mundial de la Salud. El director general de la organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha asumido la recomendación de su Comité de Emergencias y ha rebajado el máximo nivel de alerta sanitaria, que se decretó el 30 de enero de 2020, un mes después de que se notificasen los primeros casos de coronavirus y cuarenta días antes de que se declarase la pandemia.
En las islas, la noticia saltó a los medios, no solo canarios, sino nacionales e incluso internacionales, el 31 de enero de 2020: el primer caso confirmado de COVID-19 de España era un turista alemán que se hospedaba en un hotel de la isla de La Gomera. En aquel momento las informaciones que llegaban sobre el SARS-CoV-2 parecían lejanas y con pocas posibilidades de afectar, al menos de manera importante, a Occidente. Pocos podían prever que tras ese caso pionero en la isla colombina llegarían en pocas semanas un estado de emergencia, un confinamiento severo de varios meses de duración y cientos de miles de contagios por todo el país, además de los miles de fallecidos.
En aquellas primeras horas de la emergencia en Canarias ni siquiera se podía confirmar en los laboratorios de las islas si un paciente era positivo o no, sino que las muestras debían ser enviadas a Madrid, al Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III, para su análisis.
Días después de aquel comienzo en La Gomera era Tenerife quien acaparaba todos los titulares: otro caso, el tercero ya en entonces en el país, hacía saltar todas las alarmas. Se trataba de otro turista, un médico de 61 años que pasaba sus vacaciones en un hotel del sur de la isla acompañado por su mujer y un grupo de amigos. “Lo que vivimos esas dos semanas fue inédito, ocurrió en un momento en el que se sabía bastante poco de la enfermedad”, comentó un año después en una entrevista concedida a este periódico Clara Gironés-Bredy, directora médica de la Gerencia de Atención Primaria de Tenerife y coordinadora general del operativo sanitario que se desplegó junto al hotel afectado.
La incertidumbre y la falta de experiencia llevó al Gobierno de Canarias, a través de Salud Pública, a tomar la rápida decisión de aislar al establecimiento completo, y así, el 24 de febrero, el hotel cerró sus puertas con 893 huéspedes y 263 trabajadores en su interior. Fue una medida inédita que dejaba entrever que no se trataba de una simple gripe, como entonces se repetía en algunos círculos, y que precedió al cierre total del país en un encierro que se postergó hasta el mes de junio.
14 de marzo, comienza el confinamiento
Después del peor episodio de calima en 30 años en las Islas, que coincidió además con los Carnavales en muchas localidades, llegó la noticia. Pedro Sánchez anunciaba a todo el país que quedaba decretado el estado de alarma y que desde el 14 marzo nadie podía salir de sus domicilios, salvo excepciones.
Sin embargo, en aquellas primeras etapas de la pandemia en el país ni siquiera era obligatoria la mascarilla, y tampoco estaba claro cómo se transmitía el virus, si por el aire, por contacto, o ambas... Se insistía mucho, eso sí, en la higiene de manos y en mantener la distancia de seguridad, así como en evitar los contactos como dar la mano o besos al saludar (aunque con pocos se podía interactuar en aquellas fechas). Los sanitarios no disponían de equipos de protección individual y escaseaban las mascarillas y pantallas protectoras del rostro.
Desde el principio se popularizó aplaudir desde las ventanas y balcones al personal sanitario, un acto que se convirtió en cotidiano y que en Canarias se repetía cada día a las 19.00 horas (una hora antes). Las redes se llenaron de vídeos haciendo bromas sobre la pandemia para amenizar los largos días sin salir de casa, vídeos para aprender a bailar, a hacer pan o a entretener a los hijos, entre otras muchas variedades. El virus acaparaba la información y nos acostumbramos a términos tales como “el pico de la curva” y a ver a Fernando Simón explicar el avance de la pandemia.
La pandemia no había mostrado aún su cara más amarga, al menos en las islas, donde las cifras de contagios y fallecidos se encontraban muy alejadas de las del resto del país.
Pronto comenzaron a circular imágenes de los lugares más concurridos de Canarias completamente vacíos, como el paseo de Las Canteras, en la capital grancanaria, o las Ramblas en Santa Cruz de Tenerife; las playas canarias se tornaron en desiertos y la naturaleza comenzó a recuperar lo que es suyo: se vieron delfines acercarse a las costas de Santa Cruz y rebaños de cabras adentrarse en hoteles completamente vacíos en Fuerteventura.
Las Islas vivieron también un escenario impensable y nunca visto: un cero turístico que hizo que alrededor de 1,4 millones de turistas que se encontraban en Canarias en marzo se marcharan precipitadamente por el inminente cierre de los hoteles, aunque muchos otros tuvieron que quedarse por la imposibilidad de volver a sus países. También hubo grupos de españoles, y canarios entre ellos, que contemplaron desde el extranjero el cierre de fronteras y la cancelación masiva de vuelos. Volver a casa se convirtió en toda una odisea para ellos. La pandemia lo estaba poniendo todo patas arriba y, sin saberlo, también nos estaba cambiando.
En las calles isleñas, como en el resto del país, el ejército, especialmente la Unidad Militar de Emergencias, realizó labores de desinfección de centros de salud, entre otros lugares, y vigilar que nadie se saltaba el encierro. Solo se podía salir para ir a trabajar (solo trabajos considerados esenciales), ir a la farmacia, sacar al perro, comprar alimentos o cuidar de personas dependientes.
Desescalada pionera
A finales de abril el Gobierno presentó su plan para la desescalada, que conducía, si todo salía bien, a la llamada nueva normalidad. Canarias fue la primera región en recibir al coronavirus y también comenzó antes que el resto de España el ansiado desconfinamiento. La Graciosa, La Gomera y El Hierro fueron la avanzadilla de la desescalada. Era el 4 de mayo, cuando entraron directamente en la fase 1 debido a la escasa incidencia del virus en estas islas. Algunos descubrieron entonces que existía una isla en España llamada La Graciosa y mucho ansiaron poder estar allí, donde ya se podía, por fin, salir a la calle. Una semana después lo hizo el resto del Archipiélago, hasta llegar a la fase 3.
Al principio, había que organizarse porque se establecieron franjas horarias para dar paseos y hacer deporte, y poco a poco las restricciones empezaron a hacerse menos duras. Por fin pudieron abrir algunos establecimientos, aunque con los aforos y las medidas sanitarias adaptadas a la odiosa nueva normalidad.
El 21 de junio de 2020, tras 98 días y seis prórrogas, terminó el primer estado de alarma.
Escucharlo a día de hoy parece casi mentira, pero a finales de julio Canarias se convirtió en la única Comunidad Autónoma que no establecía el uso obligatorio de la mascarilla en los espacios públicos, sin importar la distancia de seguridad. No fue hasta el 5 de agosto cuando amplió su uso obligatorio. Sin embargo, esto no paró la segunda ola de la pandemia, que estaba a la vuelta de la esquina. La relajación del verano causó estragos y comenzaron a subir estrepitosamente los contagios después de las vacaciones, especialmente en la isla de Gran Canaria. Para este entonces, Gaynor y el Dúo Dinámico claramente habían pasado de moda.
En octubre España superó el millón de contagiados y, de nuevo, se decretó el estado de alarma, aunque esta vez, sin confinamiento.
Ola tras ola y niveles de alerta
Tras la desescalada, aún no se había vencido al virus, que, además, comenzaba a ganar terreno y se temía un repunte con el otoño y la llegada del frío. El Gobierno regional estableció entonces un plan para estimar el nivel de incidencia COVID en cada isla y, por tanto, ajustarse a qué medidas se debía aplicar a cada una de ellas. En un principio se llamó semáforo pero poco después paso a conocerse en todas las islas como niveles de alerta. El color verde (nivel de alerta 1), el amarillo (nivel 2), el rojo (nivel 3) y el marrón (nivel 4 y el máximo establecido) configuraron un sistema que determinaba qué estaba permitido y qué no para minimizar el riesgo de contagio. Si una isla aumentaba sus casos, el Consejo de Gobierno de Canarias anunciaba, casi siempre los jueves por la tarde, si se subía o no el nivel vigente en cada isla. Y así se convirtió casi en una rutina hacer apuestas sobre qué ocurriría esa semana con los niveles de alerta.
Tras la primera ola, en pleno confinamiento, las islas vieron aumentar y disminuir sus contagios en hasta siete oleadas, todas ellas con el sistema de niveles de alerta vigente y cambiando las restricciones en un trajín que tuvo de cabeza a los isleños hasta que finalmente, en marzo de 2022, los niveles pasaron a medir solo la presión hospitalaria en cada isla y se eliminaron las restricciones. Este sistema se ha mantenido vigente hasta ahora, y todo el archipiélago se mantiene desde hace meses en nivel de riesgo bajo. En las fases más graves en las islas los contagios llegaron a contarse por miles en un solo día y varias islas alcanzaron el nivel marrón de alerta.
Más de 4 millones de dosis de vacunas administradas
Pero en diciembre de 2020, Anatolia Ramos, de 84 años, se convirtió en la primera persona de Canarias en recibir la esperada dosis de la vacuna frente a la COVID-19. Fue el fin de la fase más aguda de la pandemia. Desde entonces y hasta este viernes, 5 de mayo, se han administrado en las Islas 4.699.316 dosis. De ellas, 237.785 son dosis de refuerzo adaptadas a las variantes de Ómicron.
Hace meses que la Consejería de Sanidad, siguiendo los nuevos indicadores recogidos en la Estrategia de Vigilancia y Control de la COVID-19, consensuada por el Ministerio de Sanidad con las comunidades autónomas, no contabiliza los contagios de COVID salvo en mayores de 60 años. Y según las últimas cifras dadas este mismo viernes, 112.247 personas de este grupo etario son las que se han contagiado en las Islas desde el inicio de la crisis sanitaria. En la actualidad hay 55 personas ingresadas por coronavirus en los hospitales isleños, de las que cuatro están en UCI y el resto, 51, en planta. Por otro lado, en los últimos catorce días se ha registrado siete fallecimientos, cinco en Tenerife y dos en Gran Canaria. Todos los casos, con edades comprendidas entre los 61 y los 94 años, tenían patologías previas y se encontraban en ingreso hospitalario.
En total, esta histórica pandemia ha dejado en Canarias la cifra 2.309 personas fallecidas (según datos del Ministerio de Sanidad), la quinta cifra más baja del país después de Baleares, Cantabria, La Rioja, Ceuta y Melilla.
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