Subasta para adquirir material

Juan Manuel Bethencourt

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La escasez de material para el personal sanitario se ha convertido en el caballo de batalla de la crisis durante esta semana crítica, en la que las estadísticas de contagiados y muertos no dejan de subir, aunque asoma un rayo de esperanza en forma de ralentización del crecimiento, quizá más producto del deseo que de la dura realidad estadística. En cualquier caso, las carencias estructurales del Estado español a la hora de proveerse de material muy necesario que hay que salir a comprar en un mercado saturado y crecientemente especulativo constituyen una pésima noticia colectiva. Y esto no lo arregla la dinámica de barra libre que, aunque humanamente comprensible, han emprendido los gobiernos autonómicos en busca de mascarillas y batas para sus sanitarios y ventiladores mecánicos para los enfermos necesitados de ello. Si el Gobierno español, con la capacidad logística que se le presume y el peso político que le confiere su condición de Estado, no es capaz de centralizar compras y repartirlas de un modo equitativo en función de las necesidades, no de cuotas territoriales, entonces mejor dejamos de definir la pelea contra el coronavirus como una guerra, porque en tales condiciones el Ejército de la Moncloa y su brazo armado, el Ministerio de Sanidad, se comportan como el ejército de Pancho Villa. E insisto, descentralizar la compra no es precisamente una muestra de eficiencia, sino todo lo contrario. Dos errores no hacen un acierto.

En Canarias se ha armado una buena controversia política, sobre la que nos extenderemos mañana, en torno a la gestión de la consejera de Sanidad durante la presente crisis. La polémica ha adquirido una crudeza inesperada y seguramente inédita en el paisaje autonómico español, donde en este momento no hay críticas en dirección al responsable sanitario de turno. Al menos, no ahora. Y esto resulta llamativo porque las estadísticas del Archipiélago no son los peores en ese desagradable ejercicio de comparar enfermos y muertos por regiones españolas. Por el contrario, la incidencia del COVID-19 entre el personal sanitario de las Islas sí es elevada, un 20% por el 12% a escala estatal. Una llamada de atención que nos indica una carencia, no diferente a la que sufren otros, pero sin duda más acusada y que pone el foco sobre la necesaria protección que nuestros héroes sanitarios necesitan para desempeñar su labor.

Y en medio del caos, una luz de esperanza, la que protagonizan todos esos médicos, ingenieros, arquitectos, diseñadores y dueños de pymes en nada relacionados con el sector sanitario, como las textiles y hasta de rotulación, que se han lanzado al noble empeño de producir ese material tan necesario, como las mascarillas, las viseras para personal sanitario y hasta un ventilador mecánico low cost que se abre paso a través del trabajo en red. ¿Para cuándo un poco de atención para todas esas mentes creativas que reclaman una oportunidad y no solo en situaciones desesperadas como una pandemia global?

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