Las supervivientes del suicidio hablan: “El vacío, la precariedad, el miedo o el maltrato no se curan con química”

La superviviente Dolors López, durante su intervención en las jornadas

Andrea Domínguez Torres

Santa Cruz de Tenerife —

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“Seguro que alguna madre no va a tener que llorar”, inicia la superviviente de la muerte por suicidio de su hija Dolors López Aliaga. “Hay personas a tu alrededor que te dicen que no digas que fue un suicidio, sino un accidente”, continúa su testimonio durante la segunda parte de las Jornadas sobre Mujeres, Sufrimiento Psíquico y Suicidio en Gran Canaria. El trauma y el shock tras la muerte de su hija le impidieron comenzar el duelo, pero le han dado fuerzas para trabajar en la prevención. “Este duelo es muy diferente, está presidido de entrada por la culpa y la vergüenza, no por nosotros sino por el señalamiento de la sociedad”.

“El suicidio ha sido tan innombrable que nos ha dejado sin nombre”, continúa esta madre. Después de la muerte de su hija, Dolors López se convirtió en Experta en Prevención del Suicidio. “Pasar de víctima a superviviente es hacer algo con aquello que ha hecho la vida contigo”. El acto suicida no se lleva a cabo de un día para otro, antes de consumarlo, la persona que sufre emite señales en el cambio de conducta, lesiones en su cuerpo o el cierre de asuntos pendientes. En contra de la creencia popular, de cada diez personas, nueve envían algún tipo de señal antes de tratar de acabar con su vida.

Dolors López coordina y desarrolla el Área de Prevención del Suicidio de la Conselleria de Educación de Valencia e insiste en que la mayoría de los pensamientos e intentos suicidas podrían prevenirse. Por su parte, utiliza un término propio, los trastornos mentales sobrevenidos, que no están recogidos científicamente pero, en su definición particular, encaja con los malestares que se van desarrollando a lo largo de la vida y que no se resuelven. Pone de ejemplo el paro, la violencia de género, el acoso y todas aquellas situaciones que desde fuera provocan un problema sin solucionar.

El valor del apoyo social es fundamental no solo para López, sino para Alicia, una mujer del público que cuenta su historia y la de su hermana. Ambas diagnosticadas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), venían de un sistema de acogida de menores. La hermana de Alicia se suicidó hace cuatro años. “Crecimos en el Sistema y de adultas volvimos a él, pero esta vez al área de Psiquiatría”, narra.

“El suicidio es un problema social. En mayor parte no existe un perfil para la persona suicida”, insiste López. A pesar de que las personas con trastornos mentales tienen mayor riesgo de quitarse la vida, cualquiera puede presentar ideaciones suicidas y también quitarse la vida. Por ello, insiste en el valor de actuar antes de que sea tarde. Ante hechos similares y en aras de la prevención, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recoge factores de protección o riesgo que influyen en la ideación suicida.

El valor de las redes de apoyo o los círculos de confianza, así como el acceso a la igualdad, son factores protectores. La elevada exigencia personal o académica, sentir que no se cumple con las expectativas, las imágenes poco realistas que se perciben por redes sociales o por la publicidad, el acoso, el bullying, los problemas familiares, el maltrato físico o el abuso sexual, son factores de riesgo. “Cuando alguien me agrede de esa forma entiendo que yo merezco ser tratada así”, explica López sobre la destrucción de la autoestima en el bullying.

Las voces de las mujeres locas

“Siempre que tengo un ingreso por intento de suicidio robo la bata”, cuenta María Castrejón. En el pecho, en la bata que usa durante su ponencia, se puede ver el signo de la Comunidad de Madrid. Castrejón ha hecho de su dolor, poesía. El arte es una de las vías de canalización y expresión en la que muchas personas encuentran su forma de expresarse.

“Yo no tenía idea de lo que era el Mad Pride, pero sí tenía una reflexión de muchísimos años de psiquiatrización y más de 20 años de terapia psicoanalítica”, explica la polidiagnosticada Patricia Rey, como se define a sí misma. El movimiento Mad Pride, en español Orgullo Loco, es un movimiento formado por personas psiquiatrizadas, supervivientes y aliados que tratan de llevar su propia voz a los espacios públicos. De esta manera, el miedo, el estigma o la enfermedad no es un motivo de exclusión. “Es el atrevimiento de las mujeres que en el momento de la locura se han atrevido a hablar más allá de su etiqueta psiquiátrica”, insiste Rey.

“Si me preguntan si soy abolicionista de la Psiquiatría, me pregunto, ¿qué otra cosa podría ser?”, reflexiona Rey. En este punto se sitúan otras ponentes con similares argumentos contra la medicalización. “La sensibilidad, el dolor existencial, el vacío, la precariedad, el miedo, el maltrato no se cura con química. Nos drogan para estar sedadas y que no sintamos la vida a flor de piel”, añade Cristina Martín, que se esconde bajo el pseudónimo de la poeta Princesa Inca.

El vacío que queda ante un suicidio es irremplazable. “El suicidio es la muerte más inquietante para el grupo de personas que sobreviven al suicida”. Para la poeta hay una responsabilidad en la sociedad, en el sistema, por lo que el suicidio no es solo una decisión individual. “El mundo se conmueve del suicida famoso, ahí quedan los suicidas que se fueron en silencio y con su rostro anónimo”, refleja.

Beatriz Gimeno, escritora feminista, recibió cientos de mensajes la primera vez que se atrevió a escribir un texto sobre su salud mental. Tras décadas sufriendo una depresión y tomando psicofármacos, decidió dejar de medicarse. Estuvo internada en diferentes ocasiones y las recuerda como las épocas más felices de su vida. La situación acomodada de su familia y su caso personal le hizo tener una experiencia vital muy diferente a la de otras ponentes.

La psicóloga no psiquiatrizada Itxaso Gardoki Souto critica la falta de altavoces para las personas con trastornos mentales. La salud mental ha salido al debate público y se ha convertido en un tema mainstream, pero no ha llegado a tomar en gran medida la voz de las mujeres psiquiatrizadas. Miembro del equipo de respuesta La Porvenir, Itxaso Gardoki es psicóloga, psicoterapeuta e investigadora, pero lo defiende de forma atípica. “No por ser psicóloga como yo vas a saber qué hacer si llega alguien que lleva cinco días sin dormir, está escuchando voces o está pensando en suicidarse”, añade. Es ahí cuando se recurre al conocimiento del psiquiatra y se puede solucionar la crisis con más medicalización.

“No le decimos a nadie que se medique, ni que ingrese, ni que no haga nada de lo que no quiera hacer”, refleja Itxaso Gardoki. “Me río yo, me reía en las jornadas sobre Gordofobia y me río yo de mi salida del armario como lesbiana”, comienza la directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI), Kika Fumero. En esta línea, narra cómo sobrevivió a un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA): “Yo hablo de mí y no estoy hablando de mí. Para mí lo personal es político y lo personal es colectivo”. También confesó ser una superviviente de suicidio.

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