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Glotofobia

“Tienes acento de chacha”: los prejuicios que arrastra el dialecto canario

Calle El Medio, San Sebastián de La Gomera, en 2011

Nayra Bajo de Vera

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Desde ser categorizado como un acento “sexy” o “gracioso” hasta asignarle estereotipos negativos, los hablantes del dialecto canario sufren un tipo de discriminación por la forma de hablar que se conoce como glotofobia. Lejos de ser una cuestión meramente social o anecdótica, este problema afecta a la población canaria también a la hora de buscar o desempeñar su trabajo, pudiendo suponer un factor penalizador y segregador.

El lingüista e investigador de la Universidad de La Laguna (ULL) Antonio Martín Piñero lleva años investigando la glotofobia y las actitudes lingüísticas de la juventud canaria y gallega. Uno de los fenómenos que ha detectado es el uso cada vez más frecuente del vosotrismo en jóvenes de las Islas.

Aunque todas las localizaciones presentan un grado u otro de glotofobia, Piñero apunta que no tienen las mismas características ni la misma repercusión. Según señala, Canarias, Andalucía, Murcia y casi toda América Latina son las regiones en las que peores casos de glotofobia se dan, a pesar de que tienen alrededor de 414 millones de hablantes frente a unos 17 millones, según cifras del Instituto Cervantes y el Instituto Nacional de Estadística (INE).

“Las variables menos valoradas son siempre las que coinciden con las sociedades más pobres o más al sur posible”, apunta, para añadir que el acento peninsular está asociado a promoción social, formalidad y autoridad.

Haciendo referencia al lingüista y catedrático de la ULL Marcial Morera, indica que no se trata de una coincidencia, dado que tal y como expone en su libro Lengua y colonia en Canarias, la variante del español que se habla en el Archipiélago presenta rasgos de un “habla colonizada”. Por ejemplo, la anteposición de la propiedad al artículo posesivo (como en “el coche mío” o “la finca mía”), otorgándole así mayor importancia al objeto que a uno mismo. Otro caso parecido es el fenómeno del ustedismo para mostrar respeto. En su evolución, ambos derivaron en un uso cotidiano.

“El español neutro no existe”

Durante la divulgación de sus investigaciones, Piñero se ha encontrado con cierto “negacionismo” de la glotofobia, por lo que decidió recopilar testimonios para demostrar su veracidad, sin saber que recibiría unas respuestas abrumadoras no solo por la cantidad, sino también por el contenido. Desde el típico “a ver, di muyayo” hasta “tienes acento de chacha”, la estereotipación del dialecto canario presenta una gama muy amplia de prejuicios, como el de ser “personas vagas o aplatanadas”, contraponiéndose a “muy serviciales”, pasando por “graciosas” o “sexys”, contribuyendo así a exotizar a sus hablantes.

Esto se traduce en la “cosificación” y generación de estereotipos sobre cómo son las personas canarias, por lo que su representación en el cine, la publicidad y los medios en general es escasa o va sujeta a clichés. De ahí surge la exigencia en algunos castings o ciertos empleos, sobre todo de cara al público, de hablar español “neutro”, el cual no existe, tal y como asegura el lingüista.

El español “neutro” se concibe como tal por la oficialidad que se le ha otorgado al dialecto de Castilla a través de los libros, dado que “todo lo que está escrito adquiere la categoría de oficial, válido, universal e importante”. Por ello, como escritor y poeta, Piñero ve positivamente la promoción de la literatura canaria fuera del Archipiélago.

Considera que se debe dotar a la Academia Canaria de la Lengua de mayor prestigio y promoción para que sea socialmente reconocida como ya lo es la Real Academia Española (RAE), que, según apunta, debería limitarse a ser “observadora y descriptora” de la realidad, y “no emitir juicios” ni “prescribir” usos. El lingüista cree que, con su modus operandi, la RAE contribuye en cierto grado al rechazo de algunas variantes del habla, no solo por motivos dialectales, sino también por clase social.

Susana Rodríguez Barcia, doctora en Filología y docente en la Universidad de Vigo, explica en uno de sus artículos sobre glotopolítica que “los diccionarios se construyen como fetiches de la normatividad”, convirtiéndose en incuestionables para la sociedad. De esta forma, se “favorece la construcción del privilegio androcéntrico y neocolonial”, suponiendo un freno para la creatividad y evolución natural de las lenguas vivas con su “mensaje conservador”.

Con la intención de “dignificar y poner en valor” el español de Canarias, nació en 2010 el proyecto de la Fonoteca de Canarias. Uno de sus colaboradores fue el periodista y docente Valeriano Weyler Ramos, quien insiste en la importancia de trasmitir a las personas más jóvenes que se trata de una “variedad absolutamente digna que tiene su registro culto y puede ser vehicular”.

A este respecto, señala el fenómeno de la glotofobia inducida, que ha podido detectar en las aulas donde imparte clases, y es que los jóvenes, a veces, optan por omitir los rasgos del dialecto canario por voluntad propia. Asegura que no se trata de una cuestión de preferencia, sino que va ligada a “desigualdades simbólicas y de acceso a los espacios de poder”.

El docente insiste en que esta estigmatización no es exclusiva del español, sino que es algo habitual en lenguas que tienen múltiples variedades dialectales, como son el inglés o el francés, entre otras. También, destaca la infrarrepresentación en los medios como uno de los factores clave de cara a la autopercepción de los canarios. Por ello, insiste en la necesidad de dotar de mayor prestigio a la Academia Canaria de la Lengua.

Hablar de forma natural para dignificar

Iván Vega Mendoza, patrono de la Fundación Canaria Tamaimos, coincide con Valeriano Weyler respecto al papel de la Academia. Considera que esta institución debería tener “más presencia e impacto” y un discurso con “más aplomo”, aunque admite que su mayor problema es la falta de financiación, por lo que considera que “bastante hacen” con los recursos de los que disponen.

Vega, que también es traductor e intérprete, encuentra una “profunda contradicción” en la existencia de una glotofobia tan marcada en el español, dado que es un idioma muy internacional, uno de los seis oficiales de las Naciones Unidas, y tiene alrededor de 496 millones de hablantes como lengua materna.

Lo achaca a una “cuestión de poder y dinero”, dado que considera el control del idioma como una “herramienta poderosísima”. Es por ello que hay personas que deciden desprenderse de su acento en ciertos contextos como un “mecanismo de defensa”, frente a otras que lo reivindican a pesar de los obstáculos y prejuicios que puedan enfrentar. Lo ejemplifica con las dificultades que él mismo ha encontrado a la hora de alquilar un piso a través de llamadas telefónicas frente a otros compañeros con acento castellano.

Desde Tamaimos, asegura que una de las acciones que contribuyen a la dignificación del dialecto canario es utilizarlo de forma “transversal, natural y sin justificaciones añadidas”. Concluye recordando que, aunque el término de glotofobia es novedoso, el fenómeno no lo es, y lleva afectando a los canarios desde hace siglos.

Laura Morgenthaler García, en su libro Identidad y pluricentrismo lingüístico. Hablantes canarios frente a la estandarización, indica que el español de Canarias es el fruto de la situación geográfica, las migraciones y el turismo de masas. Lo sitúa como un idioma de unión entre la comunidad panhispánica, aunque no por ello niega la “profunda brecha que sigue existiendo entre las distintas variedades en cuanto a su prestigio”.

El descrédito que tiene el dialecto canario lo pudo experimentar Juan Rodríguez en su etapa como estudiante de Periodismo en la Universidad de La Laguna, cuando se inscribió en el programa de movilidad SICUE para pasar unos meses en una universidad madrileña. En unas clases donde practicaban la locución, asegura que una profesora le indicó que “lo estaba haciendo perfecto en cuanto al ritmo, la cadencia… todos los apartados, pero que tenía que poner más esfuerzo en la pronunciación”, especialmente en las ces y las zetas.

Cuando le dijo que esa es su forma de hablar por el hecho de ser canario, insistió en que debía cambiarla: “Si no, no te entiendo”. El ya graduado explica que redujo la aspiración de las eses, pero siguió locutando de la misma forma, aunque otro compañero, también canario, sí intentó “hacerlo un poco más neutro”. Rodríguez recuerda aquella experiencia como un “desprecio” a su acento, “haciéndolo parecer menos e infravalorándolo”.

La uniformización del castellano durante el Franquismo

La experiencia de Juan Rodríguez no es nada nuevo. Uno de los principales empeños de la dictadura franquista fue el de uniformizar el país dentro de los mismos valores, al margen de la diversidad cultural existente. Así, se estandarizó el folclore andaluz, los toros como entretenimiento y el dialecto de Castilla en todo el territorio español, según cuenta el investigador Julio Yanes Mesa.

De hecho, tal y como recoge en su artículo La locución radiofónica en Canarias durante el Franquismo, en 1955 se inauguró en Santa Cruz de Tenerife la estación-escuela de la Cadena Azul de Radiodifusión (CAR) con el fin de impartir cursos de vocalización, donde los aspirantes a locutores acudían para modificar su forma de hablar, desprendiéndose del dialecto canario.

El doctor en Historia y Periodismo recuperó el contenido de un documento mecanografiado en su versión original, donde se recogen los ejercicios que practicaban los aspirantes. Algunos de ellos consistían en leer erguidos y “exageradamente despacio” palabras como “suscripción”, “inexpugnable”, “escéptico”, “coacción”, “descervigar” o “fútbol”, entre otras de varios listados. Los candidatos debían leer gradualmente más deprisa, hasta ser finalmente capaces de pronunciar textos completos sin rastro de su acento cotidiano.

Además de los ejercicios, el documento incluye una serie de valores que eran transmitidos en los cursos: “La radio no admite regionalismos, ni fonéticos ni sintácticos. No caben en ella modos de hablar, cabe tan solo el IDIOMA. El informador radiofónico no puede particularizar su lenguaje; al contrario, debe nacionalizarlo, utilizarlo en su más estricta pureza”.

Yanes señala que “la presión uniformadora franquista consiguió el efecto contrario al deseado”, dado que la población canaria prefería escuchar voces similares a la suya, con las que se identificaba en su día a día. A partir de los años setenta, este contexto “dio alas al movimiento reivindicativo en favor de las señas de identidad regionales”, asegura el investigador.

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