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Un deporte de alto riesgo

Lidia Rodríguez

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“Los jóvenes canarios no pueden dejar la casa de sus padres”, “Los jóvenes deben pagar el 94% de su sueldo al alquiler si quieren vivir solos” ayer nos despertabamos con estos titulares. El hecho de que las personas que se encuentran entre los 18 y los 35 años no pueda emanciparse o tener una vivienda de forma estable y permanente, sin tener que acudir a sus padres o madres, es un problema muy grave como sociedad.

Paralelamente a la noticia anterior, esta semana se ha vuelto a abrir el debate de si las mujeres tardamos en tener hijos. Un debate en el que no se debe olvidar que lo primordial es el deseo, como sociedad no debemos poner en la guillotina a aquellas mujeres que no desean tener hijos, no por cuestiones económicas, ni por su profesión, ni porque “todavía” no se les haya despertado el “instinto maternal”, sino porque no lo desean. Sin embargo, es lógico pensar en qué ocurre con aquellas mujeres que sí tienen el deseo de ser madre y que la precariedad laboral y los problemas con la vivienda les impiden tener la estabilidad económica suficiente como para tener descendencia. Imposible no pensar en qué ocurre con los deseos de aquellas parejas en las que, aún entrando dos sueldos en el interior del hogar, no pueden hacer frente a los gastos económicos que supone tener un hijo/a.

En ese dilema se encuentran muchas de las personas que forman parte de ese 94% de jóvenes españoles, porque si pagar un alquiler en solitario en ciudades como Madrid, Barcelona, Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria es difícil, tener un hijo es un deporte de alto riesgo.

Este es el problema que deberíamos enfrentar como sociedad en los próximos años. Desde la derecha y la extrema derecha se apropian del concepto de ‘familia’, un ente en el que por supuesto no entran ni las parejas homosexuales ni las monomarentales. Y es por eso, por lo que debemos resituar el debate. Uno de los principales problemas de las familias en 2019 es la precariedad laboral, que impide el progreso social y económico y que ocasiona que muchos de esos jóvenes, de entre 18 y 35 años, se marchen de su lugar de origen porque no pueden establecer una vida estable.

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